PARACHICO
AUTOR: Paulino Nangullasmú Alegria
MATERIAL: Madera de cedro, pigmentos naturales y minerales, óleos y aceite de chia
2.020, Chiapas de Corzo, Mejico (América)
Los Parachicos, danza que forma parte de la «Fiesta Grande» de Chiapas de Corzo, fué declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco en el 2.010. Se celebra cada año del 4 al 23 de enero, tiene antecedentes prehispánicos y su representación actual es un sincretismo con la cultura española.
Sobre el origen de los Parachicos hay varias versiones y existen cantos en lengua chiapa que datan de 1.562 que demuestran antecedentes precortesianos. En casi todas la versiones colonialistas aparece doña María Angulo, una española adinerada que fue a Chiapa de Corzo a buscar a un curandero para su hijo enfermo. Una de las leyendas dice que, en agradecimiento por haber encontrado la cura para su hijo en las aguas termales de Cumbujullú, la mujer volvió a Chiapa de Corzo con víveres, tiempo después, cuando se enteró de que el lugar fué azotado por una plaga de langostas y una posterior epidemia. Los lugareños entonces danzaron «para el chico». Sin embargo, la palabra parachico deviene de aquella lengua chiapa, perteneciente a la familia mangue, y significa «júbilo».
La Danza de los Parachicos no es sólo fiesta y, como muchas ceremonias tradicionales mejicanas, está cargada de fervor religioso en ofrenda a Nuestro Señor de Esquipulas, a San Antonio Abad y, en especial, a San Sebastián Mártir.
Los bailarines recorren las calles portando las imágenes santas y visitando lugares de culto. Con máscaras de madera, monteras, sarapes, chales bordados y cintas de colores, los bailarines van tocando unas sonajas de hojalata llamadas “chinchines”. Los dirige un «patrón» que, al ritmo de flauta y tambores, canta alabanzas a las que los Parachicos responden con aclamaciones en los altares de los santos.
Esta pieza está elaborada a la forma antigua, esculpida en madera de cedro, pintada con tintes naturales de origen mineral, con ojos de vidrio fundidos y pintados a mano con óleos, pulida finamente con un esófago de res preparado y aceite de chía, el cual es extraído de forma artesanal por el mismo Maestro. El conjunto de pasos en esta elaborada técnica y la destreza de las manos del artista, le da un valor más allá de lo económico. Es una joya de gran calidad que se aprecia desde su forma hasta en su olor, siendo estos rasgos la prueba innegable de su autenticidad.