Brasil es un país único y complejo. Es, como consecuencia del esclavismo, una nación negra, la más afro de hispanoamérica, pero colonizada y dirigida por blancos. Y tiene ancestrales influencias de una población indígena tremendamente evolucionada en todos los sentidos por sus conocimientos y espiritualidades ecológicas. Los indios brasileños …
A ver si encuentro un ratito y hablo de lo bien que tratamos en su día a los indios brasileños…
Petrópolis es una pequeña ciudad con pasado imperial a 80 kilómetros de Río de Janeiro y al lado del Parque Nacional Serra dos Orgaos.
Fué fundada oficialmente por Pedro II que estableció allí su residencia de verano. Tiene un bonito centro histórico con canales, palacios, iglesias y grandes mansiones. Debió ser una magnífica ciudad que arquitectos y constructores con el gusto en pena y el alma en el culo han hecho por afear, con notable éxito en algún caso, creando una parte moderna sin ningún atractivo. Con lo poco que cuesta hacer las cosas con gracia y cariño. Además, como en todas las ciudades brasileñas las favelas se han ido extendiendo por las montañas creando una extraña sensación de decrepitud.
No, las Navidades no están finiquitadas todavía… Que mal lo tengo para conseguir guía y hacer el trekking Persépolis-Teresópolis. Todos quieren estar con su gente para Fin de Año y no están para incursiones por la montaña. Al año le quedan dos días más. Tampoco la previsión meteorológica hasta el día 1 es ninguna maravilla. Me da igual. Estoy en un hostel tipo caserón de montaña con un buen ambiente y, la verdad, no me falta de nada.
Hay aquí una familia muy curiosa. Son como una decena, de todas las edades. Buena gente, como todos los brasileños. Están como en reunión familiar de unos días y el calor de esa familia, no sé por que, me hace bien. Uno de ellos lleva tatuado en el brazo: «ABRAZOS GRATIS»… y cada vez que me ve me abraza. Es curiosísimo. Mañana se van y me quedo ya sin abrazos.
Tengo la mente como muy mecanizada. Dejo que me entren las cosas que me hacen bien y no presto atención a las que no. Me resbalan. Como si no existieran. Ahora mismo me preguntaba por qué me siento cansado e, inmediatamente, recuerdo que hoy también he dormido en un autobús. Déjame que cuente… Hoy hace 186 días que estoy de viaje… Me voy a dormir… hoy toca cama.
Creo que voy a parar unos días. Pasear, sentarme en un banco al sol, hacer gestioncillas sin prisa, ordenar pensamientos, mirar escaparates, escribir, leer… y quizás lanzarme al consumismo frenético y comprarme unos tejanos porque los rotos y descosidos de los míos ya no cuelan como moda negligé.
La Catedral de San Pedro, el Obelisco, el Trono de Fátima, el Palacio Río Negro… Camino y camino, mezclándome y observando a la gente, arriba, arriba, y ¡OPS!… creo que me he metido en una favela. Lo es, pero esto no es Río y nadie me hace ni puñetero caso. Ningún peligro en absoluto. Música de rap, chavales con pinta pandillera, casas sostenidas con cuatro palos y poco más. Normalidad absoluta….
O eso pensaba yo. Cuando en el hostel me preguntan dónde he ido y les explico me miran con los ojos abiertos. Me dicen que he estado en 1º de Mayo, una favela infestada de traficantes huidos de Río de Janeiro. Dicen que si llego a ir al atardecer no hubiera tenido ninguna posibilidad de salir entero porque allí te atracan sí o sí y, si no tienes dinero te matan por no tenerlo, si tienes, por quitártelo, y si tienes poco por no haber traído más. Textual.
Una larga cola para entrar al museo del Palacio Imperial vence mi ya poco intensa tentación por visitarlo pero sí me da por admirar la casi moscovita grandiosidad del edificio y pasear por los impresionantes y bien cuidados jardines.
A mi las desigualdades galácticamente exageradas me dan grimilla así que poco interés me despiertan pretéritas y contemporáneas vidas de individuos de supuesta sangre azulada. Aunque, eso sí, este tal Pedro parece que fue un buen elemento, apoyando firmemente la abolición de la esclavitud y siendo bastante querido por su pueblo. Como sus iguales rusos, los parientes de Anastasia, su reinado acabó abruptamente pero tuvo más suerte que aquellos y el golpe militar que le destronó no le costó la vida. Dió con sus huesos en un exilio europeo sin lujo ni ostentación pero murió de viejo.
Trato de hacer lo de la compra de pantalones pero yo en unas galerías comerciales estoy más incómodo que un cerdo en una perfumería. Me aturden. En la calle Teresa, la màs comercial de la ciudad, entro en un par de tiendas de tejanos. No me lo puedo creer: la talla mínima es la 38 y en algunas fases de mi viaje a la 36 yo no llego ni con tirantes. Los brasileños son, en su mayoría, grandotes y con panzas toneleras. Les encanta comer y beber y no precisamente ensaladas y agua. A ver como me lo hago. A la tercera va la vencida. Otro regalo de Navidad. Dejo en una tienda de coser mis viejos pantalones para que sirvan de retales.
Fin de año. Me dejé en casa el confetti y el matasuegras. Además he olvidado comprar uvas que, al fin y al cabo, tampoco pegan con los dos sándwiches que tengo para cenar. No tengo nada rojo que ponerme ni por aquí sé de nada que parezca cava o champagne. Tampoco me han gustado nunca los petardos y, mucho menos, bailar así que no hay tema. De todas formas, como sé que igualmente va a ser difícil dormir hasta medianoche, me quedo a ver los fuegos artificiales de las 12 y me voy a dormir deseándome salud para mi, mi gente y, en lo posible, para todo el mundo. Yo, con eso, tiro millas y soy feliz.
¡Ya he encontrado guía! El día 2 salgo hacia el Portal do Hércules. No llegaré a Teresópolis. Ya se me está haciendo tarde. Serán dos días y una noche.