Indonesia (3) Un barco a Flores.
Las 3 islas Gili (Air, Meno y Trawangan) son de esos lugares que la gente llama «un paraíso». Bueno, pues vale. Preciosas playas, locales modernos, mar azul, música tipo reggae o chill out y nada que hacer más que comer, beber y tirarte en la tumbona.
Yo solo he conocido Gili Air, una isla a la que se dà la vuelta caminando en menos de 2 horas. Nada de coches ni de motos, sólo bicicletas y tartanas tiradas por caballos. Bastante limpio y barato si te buscas la vida. Es especial para parejas y jovenes y, como yo no entro en ninguna de las dos categorías, la verdad, se està bien pero no es para alucinar. Dos días para descansar, escribir y seguir preparando el viaje, para engordar un poco que ya me va haciendo falta, y a otra cosa mariposa.
Naturalmente, como en todo este tipo de sitios, el momento cumbre es el atardecer en la playa. Los solitarios miran caer el sol recordando quien sabe qué o quién, y las parejas se cojen de la mano jurando no olvidar nunca ese momento. Mientras, antes y despues, piensen lo que piensen y digan lo que digan, la vida seguirà dando vueltas para llevar a cada uno a su destino. Supongo.
¡Ah!: también mucho salón de masajes, pero no uso. Solo ver cómo me miran las masajistas justo a 10 centímetros de mi bajo vientre, donde llevo la cartera, ya me huele a chamusquina. Inconvenientes de ser tan guapo. De lo que sí me harto es de tomar zumos. Buenísimos y refrescantes. Necesito vitaminas, sobre todo «C», porque del Rinjani me he traído de souvenir un gripazo considerable.
Vuelvo a cojer el barco que comunica con Bangsal porque, hoy mismo, me pillo un crucerito de 4 días desde Labuhan Lombok para llegar a Flores navegando por las costas de Sumbawa, Komodo y Rinca. Le llamo «crucero» pero no es nada de lujo si no todo lo contrario. Me cuesta la barbaridad de 2.200.000 rupias. Dicho así parece caro, pero eso es sólo el efecto de la moneda del país. En realidad no sale ni a 35 euros el día todo incluido. Pas mal.
El barco en cuestión es viejo y desvencijado. Lo primero que te preguntas cuando lo ves es dónde están los chalecos salvavidas. Puentecillo de mando y 3 cabinas en medio, 2 w.c. y cocinita en popa y un salón comedor en proa. Arriba, cubierta para tomar el sol y dormitorio común.
La experiencia es agradable, tipo dolce far niente en el mar. Grupo de 20 personas de todas las nacionalidades (Mónica y Ramon de Valldoreix, Martin de Buenos Aires…) y tripulación con pinta de piratas malayos del Sandokan de Salgari. Navegamos parando para bucear y hacer pequeñas excursiones. Las comidas, arroz y fideos con aderezos vegetales varios, tofu y demás delicias culinarias derivadas de la soja. Muy sano serà, pero nada más.
Aquí vas todo el día en pantalones cortos y descalzo haciendo oposiciones para pillar hongos varios y, así, me pego un costalazo considerable saliendo del toilet y casi me descalabro. A la mañana siguiente no me puedo mover de dolor en el costillar. Como si me hubiera atropellado un camión. ¿Fisura? ¿Rotura? A base de ibuprofenos y nolotil consigo una tregua y puedo disfrutar de los paseos y el snorkel. Mas o menos.
El agua està a una temperatura deliciosa y te puedes pasar horas mirando arrecifes, corales, peces tutti colori, borgonias, estrellas de mar azules… En tierra, cascadas, ciervos, una aldea de pescadores, dragones de Komodo… En el barco, amaneceres y atardeceres en el mar, baños en un islote de playa blanca y agua turquesa, conversaciones, navegar con delfines, dormir… dejar transcurrir el tiempo. Me agencio un bronceado ideal, màs fucsia que rojo, tipo hijo ilegítimo de una gamba y un pescador salido.
Total, un bonito viaje combinacion perfecta de hedonismo y masoquismo viajero. El hedonismo de navegar mezclado con el dolor de la fisura y la dificultad de mantener la mínima higiene.
Ahora toca quedarse unos días en Labuanbajo para recuperarme del costillamen. Imposible cargar una mochila.