Kenia (y 4) El Monte Kenia. Punta Lenana. Saber sufrir.
Salimos a mediodía. En seguida encontramos babuinos, korumbas y gacelas. Los korumbas son unos huidizos monos de pelaje blanco y negro con una larguísima cola. Son preciosos. Los babuinos no tanto. Uno se ellos me da la espalda y, sin dejar de mirarme, levanta la cola y me enseña su rojo culo. Creo que se me está insinuando. Yo juro que no he hecho nada para provocar esa actitud.
Hacemos de tirón, en menos de 3 horas, los 10 km hasta el primer campo, el Old Moses, y nos ponemos a 3.300 metros de altura. Mi tienda ya está montada y me dan un chocolate caliente con galletas. Tengo dolor de cabeza, naturalmente. Toca aclimatar. Preparo todo en la tienda antes de que se haga oscuro y me pongo ya calzones y camiseta térmica. La temperatura baja muy rápidamente y oigo que empieza a llover. Pocos sonidos son tan agradables como la lluvia en una tienda en alta montaña si estas calentito. Una cena frugal de sopa y un trocito de pollo con patatas fritas y vuelvo a cubierto.
…
Siete de la mañana. He dormido 12 horas y el día es soleado. Hoy dicen serà algo mas duro porque subimos 700 metros de desnivel en muy pocos kilómetros. En 4 horas deberíamos llegar a 4.000 metros.
En el campo hay un par de chavales blancos, una pareja keniata con una señora alemana, y los equipos de las 3 expediciones. La alemana y los keniatas abandonan hoy. No han aclimatado bien y una de ellas tiene dolor de cabeza severo y, lo que es peor, vómitos. Con vómitos quedas deshidratado y fuera de combate. K.O. técnico.
Un huevo frito y pancakes para desayunar, estiro y caliento músculos y andando. Que la montaña reparta suerte.
Consejo de viajero.
Alta montaña.
En trekking duro, es básico cuándo, qué y cuánto comes. Debes conocer tu ritmo de aclimatación y alimentación, ritmo que cambia sutilmente dependiendo de muchos factores. Por eso es muy necesario escuchar constantemente las señales de tu cuerpo. Lo primero que se avería no son las piernas, es el estómago. Hay que comer lentamente atento a cómo te sienta todo.
A parte de esto, el truco en altura es coger un ritmo lento, exasperantemente lento incluso, y mantenerte caliente. Si vas aclimatando a medida que caminas y no coges frío, todo va bien.
El Monte Kenia es un regalo que se desenvuelve poquito a poco, colina a colina. Los picos van apareciendo y desapareciendo, como haciéndose de rogar, y el camino es un extraño ecosistema.
Llegamos a Liki North Hut, 3.993 metros. El lugar es espectacular. Inmensidad salvaje. Mi tienda está situada en medio de un páramo que discurre por un desfiladero a los pies de uno de los picos menores del Kenia. No hay nadie más que nosotros. Estoy algo mareado, no son ni las 13 horas y hace frio. No quiero pensar en la noche.
Nada más llegar empieza a llover y la lluvia se convierte rápidamente en granizo. Las manos son mi punto débil. Se me hielan muy rápido. Creo que las tengo crónicamente heladas desde….a saber. No salgo de la tienda más que para cenar a las 18 horas.
Ha hecho mucho frío toda la noche y me ha costado Dios y ayuda mantener los pies más o menos calientes. Metido en el saco como en una tumba, dos pares de calcetines y todavía los he tenido que envolver en la bufanda. Dolían. Al salir de la tienda todo estaba helado. El sol no ha llegado al cañón hasta las 7.30. Poco a poco, manos y pies van entrando en calor y dejan de doler por fin. ¡Que placer! Un café con french toast me devuelve la vida.
Otro paseo de 4 horas y media. Ni asomo de mal de altura. Un problema menos con el que lidiar. En esta tercera etapa el monte Kenia muestra ya su cara más esplendorosa y sus picos estrella enseñan amenazadores sus poderes. La extraña vegetación del páramo parece que rebrote frondosa… plantas que no he visto nunca ni se parecen a ninguna que conozca. Me encandila una con colores liliáceos que le dan aspecto de medusa.
Llegamos a Shipton’s Camp, 4.200 metros, bajo Bastian y Nelion. Hoy/mañana, de madrugada, nos vamos para Punta Lenana, cima: 4.985 metros.
Otra vez justo al llegar al Campo base cae una pedregada. Parece que Philip, el guía, tiene un pacto con el diablo del agua. No me he mojado ni un pelo, pero hoy sí estoy cansado. Me siento débil y estoy preocupado porque, si ayer hizo frío, hoy hace más y no puedo atacar cima con esta temperatura. Mis botas tienen vías de agua y mis guantes no aguantan temperaturas bajo cero… No sé.
Este campo está algo más lleno. Cuento como 20 personas entre los que ya han bajado y los que vamos a subir. Por cierto, mientras caminábamos por el sendero alto, hemos visto volver por bajo a los chicos que encontramos en Old Moses. Han acortado vía y ellos ya han acabado. Envidia. A mi me quedan los que, supongo, serán los 3 km y medio más duros de mi vida.
Hay en el campo unos curiosos animales muy parecidos a lo quokka australianos. He visto también alguno por el camino. Aquí les llaman Rock Hyrax.
Paso comiendo y durmiendo las 14 horas que me han de dar la energía para subir a Punta Lanena. Más frío. Tengo flato. Creo que es de angustia. Esta montaña me da miedo.
…
A las 3 de la madrugada empiezo la ascensión y a las 7.15 hago cima. Es un trekking severo, una subida constante desde el primer hasta el último minuto sin tregua ni cuartel. La suerte es que, con la oscuridad, no ves ni qué estás haciendo ni qué te falta por hacer. Eso lo ves al bajar… Y no te lo crees. Arriba sí, arriba te dan ganas de llorar y te olvidas de lo que has sufrido.
El Monte Kenia queda, quizás con el volcan Lanin de Argentina, el Pulag en Filipinas y el Rinjani en Indonesia, como los jinetes apocalípticos, las montañas que mas me han hecho padecer. Por ahora.
Y después hay que bajar, que también es duro pero ya es otra cosa. Encaramos en bajada vertical hacia el Minton’s Hut para coger la ruta Chogoria. Allí, a las 10 de la mañana desayunamos. Me quedo dormido y al mediodía seguimos bajando ya con un desnivel suave con vistas imponentes al Valle de los Desfiladeros. Entre unas cosas y otras, llegamos al último refugio de la ruta Chogoria, el Meru Mt Kenya Lodge, a 3.000 metros, a las 6 de la tarde. Todo el día caminando.
He sufrido, sí. A veces te preguntas por qué subes montañas si te hace sufrir. Pero es que, hasta el sufrimiento, el disfrute es adictivo y, después, el chute de felicidad en la cima no tiene comparación. A veces quieres algo o alguien que te hace daño y te dices que debes dejarlo pero no lo haces. Quizás es una relación tóxica con la montaña, quizás es un continuo probarte a ti mismo y conocer tus límites, quizás es mayor el placer que el dolor..
No sé. Creo que hay que saber sufrir. Las cosas se consiguen con esfuerzo. Mañana descansaré, ya otra vez en Nanyuki, y pasado a Nairobi. Hay que organizar el siguiente destino. Kenia ya es historia. El futuro es mañana y se llama Tanzania. Esto no para…