Entre parentesis. 200 días en Asia. La ola

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He visto en Asia, de golpe y sin anestesia, 8 países. He disfrutado mucho de su Naturaleza y de su gente y, como ya a veces he comentado, he visto mucha miseria y mucha sonrisa. Por eso, me he puesto a pensar en qué es lo que tiene está gente que les da una felicidad de la que carece nuestro depresivo Occidente.

Está claro que el dinero no da la felicidad pero decir eso es un tópico fácil. Lo difícil es saber qué es lo que sí da la felicidad. ¿Què es lo que hace que gente con muchísimas menos cosas que el occidental medio sea más feliz que él?

La pregunta tiene guasa, pero puedo apuntar un par o tres de cositas que yo creo que algo tienen que ver con la respuesta.

El occidental ha perdido, a chorro, forma física, fortaleza espiritual y capacidad de sufrimiento.

Nada que ver una forma física labrada en un gimnasio o jugando al padel que la que tienes porque trabajas y vives en comunión con la Naturaleza. En Occidente estamos acostumbrados a que, apretando un interruptor, se enciende la luz, el agua sale calentita, se bajan las persianas y se enciende la tele. Ellos tienen que darle a una manivela para que funcione un equipo electrógeno, cargar cuesta arriba un cubo de agua para lavarse y nadie tiene un sofá para ver una tele que tampoco existe. Se cortan su leña, trabajan sus cultivos y cargan sus pertenencias.

El cambio de la cultura del esfuerzo de nuestros padres a nuestra cultura del interruptor es nefasto. Los ascensores, los coches, las prisas y los gimnasios son muy chics, pero el cuerpo y la mente se debilitan. La operación bikini, los cuerpos Danone y demás martingalas son tonterías.

Nuestra alimentación tampoco ayuda. Aquí comen con una de nuestras tapas y un bol de arroz, fideos o una sopa y un huevo. El agua, la fruta, grano y verduras que da la tierra es la base de su sustento. Allí, demasiadas grasas, demasiada carne, demasiado aceite y demasiado alcohol nos hace pesados y lentos.

La forma física es salud, y la salud sí da felicidad.

Ojito.

Y no te digo fortaleza espiritual. En Oriente se practica y se siente la espiritualidad en todas sus formas y en muchísimas variantes, desde el budismo al taoísmo incluso pasando por un ferviente cristianismo y, siempre, con un enorme respeto a los mayores, la familia como base de convivencia y a la madre Naturaleza. Allí ya no creemos en nada. Familia? Cual de ellas? La que nos vio nacer en la que ya nadie se habla ni en Navidad? La que formamos con la primera pareja? La que estamos formando con la tercera? A los mayores los colocamos en residencias y padres e hijos tienen vidas totalmente separadas e independientes. En Dios, algunos dicen creer pero minimizan al límite practicar. Y a la Naturaleza la violamos constantemente, a golpe de plástico, humo y ladrillazos.

En Occidente ya no tenemos ni religión, no ideología ni filosofía. Lo único que importa es el dinero.

Todo eso nos hace muy vulnerables. Demasiadas necesidades, muchas carencias y nada donde agarrarse.

Espiritualidad y valores básicos y naturales dan seguridad, y la seguridad y la confianza sí dan tranquilidad y felicidad.

Ojito.

Y que vamos a decir de la capacidad de sufrimiento. Donde para nosotros empieza una situación, si no insoportable, sí incómoda e incluso indigna, para ellos empieza una vida confortable y sin razón para queja alguna, si no más bien todo lo contrario. En Occidente son tantos los lujos que tenemos que se han convertido en lo.mas natural, casi en derechos básicos de cualquier ser humano. Por debajo de ahí es miseria. Que menos que un par de coches!…y alguna moto. Que menos que una casa con calefacción, agua caliente y una cocina “decentemente equipada”!…y quizás un garaje. Que menos que, 1 vez al mes, ir a un restaurante con amigos, salir de fin de semana, comprar algo de ropa, ir a un concierto, al futbol, al cine y al teatro! …y un viajecito de vacaciones como todo el mundo, claro.  Todo eso y mucho más son mínimos para nosotros. Si no tenemos eso… tristeza. Pues ellos no lo han tenido nunca, así que nadie puede quitárselo.

Con poquito se puede ser muy feliz, pero, al igual que el tabaquismo o el alcoholismo, el consumismo nos acostumbra y adicciona a mil cosas hasta que su carencia nos produce un “mono” del que es complicado salir. Muy complicado. Ese es el sistema en el que vivimos y el que nos hace débiles, víctimas propiciatorias para la depresión, la ansiedad y todo tipo de neurosis que son, ya hoy, la peste del siglo XXI.

Cuanto más tienes más quieres, cuanto más te falta menos feliz eres.

Ojito

De todas formas lo curioso, o quizás debería decir lo jodido, es que la ola está llegando a Asia…

En las ciudades sobre todo, pero ya también casi hasta en el último rincón de las montañas, las nuevas generaciones ya se pierden por jugar con el móvil y escuchar música pop. Y de ahí….

Es una lástima, pero nosotros no vamos a aprender de ellos, son ellos los que están aprendiendo de nosotros. El turismo masivo y, sobre todo, internet, están haciendo estragos en culturas milenarias.

Si, es una pena pero la ola está llegando hasta el último rincón del mundo. Muy, muy rápido.

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