En los viajes largos, a veces te quedas colgado 5 días o 1 semana en un pueblo extraño, en la quinta puñeta, por algún problema administrativo, una lesión, esperando un transporte o, simplemente, por agotamiento.
Yo me he quedado en Labuanbajo 6 días recuperando mi espalda. Un alto en el camino también es gustoso. Va transcurriendo el tiempo, paseas, la gente te va conociendo y vas conociendo el lugar, conversas, escribes, lees…encuentro para las cenas un mercado nocturno con chiringuitos donde te escoges el pescado y te lo hacen en las barbacoas. Ocho euritos una langosta y un pescado, verduritas, salsas y arroz. ¡De muerte!
Mr. Herman, el Big Boss del hotel, un señor en los 70 , ex boxeador, un tío tranquilo y afable con cierto parecido a Joe Frazier y al que le quedan 3 dientes, me invita a su segunda residencia en la isla de Messah donde, dice, va a haber una boda mañana noche . ¿Por qué no? Me encantan los imprevistos y me apunto a un bombardeo, así que allà voy.
Dos horas en una especie de chalupa con motor «chup chup» y con 50 ó 60 indonesios. Las mujeres en proa, los hombres en popa, todos sentados o tirados por el suelo. Aquí no preguntes donde están los chalecos salvavidas. No hay. Si esto se hunde, good bye my friends. Llegando alli, el lugar es tremendo. Una loma, una plaza y barracas que cubren la isla por completo. Suciedad brutal. Poco occidental debe llegar hasta aquí. Abarrotado de niños, gente tirada por todos lados, barcos destartalados…de película post guerra nuclear. Miseria indescriptible y depresiva. Me miran todos con cara de alucine. Asumo que debo parecerles feo de cojones. Empiezo a sospechar que mi nuevo amigo me ha traído en plan espécimen exótico que realce la fiesta.
La casa es un par de salas casi vacías, sofás rotos, una estanteria con jarrones y figuritas kitsch y una cocina. Por el tejado de uralita veo correr 2 ratas grandes como gatos. Preferiría no haberlas visto. He de dormir en el suelo.
Llega la hora de la boda. Herman me señala el espejo para que me arregle un poco y me pone una especie de perfume de incienso en los brazos, dejando así clarito que no le gusta como huelen los blancos, en general, y yo en particular. Me pongo al hombro un pareo naranja y mi amigo asiente con aprobaciòn. Ahora sí.
La boda es una jarana verbenera indescriptible. Hileras de sillas de plástico rojo en un entoldado en medio de la plaza. Unas 500 personas. Toda la isla. Naturalmente, yo soy el único occidental. Es, para que os hagáis una idea, en plan película de Bollywood. A la izquierda, las señoras con hiyab y vestidos largos de colores de impacto súbito, maquillaje blanco cadáver y labios rojo sangre. A la derecha, los hombres, con traje o camisa indonesia de fiesta con el típico cuello Mao y con su gorrito en forma de casco de barco.
Un escenario mirando al público dividido en dos. La mitad de la izquierda, un arco o puerta de neón y una especie de casa de muñecas de colores blanco, rojo y oro con lucecitas de colores intermitentes. Ahí están, de pie, los novios y sus orgullosos padres. Él con traje de gala rojo, ella con falda de seda roja y blanca y corpiño rojo con un tocado entre Dama de Elche y Nefertiti. Se forma una cola y todos vamos pasando a saludarles… y dejar en una hucha un sobre con dinerito. La parte derecha se utiliza para intercalar parlamentos y actuaciones musicales de artistas y artistos varios que cantan canciones de los Manolos Oteros y Pablos Abrairas indonesios con sinuosos bailes orientales.
Herman debe ser un capo del pueblo porque nos sientan en unas sillas forradas de blanco que han puesto a los lados para, supongo, la gente importante. Ya me ves ahí, sentado al lado del imán, del alcalde y demás VIPs del pueblo. Surrealismo total. Intento mantener la compostura con mi pareo, mis Panamá Jack, mis tejanos y una camiseta medio limpia más gris que blanca. Brazos cruzados, erguido y seriote. Es de las situaciones más esperpénticas que he vivido. La gente me mira, los del reportaje gráfico no paran de hacerme fotos y yo, quieto y callado, con gallardía europea.
De pronto, uno de los que hacen discursos me mira directamente y me suelta una parrafada. Todos aplauden y me vitorean. Saludo con la cabeza. Solo he pillado «Mr. Nacho» y «Catalunya». Por lógica, sólo puede haber dicho 2 cosas:
1.- Que agradece mucho la asistencia a la boda del Sr. Nacho, originario de un lejano país llamado Catalunya, o
2.- Que presenta al Sr. Nacho de Catalunya, el cuál será sacrificado al final de la ceremonia, procediendo el chamán del poblado a cortarle los pirindeles para que su sangre fertilice a los simpáticos contrayentes y favorezca la abundancia de pesca en la isla.
Salió cara. Conservo mis atributos.
Tres horas y muchos cantes y bailes después, Herman me da un toque y nos vamos desfilando en medio de todos que me sonríen, saludan y estrechan mis manos como si fuera una estrella del rock. ¡Que papelón!
NOTA: no hay fotos porque no me atreví. Si Herman no me falla me las enviará. O eso dijo.
Sigo viaje hacia Bajawa. Salgo de la región Manggarai y entró en la de los Ngada.
Que barbaridad, amigo, no dejas de sorprenderme!!!!!
Impresionante viaje has pegado!!!!! Salud!!!!
No estoy ni a la mitad Gus.A ver qué me depara el destino…