Laos (1) Las 4.000 islas y Vientian. Amigos de viaje.

0
9007

Sí, Phan Don, más conocido como «Las 4.000 islas», es una zona a lo largo del Mekong, casi en la frontera con Camboya, con islitas e islotes la mayoría deshabitados. Dicen que es, en esta época del año, de lo más tranquilo que puedes encontrar en viaje y, a mi, ahora mismo, me apetece calma.

Llego aquí pasando la frontera por el sur de Laos. Dos autobuses, un tuk tuk a la costa y una canoa hasta la isla. Voy con una francesa, Emma, y un español, Guillermo. Los 3 vamos a la isla de Don Det. Nada más pasar la frontera, un diluvio nos pone perdidos de agua. Otra vez. Estoy hasta el moño de agua y barro. Tengo verdadera necesidad de que se acabe la puñetera temporada de lluvias.

Un arco iris precioso me quita todos los males. Llegamos a la isla al anochecer y la luna llena preside la noche. Buena pinta.

A Emma la pierdo de vista esa misma noche. A Guillermo no. Tiene 33 años y es valenciano afincado en Mallorca. Un día, decidió dejar un buen trabajo y un buen sueldo de ingeniero para, con unos ahorros, tomarse un par de años sabáticos y dar la vuelta al mundo. Con Guillermo nos llevamos bien y compartimos algunas caminatas, transportes, comidas y cenas varias.

Don Det resulta un encanto. El pueblo es como la representación gráfica de la paz. Hay silencio, oyes el rumor constante del rio estès donde estés, y todo va lento, sin ninguna prisa. Es temporada baja y la isla está practicamente vacía.

A estas islas se las conoce, sobre todo, por los delfines de agua dulce, los Irrawaddy,  y por sus atardeceres.

De los delfines, que puedes intentar ver previo pago del tour correspondiente, no se/no contesto porque no soy yo mucho de estar sentado en un barco 2 horas esperando a ver si puedes vislumbrar un delfín. En cambio, de los atardeceres si puedo opinar porque, con un par que vi, ya me da para ponerle sello de belleza natural certificada.

Tanto por tierra, como por mar, el atardecer en Don Det es espectacular. Es una paleta de colores de impresión apocaliptica en actuación coral con nubes, mar y montañas. Entre todos crean formas y colores indefinibles e incatalogables sin más orden ni concierto que el capricho de la naturaleza. La sensación de libertad y bienestar te pinta una sonrisa en la cara y las tristezas se hacen muy, muy pequeñitas. En el atardecer es cuando el cielo parece más infierno y, desde luego, siempre es una hora bruja. Aquí, en Don Det, eso se nota.

Los primeros 3 días en Laos transcurren demasiado rapido para mí gusto caminando por toda Don Det y Don Khon, la isla vecina con la que se une por un vetusto puente. Verde frondoso mlres donde mires, aldeas, campos de arroz, el río, imponentes rápidos y cascadas, cielos limpios, niños alegres, pescadores…

Aqui se apañan con sencillez e imaginación. Los juguetes de los niños son una caña y un hilo o un neumático, o se suben a un árbol a cojer frutos o  le pegan patadas a un balón. En los campos, en las cocinas, en los barcos y, en general por todos lados, ves chapuzas que hacen que su vida funcione. Te subes a una canoa y resulta que no es más que un cascarón, dos cuerdas atadas a un volante y al timón, un motor de motosierra y un depósito de gasolina hecho con un tubo y una botella de plástico. Y con eso ya tienen para transportar a su familia y para ganarse el pan. Y el que, además, tiene un huertecillo, cuatro gallinas y un par de bueyes, aqui ya es el rey del Mundo. De un mundo maravillosamente simple y tranquilo.

Total que han sido unos días de un magnifico relax, pero no hay que anclarse, hay que ir hacia delante. Naturalmente, no me pierdo el ultimo atardecer.

Vamos a Vientian, la capital de Laos, en un sleeping bus con luces discotequeras, compartimentos cama tipo puticlub de carretera y colorido de tonos verde loro y rosa pastel a juego con cortinitas de abuelita. Si lo ve Almodóvar seguro se le despiertan todas las musas de golpe con ganas de montar una escena delirante. Con Guillermo y un japonés, nos ponen en un compartimento trasero para 4 donde ya duerme a pierna suelta el cuarto afortunado pasajero. Estamos alucinados. ¡Lo que se ve viajando por esos mundos de Dios!

La carretera es un continuo socabón que nos somete a una paliza tremebunda. Llueve con rabia y, a 2 horas de Viantian, la carretera desaparece bajo el agua. Vacían de equipaje las bodegas y adelante con agua hasta la panza. Cómo ir en barca.

Llegamos a Viantian a las 10 de la mañana, con 2 horas de retraso. Mochila al hostel y nos vamos a patear la ciudad. Vientian es una capital de Asia muy poco asiática. Limpia, con avenidas arboladas y jardines cuidados, un tráfico poco denso, coches de gama medio alta, ni rastro de bocinazos… Nadie te viene a ofrecer nada, no hay gritos, la gente es pulida y arreglada, los bares, cafes, pastelerias y restaurantes tienen un claro sabor afrancesado… Es tan poco asiática esta ciudad, que la gente hasta respeta los semaforos y pasos de cebra.

Poco o nada que hacer más que ver templos, el Arco del Triunfo y cenar en los night markets, así que decido seguir hacia el norte. Mi próxima parada será Luang Prabang. Aquí separamos ya los caminos con Guillermo y también con Encarna, una sevillana viajera que hemos conocido en el hostel. Igualmente me despido de Amine, un marroqui con el que también hemos pasado una parte del dia y que es como un duendecillo ansioso por ayudar a todo el mundo. Otro adicto al viaje. Asi va la rueda, vas conociendo viajeros por el camino, unos vienen, otros se van.

Mi sociabilidad no da para mucho, pero con Guillermo hemos ido bien. Mas menos, los que viajamos de larga duración ya tenemos un código de conducta y actitud similares. Sin obligación ninguna, independencia, colaboración y libertad absoluta. Si apetece y nos cuadra el plan, perfecto. Si no, ya nos vemos luego. Y cuando se separan los caminos, good bye, nos vemos por el Mundo. Yo, ya te digo, tanto viajar en solitario se me hace difícil compartir ruta muchos dias.

Para mí, más de dos personas ya es una turba potencialmente peligrosa, capaz de provocar acciones y desórdenes violentos y tumultuosos contra vidas y bienes. O, por lo.menos, contra ni integridad física y, sobre todo, síquica. Mi sociabilidad està bajo mínimos, y carezco en absoluto de reserva, por lo que he de economizar con sabiduría mis relaciones o corro peligro de convertirme en un sociopata con tendencias asesinas. Amo a los animales. Pero, lo dicho, con Guillermo las cosas han ido fáciles y Encarna es un encanto de chavala así que intentaremos encontrarnos en unos dias por el norte.

La amistad en viaje es difícil que arraige. Son episodios de vida cortos y, normalmente, se pierde en el tiempo. Ya veremos. En viaje nunca se sabe.

image_pdfDescarga en PDFimage_printImprimir

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí