Entre paréntesis. 2.020. El año de la pandemia.

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Ya llevamos casi un año entre paréntesis. Ojalá el 2.020, como digo en el título de este post, quede en nuestra memoria colectiva como «El año de la pandemia» y no como «El año que empezó todo». O quizás eso tampoco estaría mal… No sé. 

Su nacimiento me pilló en Brasil, después estuve en Colombia, ya en febrero en Ecuador y, tras 14 días de marzo en Portugal, el Mundo quedó cerrado a cal y canto. Así, de golpe y sin anestesia. Como quien dice en 4 días, el virus (no quiero ni nombrarlo) se había extendido incontrolable, los sistemas sanitarios estaban colapsados, estaba muriendo gente a miles y todos fuimos quedando confinados en espacios mas o menos minúsculos. 

Ese confinamiento para mí fue una nueva aventura, ni más ni menos. Tres meses en mi casa con tiempo para disfrutarla y descansar de mi continuo deambular, en una soledad rodeada de mar y montaña, un montón de día y de noche para trabajar en todo lo atrasado, pequeños paseos para respirar un poco de aire libre… La verdad, nunca había tenido ni mi casa ni mi vida tan limpita y ordenada. 

Así nos plantamos en la mitad del año y ya pudimos salir de casa y nos encontramos una nueva «normalidad». Un nuevo Mundo mucho más limitado. Restricciones casi absolutas para cruzar fronteras, socialización mínima, mascarillas y tests, limitaciones en el trabajo, crisis económica galopante, prohibición de todo lo que signifique ocio, fiesta y multitud… Un verano y un otoño raros, rarísimos, pero no malos. A mi me habían quitado el viajar pero, reinventándome, me he dedicado al mundo de las máscaras, mi otro mundo, exponiendo, haciendo relaciones, proyectando, estudiando y catalogando. Y, además, disfrutando de mi gente, gente mía a la que veo muy poco y con la que estar de vez en cuando ya es para mí extraordinario porque la vida viajera te aleja de los que quieres incluso más que una pandemia.

Y ha llegado la Navidad, una Navidad que yo nunca vivo, y he seguido sin vivirla más que de forma muy tangencial. Nada mal, nada va mal, como en una isla tranquila… Al paso. Soy de los que piensan que nada es bueno o malo, que todo tiene su cara y su cruz y es cuestión de buscar a las situaciones de la vida el morro y no el cogote. 

Los postres de este año han sido pruebas médicas y una operación de la hernia que me habían dejado de recuerdo las montañas que subí durante el último viaje. Cuando escribo esto todavía no lo sé, pero supongo que todo irá bien. Y mi cuerpo y mi mente se siguen aburguesando, me duelen todos los huesos de la relativa inactividad y, todo yo mismo mismamente y en mi totalidad, clamo por volver a viajar y a crecer. Y en esas estamos, otro año pasó, pas mal, insisto, pero yo ya parezco un bicho enjaulado. Ha sido un año extraño, quizás el menos activo de muchos pero, al mismo tiempo, quizás el más diferente y, por tanto, en cierto modo igual de aventurero que otros. No sé.

He procurador viajar a saltitos, de aquí para allá siempre dentro de España y… No, bien no estoy. Mentiría si dijera lo contrario. Nadie está bien, creo. No mal, como máximo. Sin drama, obviamente, pero yo desde junio tendría que estar viajando y ahora mismo estaría en Estados Unidos o, quizás, entrando en Canadá. De ahí seguiría viviendo, como siempre, a trote y galope y ya me pasaría a Islandia e iría viajando hacia el sur y llegando a casa habiendo acabado mi Vuelta al Mundo. No ha podido ser. Bien, qué se le va a hacer. Al paso. 

«Paciencia», me digo, «Sí», me contestó. Pero,… me da verdadero pánico pensar en qué voy a sentir y escribir el año que viene por estas fechas sobre qué fue el 2.021 si esto sigue más o menos igual… y por ahí andamos por lo menos por ahora. 

Parece que, ahora, se da el tiro de salida a la «carrera de las vacunas» envuelta en un montonazo de interrogantes que habrá que ir gestionando como cada uno pueda o quiera. Tampoco suena bonita la melodía. 

Yo, como muchos, quizás como todos, con este periodo de vida no tengo mucho feeling pero, desde luego, seguimos. No me ha parecido un mal año. Es lo que nos toca vivir, vivir es maravilloso y, además, todos hemos descubierto un montón de cosas. Unos hemos aprendido el valor de «pequeñas cosas», otros se han introducido en la tecnología y se han reinventado, algunos han visto cosas que tenían y no conocían, el entorno se ha recuperado un poquito, algunos han conocido al vecino y otros han tenido tiempo que no tenían para asuntos pendientes… Quizás el tema es si el 2.020 ha servido para algo. Si no es así es una mierda pero… si es una mierda no es culpa suya. Espero ver, cuando se disipe esta espesa niebla, qué es eso que viene después del «año de la pandemia» o del «año en que empezó todo». Lo que venga tendrá su cara y su cruz. Veremos.

Mientras, estoy un poco tristón y me sobran horas, algo para mi inaudito. Pero no me quejo. El poco hoy se llena de sueños cumplidos ayer y yo tengo muchos de esos en el zurrón.

Al fin y al cabo… Esto sólo es un entre paréntesis. 

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