Ya es Navidad.
En cualquier idioma, una de las palabras más bonitas es la que identifica ese sentimiento tan intenso y duro que te embarga cuando, sobre todo en fechas señaladas, estas lejos de tu casa, tu tierra y tus seres queridos.
Este poderoso enemigo del viajero, siempre emboscado en algún lugar de tu corazón, se nombra, en las diferentes lenguas, como “nostalgia”, “morriña”, “saudade”… En la mía, en catalán, también la llamamos con un bellísimo nombre: “malangia”. Yo la siento hoy en el mismísimo tuétano… duele. Si, la Navidad son días en que siento una terrible y “dolça malangia.”
Llego a Serra do Cipò. Es un pueblo bastante desangelado de tiendas y restaurantes uno detrás de otro pero aquí tiro anclas y pasaré la Navidad. Sin coche no me atrevo a adentrarme más en las montañas donde solo hay pueblecitos de 4 casas, pousadas aisladas y no sé qué encontraré abierto en estas fechas.
La casa en la que me alojo no es fea, pero está muy dejada y la habitación no es lo que yo elegiría para pasar la Navidad: Un lavabo/ducha, un frigorífico, un perchero y una cama grande con una manta de La Bella Durmiente de Disney. Monto cuartel General en la cocina comedor, algo más acogedora. Creo que estoy solo con el recepcionista. Tengo un techo y hay restaurantes y montañas alrededor. No necesito más.
En este lugar, a pesar de que estoy en un Parque Nacional, no parece haber mucha afición a trekkear. El Centro de Información Turística está cerrado y en todo el pueblo no hay ni una agencia especializada en senderismo. Aquí no hay turismo extranjero y al brasileño no le gusta caminar. Bicicleta, moto, caballo y quad sí que les gusta, pero caminar poquito.
Parece ser que el Parque Nacional tiene 2 entradas: Retiro y Areias. Me voy a la más cercana, Retiro.
Tras 2 ó 3 kilómetros hasta la puerta de Parque, el guarda me dice que hoy y mañana no se puede entrar: vacaciones de Navidad. Cambio mi itinerario para ir a unas cascadas fuera del perímetro protegido y, cuando llego, resulta que es privado y cobran entrada. Han montado allí una atracción de propiedad particular convirtiendo una magnífica cachoeira natural en una piscina dominguera.
Sigo el antiguo Camino Real que tampoco es una maravilla. A los lados todo son latifundios vallados. ¡Ay Brasil! Total, he caminado más de 3 horas pero la sensación es decepcionante. Hasta San Esteban no podré entrar en el Parque y ese dia ya no tengo habitación. Mi pensión está llena. Habré de buscarme la vida.
Por el momento me doy una ducha, me lavo el pelo, me afeito y me pongo guapo con mi única camiseta de algodón para buscar un restaurante y celebrar la Noche Buena. De camino, el cielo me regala un bonito atardecer.
Casi todo está cerrado y acabo en un restaurante extraño, grande, como de esos de carretera pero casi vacio. Pido picanha con fritas y una botella de vino. No está mal, nada mal. Hay música brasileña en directo. Un cantante con su guitarra. Música tipo bossa nova. Lo hace bien y hace fiesta.
Día de Navidad. Encuentro y me regalo una habitación chula para dos dias. Mi celebración será una comilona mineira en el pueblo y contactar con mi gente por internet. Nada más ni nada menos.
El pueblo está vacío pero en las casas y en las posadas hay jolgorio de fiesta. Al atardecer vuelvo al restaurante de ayer a tomar una cerveza. Sólo hay una mesa ocupada. Es el mismo cantante con unos amigos en sesión de tristeza navideña para desarraigados. Me vienen recuerdos de ausencias. Mal asunto.
La noche llega y desde la habitación oigo música de radio. Algo de samba, Bob Marley, bossa nova triste … Suena “Missing home”, de Flora Cash. Recuerdo la terraza de mi casa y el mar y las emociones se me acumulan…Los viajeros también lloran. Cierro la luz.
Otra vez en la entrada del Parque, ya abierto, el guarda me propone el sendero por el Vale do Bocaina. Hace un día espléndido para caminar. Casi sin desnivel, llego primero a la cachoeira Gavia. Hay que currarse algún trecho por desprendimientos o riachuelos salidos de caudal pero es fácil. En Gavia me encuentro a media docena de chavales que han llegado a caballo. Son los primeros seres humanos que veo en el camino.
Sigo hasta Tombador la cascada más lejana, Es un pelin más complicado y aquí no llegan los caballos así que tengo toda la cascada para mi. Descanso un rato. Han sido 11 km desde la puerta del Parque y ya hace 2 horas y media que he salido de la pousada.
Desando mis pasos y, por un sendero afluente del principal, intento llegar a otra cachoeira, la Andorinhas, pero el río está muy crecido. El cielo se ha oscurecido y amenaza chaparrón y aquí, cuando llueve, llueve de verdad. A lo peor, me podría quedar aislado en la otra orilla. Desisto. Voy a disfrutar de mi regalo de pousada, habitación guapa, ducha caliente y…”¡Piscina! Llego a mi nueva casa provisional a las 4 de la tarde. Han sido más de 25 km y casi 6 horas. Bonito dia de San Esteban.
Mi felicidad no es total porque se me ha metido en la cocorota la neura de los canelones de «carn d’olla» de mi pueblo. Allí son tradición en este día. Con los ojos cerrados casi siento en la boca el sabor… No podrá ser.
Hoy toca el Vale dos Mascates. Seis kilómetros para llegar a la puerta. Doce kilómetros más y encaro el Cañón de Bandeirinhas. He tenido que cruzar un río con el agua en las rodillas y el último kilómetro, con botas y calcetines mojados, ha sido durillo. Para cruzar un río has de elegir entre cruzarlo con botas y mojarte o quitártelas y multiplicar el riesgo de resbalar.
Se me hace tarde. Son las 14.30 y he de contar con volver a cruzar el río, secarme y hacer los 18 km de vuelta que son 3 horas y media, en el mejor de los casos, así que me pillará la noche.
Llego al hostal con el último suspiro del día. He caminado como 9 horas y casi 40 kilómetros y tengo los músculos de las piernas agarrotados. Una duchita y hoy para cenar tengo una picada que compre en el súper y un vino blanco chileno. Picada brasileña y vino chileno… Mis amigos argentinos me matarían.
El grueso de las Navidades está superado y mi viaje por Brasil se acaba. Como guinda, voy a intentar hacer otro de los mejores trekkings del país: Persépolis-Teresòpolis.