Australia (12) Melbourne-Sidney. Arma letal.

0
1696

Me queda una semana en Australia, así que le voy a dar candela. Voy a conocer Melbourne y Sidney, las dos metrópolis más grandes del país. Cuatro aviones y un montón de kilómetros urbanos en 7 días. A la vuelta de la esquina está Nueva Zelanda pero, ahora, últimas bocanadas de aire australiano.

Melbourne es una ciudad pasto de los turistas. Un eficiente sistema de transporte en bus y tranvía reparte con precisión quirúrgica a los miles de visitantes que aterrizan aquí cada día. El tránsito es limitadisimo y, en cambio, las aceras del centro histórico, comercial y financiero están absolutamente abarrotadas. En el área metropolitana viven 4 millones de personas pero en el centro no vive nadie. Unas 75.000 personas, dicen. No me extraña.

Recorro, ya la primera tarde, todo el centro. La catedral, el río Yarra, Federación Square, la estación de Flinders… Rascacielos impresionantes, puentes preciosos, estadios ultramodernos, arte urbano, músicos callejeros…

Dedico toda la mañana siguiente al Queens Victoria Gardens, Jardín Botánico y South Melbourne, un trekk urbano de 3 horas. Y por la tarde, la otra ribera, hasta China Town, Victoria street y vuelta a callejear de arriba para abajo. Otras 3 horas. Todo muy chulo pero…

Es que a mí las ciudades…como que no, que lo mío es la Naturaleza y la gente en masa me da un poco de grima. Turísteo, consumismo a tope, atracones de comida, niños llorones y atracciones artificiales.

Y esta ciudad es de las bonitas y cuidadas, dicen que una de las mejores del planeta para vivir. Alto nivel de vida, poca contaminación, clima tropical…

Reconozco que el Skyline de Melbourne es de apoteosis urbana. A la altura de Tokio diria. Es una ciudad que te puede dar tortícolis de tanto mirar para arriba. Tiene también un Barrio Chino curioso que parece en lucha de supervivencia intentando evitar que no le engulla Occidente. O quizás al contrario, haciéndose un hueco para orientalizar a los australianos. Lo tiene complicado porque esta es una urbe capitalista y pija. El Queens Victoria Gárdens es agradable y tranquilo y también he disfrutado recorriéndolo. Y las callejuelas llenas de grafittis son curiosas, sí, pero…

En Melbourne hay mucha gente joven. Aquí hay mucho trabajo y los salarios son buenos, aunque hay cada chaval disfrazado vendiendo chorradas en la calle para ganarse la vida que, si lo viera su abuelita, tendría un disgusto. Esos chicos y chicas que se tirán a viajar sin tener ni formación ni talento alguno me dan penilla.

Último día completo en Melbourne. Por la mañana temprano, me paseo por el enorme e impoluto Queens Victoria Market. Lo que no encuentres aquí es difícil que exista en Australia. El resto de la mañana lo ocupo en hacer una inmersión cultural y visito el Ian Potter Centre y la laberíntica National Gallery of Victoria. Aunque lo cultural no es lo mío, disfruto con las visitas. Melbourne, entre sus museos gratuitos y el arte urbano que rezuma en sus calles es, para los culturitas, una verdadera gozada. Cómo he sido un niño bueno y aplicado, me regaló una caja de 3 piezas de pollo y patatas fritas del Kentucky Fried Chicken. Hoy no cocino. Un poco de comida basura hace bien al alma. Y por la tarde me cojo un tren y me voy a Brighton Beach a ver las icònicas «bathing boxes», unas casitas de madera con cocina en la playa que la gente se da de bofetadas por alquilar para pasar un día a la bartola y hacer el picnic playero.

Total, lo dicho, Melbourne es, para mí, una ciudad bonita pero sin ningún sabor especial. Una ciudad como miles de ciudades del Mundo que no se libra de malos olores, homeless, multitudes, colas, etc, etc, y cuyo mayor atractivo para la mayoría de la gente son, ni más ni menos, los centros comerciales, bares y restaurantes, al igual que ocurre en todas las ciudades del mundo. Y es que el género humano está fatal.

Y ya está. Ahora a ver qué se cuece en Sidney. Tengo un fin de semana para conocerla.

En el control de seguridad del aeropuerto descubren, y me confiscan, mi cortauñas. Supongo han intuido que eso, en mis manos, es un arma letal, máxime cuando tiene anexo un cuchillo de grandes proporciones, casi las mismas que mi dedo meñique. Tengo respeto por el personal de seguridad y aduanas, pero la ley tiene una letra y un espíritu. No permitir entrar un cortauñas en un avión es, simplemente, una tontería.

Nada más llegar a Sidney, ya las 4 de la tarde, me voy a ver Bondi Beach, una de las playas más famosas del mundo, y paseo al atardecer por el Coastal Walk pasando de playa en playa viendo las olas surferas romper contra los acantilados y la arena. El día no da para más. Llego al hostel ya anocheciendo.

El domingo en Sidney resulta un palizón. Esto sí es una metrópolis como un piano. Más vetusta y mazacote, mucho más grandiosa que Melbourne y aquí sí hay sabor. Es una ciudad que siempre estará entre las 10 más interesantes del Mundo. Si Melbourne es un bomboncito de diseño, Sidney es un polvorón gigante.

Empiezo por la catedral de Sta. Maria, sigo por el Hyde Park, una isla verde rodeada de rascacielos por todas partes, Chinatown, el Ayuntamiento, el Queen Victoria Building… Hace calor y las calles, invadidas por turistas, huelen a crema solar. Paro en el Darling Harbour para comer. Hoy es domingo, fiesta de guardar, y me homenajeó con unas costillas de cordero rostidas que me hacen recordar una de mis comidas favoritas de Barcelona: el cordero al horno del Mesón de Aranda. La clavó. Gol por toda la escuadra. Un disfrute.

Y sigo. Me subo al Harbour Bridge, desde donde se ven las mejores vistas del edificio de la Opera, paseo por The Rocks, el barrio europeo lleno de mercadillos y terrazas y me zambulló en la masa que recorre los alrededores del Ópera House. Un agobio. Increíble la cantidad de gente que llega a haber. Deshidratado, vuelvo a The Rocks y me tomo una caña en un pub. Dicen que a los australianos les va mucho el deporte. Verdad, pero más le van los pubs.

Ya no me aguanto de pie, así que enfiló los jardines botánicos y en una hora más me planto en el hostel. Mal barrio, por cierto. Bajo un puente, una encantadora niña rubita veinteañera se está metiendo un pico ayudada por un macarra con la peor de las pintas. Me meto en la ducha de cabeza.

Hoy me apetece comida asiatica y ceno una sopa vitnamita de fideos y pollo. No hay como la condimentacion asiática. Intento reorganizarme, está semana está resultando vertiginosa. Me va a faltar un día aquí porque no podré ir a trekear en las Blue Mountains, a sólo 2 horas de Sidney. Dicen que es un lugar espectacular para los amantes de las montañas, pero no llego a todo.

El dia 31, Sidney es un hervidero de gente. Hay una macrofiesta de Fin de Año en los jardines botánicos y muchas calles están cortadas. Es la primera gran ciudad del Mundo en saludar el año nuevo y lo celebran a lo grande. Ellos, nosotros, estaremos en el 2.019 diez horas antes que en Europa. Me voy prontito al aeropuerto. En este tipo de días los imprevistos son habituales.

Mi avión sale, con retraso por un temporal veraniego, a las 20 horas, de vuelta hacia Melbourne. Esta noche, última en Australia y noche de Fin de Año, la paso en el aeropuerto de esa ciudad en tránsito hacia Queenstown, Nueva Zelanda. Nuevo año, nuevo país. Australia ya es historia. Una magnífica historia.

image_pdfDescarga en PDFimage_printImprimir

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí