Si, la perla del viaje.
El Thistlegorm, un carguero ingles de 500 toneladas y 126 metros de eslora, fue hundido el 6 de Octubre de 1941 en plena Segunda Guerra Mundial por un escuadrón de bombarderos alemanes que buscaban al Queen Mary. En principio no iban a por él, pero estaba allí, en el lugar y el momento equivocado, y le tocó. Tocado y hundido.
Iba cargado con rifles, camiones, locomotoras, tanques, motos y material bélico a tope para la campaña de África. PIM, PAM, PUM, 9 marineros muertos y nace una leyenda para buceadores de todo el mundo que abandera y moviliza toda una maquinaria turística de dimensiones gigantescas. Esta inmersión es, por abajo, lo que es por arriba Machu Pichu o las Cataratas Victoria.
Y todavía mas suculenta que la historia de su hundimiento es la de su descubrimiento por Custeau, seguramente el tipo que más ha hecho por la difusión del mundo submarino en toda la historia. Dicen que fué el quien descubrió el Thistlegorm y, desde luego, el que lo hizo publico en su documental «El Mundo del Silencio». Sin embargo, no publicó sus coordenadas por lo que el barco continuó «perdido» durante 30 años. Y, dicen también, que en una bodega del Thistlegorm, la tercera, hoy vacía, llevaban el material mas importante para ganar una guerra: oro. Quizás alguien, quizás el mismo gobierno ingles, contrató a Custeau para rescatar el tesoro. Quizás no. Mitos, historias, leyendas…
Lo que sí puedo asegurar, eso sí, es que la inmersión al Thistlegorm es una gozada.
Nervios en el briefing, equipo O.K y para abajo, poco a poco,… Impagable. Impensable. Vas bajando y bajando, hasta 35 metros, hasta que aparece el barco…los tanques…las motos y camionetas militares, y oyes tu respiración suspendido en el agua. Todo lleno de peces soldado (¿animas?) y todo tipo de vida submarina que salpica de color el naufragio. Y te metes dentro de las bodegas…¡¡¡Madre de Dios y del Amor Hermoso!!! Un arsenal de guerra que mató a los que lo transportaban y que, hoy, es absoluta propiedad del mar que lo ha decorado todo como le ha dado la real gana, a base de tiempo y más tiempo, y siempre en modo fantasmagórico. Ojos como platos y sonrisa de oreja a oreja. ¡Que sensaciones!
Hoy nos hemos ganado el rancho. Y tenemos muchas cosas de que hablar. Este tipo de vivencias forjan, entre padre e hijo, cadenas de relación y sentimiento adheridas directamente al alma.
Inmersión absolutamente imprescindible.