Egipto (2) El Mar Rojo. Sharm el Sheij.

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Sharm es una ciudad creada para turistas. Sin ninguna historia. Hoteles y comercios uno detras de otro. Sin interés alguno. Aqui se viene «al tajo», se viene a bucear y sòlo a bucear porque este lugar es nada por arriba y todo por abajo. Donde acaba el desierto, empieza uno de los mares con mas vida del mundo. Cosas del Big Bang, supongo.

Cojemos cada dia un barco a las 8 de la mañana y nos pasamos el dia en el mar hasta la vuelta, a eso de las 5 de la tarde. Dos inmersiones por la mañana y una por la tarde, mas o menos. Mar, mar y màs mar. En medio, un bufet de comida a bordo sencillo pero buenísimo. De una cocina minúscula salen 6 o 7 bandejas de comida egipcia algo occidentalizada para no herir sensibilidades. Hambre, el mar dá hambre. Un placer.

Las inmersiones alli son una pasada, un curso avanzadito de submarinismo de 7 a 40 metros de profundidad en un mundo de sensaciones apabullantes en el Parque Nacional Ras Mohammed. Barcos hundidos, tortugas, peces impensables, abanicos de gorgonias, anémonas, paredes verticales, jardines de coral…Aguas cristalinas, temperatura templadita… ¡Qué se yo! Como meterte en una película de Disney mezclada con la Guerra de las galaxias sin guerras visibles ni, mucho menos, galaxias distantes. Eso está ahi, ahi mismo mismamente.

Y asi 5 dias, pobres de nosotros… Al llegar a puerto, limpieza y orden de equipo y al hotel, a seguir sufriendo… Siento tener que hablar de lo del hotel para no despertar envidias insanas, pero me veo en la obligación de confesar que la vida en el hotel es, tambien, de lo más idílica. Llegando alli, un par de horas en la piscina con una copita de vino. Leer, escribir, no hacer NADA, NADA. Al solete o a la sombra, como va apeteciendo… Despues, arrastrando nuestro cuerpo agotado por tanto no hacer nada más que ser feliz, llegamos a la habitación para ducha reparadora, ponernos los tejanos y camiseta «de bonito» y, bien peinaos, ir a cenar, a veces al comedor general con otro bufet pantagruélico, o al mejicano a ponernos morados de Margaritas y tacos.

Largas sobremesas de padre e hijo. Creo que estamos pasando una frontera: el hijo entra en la edad adulta y el padre pasa ya el medio siglo de historia. Llevamos juntos mas de 20 viajes a la espalda. Hemos conocido a Papa Noel en Laponia, los bomberos de Nueva York, la cordillera del Himalaya (sin rastro del Yeti), los osos panda en China, el desierto en Marruecos, los animales salvajes del Parque Kruguer en Sudafrica y un laaaargo etcetera. A partir de ahora su vida se complicará y cada viaje juntos puede ser el penúltimo…

Pues eso, lo dicho, pura vida. Poco màs y nada menos. Despues de la cena a dormir prontito y al dia siguiente vuelta a empezar. Queda demostrado que yo, de vez en cuando, tambien voy a un hotel guay y a un viaje tranquilo. No duele. No pasa nada. Parece que un «viajero» no puede entrar jamas en un hotel bueno sin autodestruirse o, peor, convertirse en «turista» para siempre jamás. Pues no, amigos, en absoluto, un viajero es un viajero y un turista un turista. Se ve la diferencia a la legua.

El ultimo dia en Sharm…, el último dia nos comimos la guinda: el Thistlegorm.

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