Bahir Dar esta situada a orillas del lago Tana, la fuente del Nilo Azul. Aquí empieza la tierra de la mítica reina de Saba que abarcaba buena parte de Etiopía y también de Sudán, Arabia y Yemen. Un poderoso imperio que controlaba todo el comercio entre África y Asia.
Según La Biblia, la reina de Saba llegó a Jerusalen, cargada de especias y joyas, para conocer al Rey Salomón y probar su legendaria sabiduría. El relato, curiosamente, continua en el Kebra Nagast, el libro sagrado de la iglesia ortodoxa etiope. Según este texto, la reina tuvo un romance con el rey del que nació Menelik a quién Salomón regaló el Arca de la Alianza que, supuestamente, fue depositada en la Capilla de las Tablas, cercana a Santa María de Sión en Aksum.
La presión ha bajado con respecto a la ciudad, pero sigue siendo África. Más frondosa, más florida, pero África.
El hotel… Agua caliente, no, wiffi, no, higiene… no mires. Mi habitación está infestada de mosquitos. Armado con una toalla, hago una razzia con bajas importantes por el bando mosquitero pero, a medida que los voy exterminando, aparecen refuerzos igual de aguerridos. Esta noche será difícil.
Salgo a conocer Bahir Dar que, en realidad, no es más que el lago Tana, un parque y un poblado de chozas y barracas al que van rodeando avenidas arboladas. Los edificios nuevos están en un extraño estado entre la construcción y el derribo. El ejército patrulla entre la muchedumbre.
Caigo en una emboscada de compañeros de los mosquitos muertos que habían invadido mi habitación. Un chaparrón tipo tropical los ahuyenta. Corro yo también a buscar refugio bajo el techo de una choza y resulta que se está celebrando una boda. Música de tambores y flautas, bailes y, sobre todo, ese sonido agudo y salvaje que las africanas consiguen haciendo vibrar la garganta, la laringe y la lengua y que es, sin duda, la esencia sonora del África tribal. Auténtico.
El resto de la tarde camino por las entrañas de la ciudad, pateando barro mezclándome con las etnias que conviven en este submundo de miseria africana, entre gritos y risas, como si mañana no importara. Y es que, realmente, poco importa el futuro si no hay futuro y África, me temo, tiene mucho más pasado que futuro. Si la corrupción y la incompetencia política occidental es notable, aquí es para nota.
Conozco bastante bien el norte, el sur y el oeste de África. Ahora toca el este. Hacía años que no pisaba este continente y no veo avance alguno para sus gentes. Parece que este pastel que llamamos progreso o, simplemente, calidad de vida, se lo están zampando entre muy, muy pocos. Para el pueblo, ni las migas.
Para cenar, en el mismo restaurante del hotel, pido que me den cualquier cosa menos de cabra. Dicen que me darán ternera y me dan cabra. Esta vez con chile. Los africanos tienen una desagradable tendencia a pensar que el europeo es estúpido. Eso me jode, aunque alguna base tendrá. Me he comprado una botella de vino tinto etíope. Voy a necesitar toda la ayuda posible para dormir.
Ya sale el sol. En un día veo el lago Tana con sus iglesias y las cataratas del Nilo Azul.
En el lago, un paseo en barco y visita a 2 monasterios ortodoxos de 5 o 6 siglos de antigüedad con bonitas pinturas religiosas. Cocodrilos, pelícanos e hipopótamos campan por el sucio lago como atractivo complementario.
Ir hasta las cataratas tiene más guasa. La carretera, por llamarle de algún modo, es de las de agárrate. Los baches y el barro ponen a prueba la destartalada minivan que nos lleva. A los lados, poblados de barracas construidas con palos de madera, paja y excrementos, y tejadas con hojalata. Ganado de todos los tipos y humanos en un estado de pobreza de otra dimensión. ¡Que miseria por Dios! Un niño y una mujer adulta yacen muertos en el suelo. La gente se santigua. Dicen que se han electrocutado con el cable suelto de un poste eléctrico. Aquí la vida no vale nada.
Una caminata de media hora y llegamos a las cataratas que de azul no tienen más que el nombre. Los sedimentos le dan un color chocolate. Magníficas, eso si. Dicen que a partir de octubre el agua es mucho más clara. Media hora más de camino cruzando un larguísimo puente colgante, un rato en una motora por el río y otra hora por la misma carretera rompelomos y ya estamos de nuevo en Bahir Dar.
Total, una jornada con más pena que gloria. He conocido a 2 hermanos vascos, de Zarauz. Pablo e Imanol. Como no tengo más noticias de la gente de Addis Abeba, me apunto con ellos a un trekk por las montañas Semien. Mañana vamos a Gondar y pasado a las montañas.
No me quito de la cabeza las imágenes de miseria y muerte.
Salimos a las 10 horas hacia Gondar. Una carretera muy arregladita, con controles militares cada 30 kilómetros, pastores, muchos de ellos menores de 10 años, con su ganado en los inexistentes arcenes… Misérrimas pequeñas ciudades, pueblos y aldeas, magníficas vistas a verdes y frondosos valles y montañas…
En Gondar, el recinto real de Fasilidas y sus descendientes, también emparentados con Salomón, es un conjunto de castillos con un atractivo innegable, mínimamente reconstruidos con la ayuda de la Unesco, que devienen un ejemplo de lo que es África. En un país con una tasa de paro alucinante, el gobierno no es capaz de poner aquí a 100 tios a trabajar una semana y hacer una reforma global que multiplicaría exponencialmente el atractivo turístico del complejo y la ciudad. Es de una ilògica tremenda. Lo mismo los baños del rey, un estanque que debiò ser de un lujo insultante para disfrute de la corte mientras, extramuros, la gente moría de hambre.
Paseamos también por el mercado Kidame Gebeya, míserable hasta límites perturbadores, donde el encuentro con los tristes ojos de un o una adolescente me machaca como un martillo pilón.
Todo lo que estoy viviendo me está sacudiendo. Veo cosas que no quiero explicar. Estas gentes viven como animales. Nuestros perros y gatos viven mejor. Hay unos mínimos de humanidad que deberían ser exigibles por Derecho Natural. Es desesperante y desesperanzador.
Me cuesta dormir por las noches. Me siento impotente y responsable como occidental y los pensamientos tristes se me embozan en algún lugar hondo. Me estoy entristecido mucho. África me está dando fuerte… Y acabo de empezar.
Mientras cenábamos, Pablo, uno de los hermanos vascos, se ha mareado. Sudaba. De pronto, los ojos le han empezado textualmente a dar vueltas y se ha desmayado. Han sido 10 segundos y ha revivido, como si despertara de un sueño profundo. La movida ha sido considerable, claro. Ha «vuelto» como si no le hubiera pasado nada pero, durante esos segundos, no estaba. Algo ha fallado en su cerebro. Y mañana pretende venir a las Semien. Trekking de 2 noches/3 días. No lo veo nada claro.
Esto se está complicando demasiado…