Hay una casa en Nueva Orleans,
la llaman «El Sol Naciente»,
y ha sido la ruina de muchos pobres chicos.
Dios sabe que yo soy uno de ellos.
The Animals
A Nueva Orleans, la llaman «Big Easy» en honor a su vida «relajada», tiene fama de noches juergueras, música en vivo y una cocina mestiza bien condimentada heredada de una historia de influencias francesas, españolas, africanas y latinoamericanas. Su carnaval, el Mardi Gras, es un ejemplo de jaleo exagerado, escandalosos desfiles con máscaras, disfraces extravagantes y fiestas callejeras a lo bestia. Espero hacerme aquí con alguna buena màscara para la colección.
Sí, Nueva Orleans es fiesta y, a estas alturas, la fiesta realmente no es lo mío. La fiesta está en algún lugar entre el 150 y el 1.500 de mis prelaciones, quizás al mismo nivel y por la misma razón que las ostras de las que una Navidad me harté sin medida y, supongo, como alguna estaba en mal estado me dió una indigestión de las buenas. De fiestas también me he dado un hartón años ha y he encontrado muchas en mal estado, también con consecuencias de difícil digestión. A ver qué pasa…
En el 2.005 el huracán Katrina se llevó por delante la ciudad entera. Fué un huracán tremendamente dañino económicamente así como uno de los cinco huracanes más mortíferos de la historia de Estados Unidos. Al menos dos mil personas murieron debido al propio huracán o a las inundaciones posteriores.
La mayor parte de la ciudad se encuentra bajo el nivel del mar, entre el río Misisipi y el lago Pontchartrain, de manera que debe protegerse mediante diques. Nueva Orleans quedó inundada porque ese sistema de diques falló y el 80% de la ciudad, así como grandes superficies colindantes habitadas, quedaron bajo agua. Los daños materiales más importantes se produjeron con la inundación de todas las ciudades costeras de Misisipi y el arrastre de barcos a tierra que chocaron con los edificios que encontraban a su paso.
Nueva Orleans, hoy, es una ciudad un tanto desangelada, con mucho calor y una humedad agobiante. En verano esto debe ser una sauna finlandesa.
Del motel me voy hacia el Barrio Francés, ahora, de buena mañana, casi vacío. Me llegó a la Catedral de San Louis, Jackson Square y el Mississippi… Buena música en la calle pero avergonzada por payasos con gafas negras y play back haciendo ver que tocan la trompeta. Entro en el centro y…tranvías, hoteles de lujo, muchos vagabundos tirados en la calle y poco más. Nueva Orleans duerme hasta tarde.
Me alejo del centro, casitas pintadas, muchas abandonadas y, ya hacia el City Garden, mansiones más tipo sureño y un cementerio… Aquí hay mucha cultura de la muerte con implicaciones festivas, como las tradicionales orquestas en los entierros, y otras más inquietantes como la brujería y, especialmente, el vudú…
Me parece estar en una ciudad ganada a la selva, tipo Santiago de Cuba quizás, pero no le veo el atractivo hasta a eso de la 16 horas que ya ruge la marabunta en la calle Bourbon… En cualquier otra ciudad del Mundo es la hora del te, cafè o merienda y aquí ya parece un sábado con la noche bien entrada y la fiebre subidita. Creo que el encanto de Nueva Orleans no es el lugar si no la gente y el ambiente, una mezcolanza mil leches en una especie de circo salvaje y desencajado bien provisto de toques más que originales..
Aunque, como decía, ya no me mola protagonizar expediciones fiesteras, desde luego limitándome a mirar los toros desde la barrera aquí el cerebro se me espabila y el dedo me pilla un tic porque el espectáculo es de lo más fotogénico: brujas adivinadoras del porvenir, encantadores de serpientes, neones sicodèlicos, músicos, toda una serie de cuerpos esculpidos a base de fast food y Coca-Cola que parecen ruedas de camión moviéndose a ritmos imposibles, estatuas humanas e, incluso, una boda con antifaces y banda al más puro estilo Orleans. Toda una experiencia, la verdad. Si existió «El Sol Naciente» de The Animales, seguro estaba en Bourbon Street.
Disfruto pero, de medianoche nada, a mi a las 7 de la tarde la carroza ya se me ha convertido en calabaza más que madurita. Aquí la gente bebe un montón, nativos y turistas, y yo tengo muy claro que el alcohol y el trasnoche lo pago a crédito de interés caro así que, acabado el reportaje fotográfico, me retiro a mi habitación, con una botella de vino, un surtido de embutidos y pan inglés, a descansar, escribir y organizar viaje.
El nuevo día empieza bochornoso y, de camino hacia la estación a comprar tickets para viajar mañana hacia Oklahoma, del cielo cae la de Dios es Cristo. También de esto hay en viaje. El órdago en forma de tormenta tropical no pasa de suponerme más de dos horitas de aburrida espera refugiado en el lobby del Hotel Hyatt y, cuando ya empieza a clarear, me visto de submarino con paravientos, capa …y a ramblear.
Paso al distrito financiero por verlo y me vuelvo al Barrio Francés que es donde está la gracia y el salero a ritmo de soul, jazz, blues, rap, rock y toda la música americana que te puedas imaginar. En un local juro que se oía una canción de Bee Gees… Una parada para probar la comida criolla, al fin y al cabo no más que diferentes «sopas» de frijoles, arroz y/o maíz, sabrosas y potentes, y ya me vuelvo para el motel por Tremè: Congo Square, Louis Armstrong Park, Lafitte Greenway…
Por cierto, no he mencionado que Nueva Orleans fué en su día, nada menos, capital de la provincia española de Louisiana. Pero esa es otra historia, una historia de naufragios, compras y ventas de cuando los gobiernos jugaban al Monopoly con extensiones reales del planeta y, de paso, con sus habitantes. Quizás con algo más de disimulo pero todavía hay de eso. La Historia cuenta mucho de la naturaleza humana…
¡Ah! Y ya he encontrado mi máscara de Mardi Gras. Una chulada. En su momento la presentaré.
La temperatura ha bajado de golpe y porrazo como 8 ó 10 grados. Hoy toca disfrutar de una buena cama. Mañana serà día de viaje autobusero de los de patada certera en toíta la espalda guapa: Nueva Orleans-Houston-Dallas-Oklahoma City. Dieciocho horas en total.
Adelante pues.