Sí…más cientos de kilómetros en bus y nos paramos aquí. Era el final pactado en nuestro viaje. El pactado y el soñado, la guinda del pastel. Cuatro días con la (numerosísima) familia de nuestro Gustavo Margueritte, cuatro días con una familia argentina, con NUESTRA familia argentina. Cuatro días de dura competencia culinaria fratricida. Un Argentina-Catalunya en que se tenia que decidir el campeón intercontinental.
AQUELLA INTERCONTINENTAL DEL 2.013
Esteee… Mirá. Yo estuve ahí. ¿Viste? Ví . Vi uno de esos partidos que no son el partido del año, ni del siglo, ni de la década…son otra historia, son Historia…pura competencia culinaria Argentina-Catalunya pactada al inicio de nuestro viaje con Gustavo Margueritte. Nos preparamos y aclimatamos a fondo, ché, ese título nos faltaba y sabiamos que jugábamos de visitante, sin nuestras cazuelas, sin nuestros productos, sin nuestras especias…
Salimos en tromba y la primera parte fue claramente nuestra. Un 85% de posesión del balón, agresivos en la presión, serios en ataque, seguros en defensa… Un estofado de ternera, con su vinito tinto y sus patatitas, un rostit de festa major con pollo y botifarra, un ataque-gol sin cuartel ni prisioneros, hicieron subir nuestros primeros 2 tantos al marcador sin dar tiempo al contrario de pensar siquiera que ya había empezado el partido. Ché vos, disfruté del silencio que se hizo en las gradas del estadio de Tandil …Diaaaablo vos.
Una jugada a balón parado en mitad de la cancha, un rebote y, mirá vos, una oportuna tortilla de patatas con cebolla de bella factura redondeó el resultado de esa primera parte con un lindo 0 a 3 que nos hizo saborear las mieles del triunfo. Capaz.
Al filo de la terminación, mas que un disparo un zarpazo de “Dolo”, desde fuera del area, nos heló la sonrisa. “Dolo”, el motorcito del equipo de Tandil, una medio pivote creadora, un Mariscal de Campo que repartía juego en silencio, con autoridad y sin aspavientos, pero con efectividad innegable , sorprendió al arquero, un servidor. No pude mas que seguir con la mirada y la boca como el tiramisu que me habían lanzado se colaba por toda la escuadra del paladar.
Recogiendo el cuero de mi propia portería, tuve la primera intuición de que no sería tan fácil el triunfo. Ese 1 a 3 les metía en el partido al filo de la campana. Rugió, latió el estadio: ¡!!!!!Esteeee…¿viste? “Dolo” que bueno que viniste!!!!!!!… Pucha
La segunda parte cambió radicalmente el decorado del partido. Capaz nos confiamos por lo abultado del marcador, quizás fue por la amplitud de su plantilla… Pará, no trato de buscar justificación sino razón para lo que se nos vino encima.
Todo se inició con dos morcillas de aperitivo, una cruda y la otra asada, que, servidas con un pan recién horneado, acortaron aun mas la diferencia. Inapelable: 2-3 en los primeros compases de ese fatídico segundo periodo, sin tiempo de asentarnos en el campo. A partir de ahí, el horror: combinaciones al primer toque de asado de tapa de paleta de vaca, chorizos, solomillo de cerdo enrollado, costilla, chinchulines, riñoncitos… Miedo escénico. Nos multiplicamos para atajar el vedaval de juego que se nos venia encima sacando estómago y manos como aspas de molino de viento sin mas resultado que parecer más un par de pulpos que dos avezados jugadores curtidos en mil cocinas . Aún quedamos contentos de que en esos minutos de vorágine subiera un solo gol al marcador por todo el asado en cuestión. 3 a 3 y ¡gracias a Dios ché!
Sin tiempo para reaccionar, Juan Cruz, apodado “Cañon”, uno de esos delanteros centro de los de antes, jugador de area, comodo en el cuerpo a cuerpo, peleón y oportunista, nos metió en 3 minutos dos goles de guarnición, ambos de cabeza: un pimiento con parmesano y huevo y una cebolla asada aliñada con aceite de oliva, sal y pimienta. Boludo el pìbe ¡ché! ¡¡¡¡Qué quilombo!!!! El “Negro” Margueritte, uno de esos media punta trabajadores en la presión y finos en el pase interior, dejó a Juan solo ante el portero con dos taconazos imprevisibles y “Cañon” no falló. 5 a 3.
Sin solución nos habían levantado el partido y los goles caian como hojas de otoño ante nuestra estupefacción. Todo su equipo funcionaba como un reloj de precisión. En los laterales, Lucia y Sofia no hacían de carrileros por extremar precauciones y aseguraban las puntas; Agustina e Isabelita, dos centrales bajitos pero compactos, serios y sólidos echaban el cerrojo con serenidad al arco defendido por Mariano “Dalai”, asi llamado por su calma inalterable y por su look sencillo, elegante y, a la par, discreto y juvenil, con toque tibetano de fina rasura. Acompañando en la media a “Motorcito Dolo” dos espigados fajadores, Santigo y Felipe, el primero combinando a una perfección casi musical con la media punta del “Negro”, y el segundo apoyando en defensa a Lucia y en ataque a Juan Cruz, durmiendo a Felicita cuando el juego asi lo requería.
Pará, pará, pará… Suerte tuvimos de que una genialidad de Berta, un allioli de ticki-tacka, muy festejado con nobleza por el equipo contrario, nos mantuvo en el partido. . .5 a 4. Esa segunda parte fue suya. Si. Claramente. Acáaaba la vaca ché. Nos cebaron con toneladas de comida, litros de vino de todas las cepas y quintales de cariño inapelable. ¡Estuvo báaaarbaro!
En el tercer tiempo decidimos cambiar de estrategia y, renunciando a la puridad catalana de nuestro juego, internacionalizamos nuestro ataque con dos variantes de peso que se mostraron altamente efectivas. Un ceviche de salmón suspendido a última hora por falta de pescado dió en el palo pero, Berta, atenta, recojió el rechace y pateó duro con unos macarrones “il forno”, con carne picada, jamon dulce y champiñones que anotó el empate en el marcador sin que “Dalai” pudiera hacer nada por evitarlo. Y más aún, en el último minuto de la prórroga, un suave toque de crema catalana sin quemar, con bizcocho horneado, nos devolvió la ventaja. 5 a 6. ¡Pará, pará, pará…! Habiamos sufrido, pero ahí estábamos nuevamente, luchando por el titulo. Si caíamos, seria con honor.
El cuarto y definitivo tiempo de juego dictaría sentencia y los Margueritte apretaron dientes y piernas dispuestos a vender cara su piel.
Anuló el árbitro con razón y atino un tanto de zumo de naranja, frutas, medias lunas y café por ser, como demostró la repetición, todo comprado en la tienda de la esquina. Bonito gol, pero ilegal a todas luces por más que protestaran los argentinos. Y a eso de la mitad de ese último cuatro periodo pasó: Gol de golpe franco directo a base de milanesas de pollo y ternera, napolitana unas y al limón otras, con papas fritas indiscutibles y a discreción. 6 a 6.
Al ir a sacar de centro, el “Negro”, capitán tandilero, se me acerca como portavoz contrario (Berta estaba en la ducha en el momento de la elección del susodicho cargo en nuestro equipo) y me ofrece: “Pará, pará, para, ché vos, ¿viste? Mirá, por nos tá bien…¿y si firmás tablas? Rapido en la respuesta le digo “Esteeee, ché, ¿viste? pos sí, ¡¡¡que bueno que viniste!!!”
…Todos al césped, huelga de brazos caidos, sellamos ese resultado con inaceptables mezclas de cava, Malbec y Fernet cola acordando un próximo partido en tierras catalanas a más tardar el próximo año de gloria 2.014.
Qué difícil nos habeis hecho la partida, amigos del alma…