Andorra (1) Calentando motores. De camino.
¡Ya está! Ya hemos «doblado la curva» de la pandemia Covid-19. Y, de paso, la de la polución mundial. Estamos a los niveles aconsejados por la OMS y no lo conseguíamos desde hace décadas.
Estoy contento porque, supongo, ahora todos los gobiernos y toda la sociedad se pondrán a doblegar las otras curvas. Las del calentamiento global, la de la degradación de la Naturaleza por el urbanismo salvaje, la de la pesca industrial, la del abocamiento de plástico, la de extinción de especies animales, la de la deforestación, la de la violencia machista en todos los niveles, la del hambre en África y en todo el Mundo subdesarrollado, la de la malaria y el sarampión, la del incremento de la práctica de la tortura en los regímenes autoritarios, la de las guerras,… ¡Pues no queda faena! Y lo de «doblar la curva»… Ya veremos. El partido acaba de empezar. Mucha tela que cortar veo yo.
Las vueltas que da la vida. Decía, hace ahora un año: «Nada es verdad y nada es mentira» . Era en un post sobre un viajecito de 1 semana a Barcelona, cuando ni siquiera sabíamos lo que era una «pandemia», y ahora vuelvo a Barcelona de camino a Andorra y me quedo aquí unos días. Todo sigue igual: «Nada es verdad y nada es mentira»
Parece ser que ya no está el bicho en parte del Mundo, se evaporó el virus, se acabó el obligado confinamiento y, con prudencia, ya podemos viajar. Sinceramente yo no entiendo nada porque no parece lógico que el tal «COVID» se haya ido muy lejos así que, mientras no lo vea claro, me conformaré con pequeños viajecitos para ir calentando motores hasta que la situación se normalice mínimamente. Andorra no es un viaje largo pero es un viaje internacional. Es a lo que me atrevo ahora. La situación sigue muy incierta. Sinceramente, no entiendo que esta pasando. Tres meses de confinamiento y, de golpe, parece que el virus está vencido o se ha ido de vacaciones… Dicen que ya podemos movernos libremente por España y por media Europa pero también advierten que en cualquier momento puede haber un rebrote y volver al confinamiento. Total, me voy a Andorra.
Y de camino en este mi primer viajecito de calentamiento, ya en Barcelona, me entero por la tele que la situación es complicada porque viene una ola de calor, hay que hidratarse, no abusar de alcohol y azúcar, evitar hacer ejercicio en las horas de más calor y avisar al médico si tienes algún síntoma de algo. ¡Y toda eso en verano! ¡Suerte que me han avisado!.. ¡Madre de Dios cuanta tontería!
Empiezo por pasear por los barrios altos, San Gervasi y Sarria y paso la frontera de la Diagonal para acercarme, de nuevo, a Gracia y hasta la calle Mallorca y la Sagrada Familia y, de un tirón, a San Pau. Una magnífica comida en una braseria Gallega y vuelta a casa.
Y los días siguientes toda Barcelona, desde el Palacio de Pedralbes al Borne, desde el parque Güell al Paralelo y Poble Sec, desde Sans hasta El Gótico, Ciutat Bella y las Ramblas de abajo arriba y vuelta al ruedo otra vez… Las plazas, los mercados, tapeo en los bares más tradicionales, parques y jardines… Barcelona, nada nuevo, pero… Un par de notas…
Mucha gente por la ciudad hablando sola, pero no sabes si se han escapado del frenopatico o se ha metido un pinganillo por el orto. Eso del teléfono móvil es una locura.
Está claro que somos monos. Está costando más de la cuenta adiestrarnos en eso de llevar mascarillas. He visto de todo. Desde policías con la máscara colgada del cinturón multando coches mal aparcados, hasta una chavala musulmana con toda la parafernalia de velos por todos lados, pañuelo envolviendo completamente el pelo con 30º a la sombra y la mascarilla en la mano. Como la mascarilla no la manda ningún «dios» o profeta…
Mucho comercio cerrado, los bares, se llamen «d’Angelo», «Don Pedro o «Tipic Sant Jordi», son casi todos propiedad de chinos y los colmados pakistanies brotan como setas. La economía europea se tambalea peligrosamente pero soplan vientos de prosperidad desde Oriente.
Pasamos hoja…y de un tiro me plantó en Andorra.
Otra vez en mi hábitat natural, el autobús. Son 3 horitas de nada y ya estoy en Andorra, un minúsculo país de 80.000 habitantes conocido, en teoría, por su comercio «bueno, bonito y barato», sus bancos opacos y sus pistas de sky. Y digo en teoría porque desde que en el 2.010 perdió su consideración de paraíso fiscal el atractivo de Andorra recae ya sólo sobre las espaldas de su maravillosa Naturaleza.
Andorra era un país pobre y, hasta mediados del pasado siglo, no tenían recursos para mantener a más de 6.000 personas. Montaron un paraíso fiscal, pistas de sky y arreando. Hoy, con la pandemia, parece que están preocupados otra vez por su futuro.
La capital, Andorra la Vella es un pequeño centro histórico con muy poca historia y un centro comercial de una calle con con una variopinta multitud. Piedra, el río, techos de pizarra y vidrio.
Y fuera de la capital, el resto de Andorra es un paraíso verde con puntitos blancos que en invierno encuentra su viceversa completa. Me alojó en Rensol, una urbanización más que un pueblo, cerquita de Canillo y rodeada por todos lados de montañas. Me voy a hinchar a andar…