Los viajes están llegando a una sofisticación difícil de asumir. Cualquier cosa que imagines parece posible. Todo está supuestamente controlado y el dinero lo paga todo.
En Argentina, puedes tomarte un whisky on the rocks con hielo del Perito Moreno, puedes cenar en Maldivas en un restaurante a 5 metros bajo el mar rodeado de tortugas y tiburones, esquiar en el desierto de Dubai o comer una barbacoa en un agujero de volcanes activos en Canarias. ¿Quieres decir que hace falta? …
Ya me contestó yo: No. No hace ninguna falta. En absoluto. Hay que ser mucho más sencillo. Y humilde. Somos ridículos monos evolucionados jugando a ser Dios. Si la naturaleza se cabrea, nos vamos a enterar de lo que vale un peine.
Alice Springs es una desagradable y fea ciudad, en medio de la nada, llena de aborígenes vagabundos y tipos con pinta de duros cowboys, gritones y pendencieros, con sombrero vaquero, tatuajes, cinturones con enormes hebillas doradas y toda la parafernalia fronteriza. En los bares y salones, seguridad en la puerta formada por tiparracos enormes de 1’90 de alto y 130 Kg de peso. Criaturitas del Señor. Las peleas de borrachos deben ser aquí lo más corriente. Un bonito ambiente, vamos. Ideal para hacer amigos.
Los forasteros que se ven ya no son ni parejas de jubilados nacionales con autocaravana, ni despreocupados jovencitos europeos de vacaciones. Aquí ya se ve viajero más avezado y aventurero o, por lo menos, turista más curioso y durillo. El desierto no es cómodo y, para vivir experiencias y ver lugares especiales, hay que currarselo un poco. Si algún turista urbanita y blandengue se despista por aquí, las pasa crudas.
Sorprende la cantidad de homeless que hay en Australia. No entiendo el por qué. Es un país rico, con mucho trabajo y buenos sueldos y, en cambio, mucha gente vive a salto de mata, durmiendo en la calle, alcoholizados y recogiendo colillas del suelo para fumar. Y, de estos, el 25% es aborigen, cuando éstos no llegan a ser ni el 3% de la población australiana, es decir, unos 600.000 en todo el pais. La mayoría están aquí, en los Territorios del Norte.
En Australia fueron los ingleses los que hicieron el «favor» de venir a civilizar a sus habitantes originales, la cultura más antigua de la Tierra. El genocidio de los colonizadores, las epidemias y el alcoholismo acabó, en poco más de un siglo, con el 80% de la población aborigen. Y la colonización se hizo, evidentemente y como siempre, por razones económicas, especialmente por la minería de la que Australia es extraordinariamente rica. Los ingleses, para decirlo claro y rápido, les robaron sus tierras y los masacraron a saco. Os suena el cuento? Si, eso se ha hecho constantemente en la historia en América, Asia, África y Oceanía. Y algunos, por ahi, todavía tienen los huevos y el morro de celebrarlo cada año.
Lo que es evidente es que los aborígenes muy felices no parecen. Muy civilizados tampoco porque la rabia que se marca en sus simiescas fisonomías, negras de noche cerrada, da medio miedo por no decir un miedo entero. Y, desde luego, adaptados al sistema no lo están, si no más bien al contrario, discriminados y desplazados, la mayor parte con una obesidad mórbida, llevando todas sus pertenencias encima o en un carrito de supermercado, con enormes y generalizados problemas de paro, alcoholismo, deficiencias y enajenaciones mentales, violencia doméstica y un largo etcetera de desastres. Es una comunidad terriblemente castigada y en vías de extinción. Tremendo.
Aquí sí que, para adentrarme en el desierto y caminar por el Uluru, he de apuntarme a un trekk organizado. Este es un hábitat totalmente hostil, con un calor de deshidratación continua, escorpiones y serpientes a porrillo, dingos, perros salvajes y sin poblaciones a decenas de kilómetros a la redonda. Nos llevarán en bus a un lugar cercano a Uluru, haremos trekkings hasta el King”s Canyon y por el Valle de los Vientos, dormiremos 2 noches en tiendas en el desierto y, el último día, haremos el Uluru Base Walk. Si todo va bien.
Por cierto,
Consejo de viajero. Aunque ya en otro artículo (Senegal 2) he aconsejado lo que debe incluir una mochila viajera, déjame recalcar un par de cositas para lugares desérticos como Alice Springs.
No se puede viajar al desierto despreocupado y sin pensar en cosas básicas que traer. Eso es jugarte el pellejo. Sobre todo, no te puedes olvidar un sombrero o gorra, gafas de sol, crema solar, mochila pequeña auxiliar y buen calzado. Desde luego, agua, a porrillo, y eso condiciona mucho, por el peso a llevar, las distancias de los trekks. Puedes contar, mínimo, 1 litro de agua por cada 2 horas/8 km. Calcula con prudencia las distancias que realmente puedes recorrer en el desierto. Una hora en el desierto son 2 en condiciones normales, y 10 Km, son 15 o 20. En realidad, del mediodía a las 5 de la tarde mucho mejor no caminar. Mucho, pero que mucho mejor. También tienes que recordar que las diferencias de temperaturas máximas y mínimas aquí son muy bestias. Frío por la noche (menos de 10°) y calor por el día (40° lo más normalito), así que hay que traer algo de abrigo. Lo mejor, ropa interior térmica.
El vehículo que nos trasladará y hará de campo base estos días tiene buena pinta: un microbús viejete pero en buen estado, con un apéndice auxiliar que sirve de cocina, maletero y depósito de reservas de agua y gasolina.
El grupo está formado por 2 guías y 15 personas de todas las edades, nacionalidades y condiciones. Americanos, franceses, alemanes, holandeses, indios… A ver cómo nos llevamos.
Todo a punto. No vamos a La Roca.