Indonesia (6) Kalimantán. Las «personas de los bosques» y otras historias.

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De pequeño me inventaba terribles dolores de estómago para no ir al cole y quedarme en casa a leer los libros de aventuras de Emilio Salgari. Salgari fue el que me inoculó el virus de viajar. Y recuerdo que, en esos libros, entre los piratas malos, malos de toda maldad, los de Borneo eran de los peores.

Hoy en día, de maldad ninguna. La gente de Kalimantán, en la isla de Borneo, como todos los indonesios en general, son un encanto. Con una sola sonrisa consigues que se les ilumine la cara y te ofrezcan toda su amabilidad y hospitalidad.

En Pangkalan Bun, imprescindible adentrarse en el Parque Nacional Tanjung Puting a bordo de un klotok, un barquito de 2 pisos que sube por el río Sekonyer para ver macacos, monos narigudos y orangutanes («orang hutang» en indonesio, «personas de los bosques» traducido). Navegar por ese río color chocolate, dormir con la lluvia sobre los toldos del barco y escuchar los sonidos de la jungla, te rodean de un ambiente peliculero y aventuril que pocas experiencias pueden superar. Por lo menos sin jugarte el pellejo. Adentrárte un par de horas por la jungla ya te hace vislumbrar lo peligrosa que es. Las ramas y raíces se parecen demasiado a serpientes, un pequeño rasguño con una hoja puede darte fiebre o una urticaria de rabiar, pisas un nido de hormigas de fuego y ya estás bailando una polca…y eso sin contar posibles picaduras de tábanos, abejorros, mosquitos y demás bichos voladores. De las arañas pa que hablar.

Los orangutanes son monos monísimos pero con bastante mala leche. Miran con cara de muy pocos amigos, aunque no me extraña. Si no es por los centros de conservación no quedaría de ellos ya ni el recuerdo. Una hembra con una cría se cabrea y carga contra el grupo. Susto  y desbandada general pero no hay que lamentar daños personales. Y es que es normal. Pesadicos los humanos. Suerte que es temporada baja porque el comportamiento de algunos occidentales es casi tan digno de observar, y mucho menos interesante de preservar, que el de los primates en cuestión. Zoom de 1 metro haciendo fotos a diestro y siniestro, risitas nerviosas, bromitas tontas…Vaya humanidad.

Quince horas en bus hasta Banjarmasin, paso obligado para llegar a las montañas Meratus, en Loksado. Una tortura malaya el viajecito. De las 5 de la tarde hasta las 8 de la mañana del día siguiente. Autobús de risa y carretera de miedo. Acabo con los riñones en la frente y la caja torácica en el culo.

En Banjarmasin se duerme en una cama de verdad y hay un mercado flotante chulo. De camino en canoa a ese mercado por el rio, a las 5 de la mañana, la sucia y caòtica urbe que és Banjarmasin se viste de noche y, bajo sus puentes, con la oscuridad, parece que estás dando un paseo por el Sena de un París de principios del siglo XX. Con los primeros rayos de sol, el encantamiento desaparece y se impone la mísera y dura realidad no exenta de atractivo y exotismo. Si, se puede decir que el Benjarmasin de la orilla del río es, salvando las distancias, un pequeño París oriental, provinciano y musulman.

Por cierto, efectivamente en todo Indonesia la inmensa mayoría son musulmanes. Yo ya tengo el oido acostumbrado a las oraciones que salen constantemente de los altavoces de las mezquitas. Casi forman la banda sonora de mi viaje. Pero hay que reconocer, dicho sea con el debido respeto, que son muy pesados con la musiquita. Cuando los imanes se lanzan por peteneras y soleares musulmanas son cansinos de cojones, sobre todo a las 4 de la mañana. Pero bueno, es lo que hay.

Cuanto más entro en el Kalimantán profundo más difícil es encontrar quien hablé inglés. Entre mis pinitos con el indonesio, señas y sonidos, me apaño, pero no es fácil. Doy gracias al cielo que no me vea ningún amigo intentando hacerles entender cosas como que quiero ir a Negara a ver búfalos. El cachondeo podría ser eterno… Y, por cierto no vi los búfalos. Lo intenté pero el canal que lleva a la zona en cuestión estaba taponado por plataformas desprendidas de vegetación fluvial. No hubo manera. Y es que, a veces, quieres algo pero la Naturaleza tiene otros planes. Esto no es un reportaje de la tele y la aventura es la aventura amigo.

Me voy a las montañas.

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2 COMENTARIOS

    • Efectivamente!!!!! Ya decía yo que me recordaba a alguien el bicharraco. Igualito igualito que el tabernicola. Un abrazo también para el. Nos vemos prontito.

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