Inglaterra (1) Barcelona-Londres. Como Phileas Fogg.

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Pues si, llegó el día. Paso a mejor vida. No es que me ponga trascendente,  pero se me ocurre que un viaje largo es morir un poco. No queda nada de «antes» y no sabes nada de «después», sòlo imaginas.

Del antes ni familia ni amigos, ni costumbres ni horarios, ni amor ni desamor, ni obligaciones, ni casa, ni raíces, ni nada de nada. Todo entra en una nueva dimensión. El «antes» se acabó. Eso sí, Santa Wifi del Amor Hermoso, patrona de los Viajeros Desamparados me conectará, de vez en cuando con mi anterior vida desde el «más allá».

Del después…a saber.

Este viaje será diferente a todos. Se trataría de algo así como dar la Vuelta al Mundo en 4 ó 5 etapas, volviendo a casa cuando me apetezca o sea necesario. Esa es mi idea pero, desde luego, la vida puede tener otros planes y, si no estamos de acuerdo, siempre gana ella. Hacer planes a tan largo plazo parece ya una tonteria pero…la Vuelta al Mundo…suena muy, muy bien. El Viaje de Viajes. Quizás la mayor aventura que se puede vivir. Habrá que agarrarse los machos e intentar volver de una pieza.

Me ha parecido chulo empezar en Londres por seguir los pasos que imaginó Julio Verne en su «Vuelta al Mundo en 80 días». Aunque sólo sea el comienzo. Phileas Fogg, un rico caballero inglés, serio, solitario y obsesionado con la puntualidad, apostó, con sus colegas del Reform Club, la mitad de su fortuna a que podía dar una vuelta al mundo en 80 dias. A mí me ocuparà unos 800 días. Con idas y venidas, quizás el doble. Y, en cuanto a pelas, ya veremos. Calculo unos 50 euros al día, con aviones y todo. Echa cuentas.

Otra razón para esta primera etapa es que, a Londres, fué el primer viaje que hice solo. Mi padre me había amenazado con enviarme aquí para aprender inglés si no aprobaba todo. Eso me dejaba sin vacaciones en el paraíso que entonces, y de otra forma también ahora, era y es mi cala de Sa Riera. Y no aprobé. Vine castigado y con miedo, pero ya podéis imaginar qué fué aquello para un chaval de la España de los años 70. Una especie de despertar a la libertad de golpe y sin anestesia. Un año antes, una holandesa, supongo que enviada por los dioses a Begur, habia acabado con mi virginidad, pero mi experiencia en la vida continuó limitadísima. Y Londres fué…pues imagínate.

Al año siguiente las cosas habían cambiado tanto que mi padre prometió dejarme volver, sólo si lo aprobaba todo. Y aprobé, claro. Sa Riera se me había quedado pequeño.

Llego a Barcelona. De Barcelona, poco que decir. Parece una ciudad tranquila y pacífica, y más en domingo. Empiezo a caminar por Paseo de Gracia, Rambla y adyacentes. Mi semàforo peatonal està en rojo. Miró a derecha e izquierda y sólo veo, en la lejanía, un taxi. Y paso. Cuando ya he cruzado, tranquilo, pasa el taxi y oigo: «BURROOO!!». Sigo. No pasan ni 10 minutos y me paro en otro semàforo en la Gran Vía, quizás demasiado cerca del bordillo. Otro taxi, al pasar a mi altura, pega un bocinazo que me hace pegar un salto para atràs. Cuando acaba el sonoro pitido oigo: «BURROOOOOO!!!!». No nos vamos a llevar bien.

A partir de ahí, callejeo por el Borne, el Gótico, Barceloneta y los puertos, un partido en el Camp Nou, la Sagrada Família, me pateo Gràcia y el Paralelo,  vino tinto, tostadas con tomate y jamón y San Seacabó. Desde luego es una ciudad con una originalidad evidente y culturalmente hiperactiva y, a mi, a pesar de haber vivido aquí 30 años, todavia me impresiona. Habrá que escribir algún día un post de Barcelona pero hoy es sólo una etapa de tránsito.

A lo que vamos. En Londres, en mi primera vez, viví una pelea multitudinaria entre blancos y negros en un autobús de 2 pisos, y otra de Rockers contra Punks en Trafalgar Square, dormí en una cabina de Hyde Park y en un cine porno abierto 24 horas, y me gasté más de la mitad de las 30.000 pesetas que me dió mi padre, para comida y gastos, comprando en Virgin todos los discos de Yes y Génesis. Me quedé en los huesos. Fuí a las discotecas más cutres de Croydon, me compré una sudadera en Portobello que perdí en una apuesta inconfesable con un amigo, una gallega me hizo un hombrecito y, ademàs, aprendí inglés. Bueno, aprendí 100 o 150  palabras de inglés y alguna frase hecha. Reconozco que no estaba yo muy concentrado en el idioma.

De todo eso hace una eternidad. A ver que me pasarà ahora en Londres. Desde luego, que Dios y el demonio me libren de peleas y amores que no està mi horno para bollos. En absoluto.

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