Nuevamente en Addis. Que más contar de Addis…
Ah, sí… a lo peor alguien se equivoca si no aclaro un tema. No es que Addis Abeba y Etiopía vayan mal ¡¿eh?! ¡Ni mucho menos! La economía va estupendamente y la política no te digo.
Los chinos y los americanos, al igual que cadenas como Harriot, Hilton o Meridian, están levantando aquí, supongo que con elegantes socios etíopes, enormes rascacielos y hoteles lujosísimos. Y también obtienen suculentas concesiones para hacer carreteras que quedan destrozadas en un santiamén a la que caen cuatro gotas.
Y el Palacio Nacional, fuertemente custodiado, es para verlo. Tiene unos maravillosos jardines donde los mandatarios encuentran la paz y tranquilidad necesaria para pasear elucubrando planes para seguir haciendo feliz al pueblo.
Sí, Etiopía va bien… Para unos pocos. Las empresas han de ganar dinero, han que pagar a ejecutivos y han que retribuir a los accionistas… Y.también aquí, igual que en todos lados, el pez grande se come al pequeño en vez de cobijarlo bajo su dorsal…Mientras, las consciencias siguen limpias, las iglesias de todas las confesiones están llenas de devotos y el Mundo sigue rodando. No pasa nada
Yo, lo confieso, me como un Chekena Tibese y bebo una cerveza en mi restaurante favorito de Addis: Family Rose. No lo disfruto. Mis emociones, pensamientos y sentimientos van a mil. Demasiado ràpido. No sé. Aquí te planteas muchas cosas. El saber sí ocupa lugar. Y pesa. Salgo de Addis…
Un nuevo viajecito de bus a Shashamane, miniván a Dinsho y tiro porque me toca.
Desde Seshemene aparece un África verde de una sucesión de poblados con una mezcla de casas de adobo, algunas pintadas con colores pastel, chozas, graneros de troncos y mezquitas como de plastelina y papel cartón. Caballos, ovejas y vacas salpican el paisaje aprovechando el festín de hierba y los ríos se manchan de color con mujeres haciendo la colada y la ropa secándose al sol. Es un África rural y fresca.
Pero son sólo pequeños pedazos. En seguida llegas a otra pequeña o mediana ciudad sucia y destartalada con humana inhumanidad.
Subimos por un puerto de montaña y monos, ciervos y jabalíes se mezclan al lado de la carretera con el ganado doméstico. Llegó a Dinsho y cojo una habitación en una pensión de mala muerte. Las condiciones higiénicas son de enfermar. El pueblo es tenebroso. Ceno en un tugurio rodeado de lo que podría ser perfectamente una patrulla de Al Fatha. Aquí hay mucho musulmán radical. Soy el único «faranji» en el pueblo, cae la noche y no hay ni un gato pardo. Ni blanco, ni negro. Ni ratas siquiera. Se lo habrán comido todo. Parece que este último asalto del viaje a Etiopía también será durillo. Me encierro a cal y canto en la habitación.
Cae un diluvio como para hundir el Titánic. Va a ser difícil hacer un trekking sin arriesgarme a una pulmonía. Decido que haré caminatas de ida y vuelta por el Parque Nacional pero no me quedaré en las montañas haciendo travesía.
Esto es el África “fea”, sin lodges ni safaris, la que únicamente vislumbran mínimamente los occidentales que pasean por aquí en 4×4, la que no enseñan más que de pasada los documentales, la de las chabolas, basura y niños estigmatizados con pobreza sin remedio. En la tele no enseñan esto, solo enseñan miserias extraordinarias en catastrofes naturales, conflictos bélicos o sus “después». Lo que yo veo y vivo es lo habitual, quizás el “antes”, la vida diaria y normal de cientos de millones de personas, igualitas que nosotros, que nacieron en el lugar equivocado. La triste realidad que hace que, de lugares como este, hombres, mujeres y niños traspasen cordilleras, se enfrenten a los elementos y se tiren al mar en busca de una esquinita del paraíso occidental. Esa gente a la que nosotros les cerramos la puerta en las narices sin buscar ni alternativa ni solución.
Al lado de todo esto y, a la vez apartado, está el Parque Nacional Bale Mountains. Dos días trekkeando por estas maravillosas montañas. He contratado un guía, Muda. El satélite, por muy bien que marque los senderos, no es aquí suficiente y, en caso de una emergencia, no te va a servir de nada.
Bosques fantasmas, prados y extrañas flores, considerable altura y desnivel, preciosos nyalas, astados los machos y delicadas las hembras, huidizos babuinos y warthogs, los jabalíes africanos, barro…
Dinsho está a 3.000 metros sobre el nivel del mar y en los paseos por el Parque nos ponemos hasta los 4.000. Todavía no me he adaptado a la altura, pero estoy en ello.
Descansos en campamentos de montaña para comer las provisiones de arroz o pasta con verduras, regadas siempre con saludables tazones de té de orégano u otras hierbas que Muda va recogiendo por el camino, praderas de kniphofia, salvia y otras plantas y arbustos, ríos y saltos de agua, ranchos, jinetes, prados infinitos ….
Hoy hay mercado y, por el destartalado puente del río Web, vienen gentes de los pueblos de la montaña con verduras y ganado para vender.
Han sido 2 días de agradables caminatas por las montañas Bale pero con 2 noches en la pensión de Dinsho ya tengo más que suficiente y, volviendo de la segunda jornada, ire ya a dormir a Bale Robe. «Esto», mi tiempo en Etiopía, se está acabando. No hay tiempo para más.
P0BRET SE QUEDA SIN TREKIN POR EL DILUVIO ,SÓLO HARA UNOS PASEITOS POR EL PARQUE ,A RECOLECTAR PATATAS TENDRÍAN QUE MANDARTE CON DILUVIO.?
Hola Cal.los!!! De quedarme sin trekking ni pensar. Pues no caminé yo horas por alli. Demasiadas! Salut amic ?