Brasil (y 8) Petrópolis (y 2ª parte) Genocidios. El Portal de Hércules.
Se acaba mi viaje por Brasil. Lo he dicho varias veces y lo repito: Me ha sorprendido lo buena gente que son los brasileños. Educados, hospitalarios, solidarios, alegres…
Dije que hablaría de Brasil y España. Agárrate.
Muchos brasileños son descendientes de españoles que vinieron directamente o a través de Argentina en la Guerra Civil. Y antes de eso tenemos el peliculón de la colonización porque, por mucho que se identifique Brasil con Portugal, aquí España también se lució civilizado y cristianizando a los indígenas. En realidad, en el año 1.500, españoles, portugueses y florentinos llegaron a este país casi al mismo tiempo… y fué una merienda de indios. Un genocidio.
La Historia española aquí se puede representar entre dos personajes antagónicos del siglo XVI: Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda, ambos piadosos clérigos andaluces…
El primero, se oponía firmemente al esclavismo y proponía una evangelización pacífica y el segundo defendía el concepto de “guerra justa” contra los indios, a los que consideraba inferiores como consecuencia de sus pecados idólatras. Lo de los “pecados”, para ponerlo en contexto, se refería a la costumbre indígena de hacer sacrificios humanos a sus dioses y al canibalismo.
El “perla” de Sepúlveda, un ser con toda una biografía de taras mentales que perdió sus testículos en un accidente de caballo y que era conocido como Ginés “El amputado”, dicen aquí que consiguió numerosas conversiones con el simple método de dar a los indios una clara disyuntiva: o bautismo y buen trato o amputación de las manos y de vuelta a la selva.
Tampoco hay que escandalizarse. Al fin y al cabo, si profundizamos, esa es la base de cualquier religión: el premio y el castigo. Más de uno daría una mano si le aseguran no enfrentarse al fuego eterno por sus pecados.
Pues eso, con la razón, argumento o excusa de Dios, y financiado por unos reyes con el ojo atento a los recursos naturales de Brasil, entre españoles y portugueses masacraron a más de 3 millones de indios brasileños. ¡Ahí es nada! Y nos hartamos de vociferar lo malo que era Hitler mientras celebramos cada 12 de Octubre el día de la Hispanidad con fastos y desfiles militares con el rey y el Presidente del Gobierno a la cabeza rebosando orgullo y satisfacción. Y el clero… ¡Ah no! Callo. Ya me he metido bastante en camisa de once varas.
En definitiva: no hay ni un palmo de limpio en esta puñetera especie humana y que el que esté libre de pecado tire la primera piedra.
Venga, ya está bien, vamos a por lo del trekking. A las 8 de la mañana me viene a recoger al hostel Luciano, mi guía. Luciano tiene ya 58 años. En el caminar se le notan las rodillas castigadas, pero está fuerte como una mula.
El primer día haremos 8 km subiendo desde los 1.000 metros a los 2.200. La subida es, ya de entrada, fuerte, muy fuerte, y en apenas 2 horas nos ponemos en los 1.600 metros. Estoy chorreando de sudor. Voy bastante cargado, especialmente por el agua y comida para 2 días
Llegamos a Chapadão, a 2.000 mtrs, a las 2.15. Vamos rápidos. Del valle suben unas nubes sospechosas y Luciano dice que va a llover. La última hora ya me pesan las piernas y el tramo final hasta el Morro do Açu se hace ya gateando sobre unas piedras resbaladizas con mucha guasa. Me duele la espalda. Ayer llovió fuerte en Petrópolis, resbalé en el piso del hostel y me dí en toda la rabadilla.
Hacemos cima a las 15.10 y entramos en el refugio de Açu a las 15.20. La niebla ya no deja ver nada más allá de 50 metros y hace un rato que llueve pero sin intensidad. No me ha llegado a calar. Nada más quitarme los zapatos cae el diluvio. Me he vuelto a salvar por los pelos. Y es que, en realidad, en la montaña hay que hacer por llegar a resguardo antes de las 15 horas. A partir de ahí, el clima se encabrona.
El tormentón es de los gordos. Lluvia, viento, truenos y relámpagos. Un completo. Suerte que no me ha pillado. Aquí los rayos son un peligro. Las heridas en la piedra dan fé. En 1.980 lo rayos se cargaron, uno a uno, a 7 componentes de un grupo de trekkers.
El refugio de Açu es una casita pequeña y agradable y con este tiempo resulta una delicia. Sólo le falta un fuego. Ya con la noche cerrada, las luciérnagas desafían la lluvia como pequeñas estrellas fugaces en el bosque. Voy a dormir celestialmente.
Toque de diana a las 5.45. La previsión es otra vez lluvia a partir de las 2 pm. El Valle do Bonfim espera abajo pero, primero, hay que subir al Portal de Hércules.
Sube y baja arriesgado. Hay que gatear y escalar por piedra húmeda. Resbalo y caigo otra vez sobre mi espalda. Hay que buscar las fajas secas y/o con relieve. Me mareo. Bajamos a 1.000 para volver a subir a Morro do Marco, a 1.200. Desde ahí se ve el portal. La visual está cerrada y, si no hay vistas al llegar, el esfuerzo es en vano pero si abre, .. . Abrirá! Nos vamos acercando, siempre caminando por roca resbaladiza. Mucho cuidado. Poco a poco, tenso. No dar un paso sin asegurar el otro. Culo a tierra si es necesario. Otro costalazo. Van dos avisos. La piedra me enseña los dientes. El corazón se me encabrita y me vuelvo a marear.
Leve, leve, hay que hacerse leve, escoger bien donde pisas. Y a veces la hierba, muy alta, ni deja ver donde pisas. Luciano se gira y me dice: «Cuidado, aquí hay mucha serpiente. Le pregunto:» ¿Cascabel?» Me dice: «No. Cobra».
Llegamos. No abre. Visual nula. La montaña no quiere, la montaña manda. De vuelta al refugio. Han sido 3 horas. ¿Para nada?… Y 3 horas màs para bajar hasta la puerta de Petrópolis.
No hay para más, ni de Petrópolis ni de Brasil. El tiempo pasa volando. Un dia en Rio y al aeropuerto a cenar y dormir. Será otro de esos días sin final. A las 6 de la mañana salgo… Hacia Colombia.