Componemos la expedición al Pico Boby Angelo, el guía, Námana, el porteador, un servidor y una gallina vivita y coleando. Supongo que la gallina no es ninguna mascota así que me temo que no acabará el trekk.
Nos subimos a un taxi brousse que el conductor consigue poner en marcha haciendo un puente y cogiendo impulso cuesta abajo, liándose luego a golpes con las marchas durante un par de horas hasta una aldea betselao donde empieza la caminata. Hoy es día de mercado y hay mucho movimiento. El sol es de justicia y me bebo una CocaCola. Caliente no es precisamente néctar de dioses pero tiene el mismo azúcar que la fría y me huelo que, de eso, azúcar, con estas calores voy a necesitar un montón.
Desde aquí hasta Camp Katta, donde hoy dormiremos, son 10 km sin más dificultad que los 35º que nos caen a plomo sobre la cabeza. El campamento en cuestión, pagando el gusto, es un hotelito guay con sus camas bajo tejado, su restaurante e incluso su piscina, todo ello bajo el desfiladero de Tsaranoro y la atenta mirada del camaleón de piedra que da nombre al pico que subiré mañana. Nosotros, desde luego, camping puro y simple.
Me estiro en mi tienda para recuperar fuerzas, hidratación y, sobre todo, temperatura porque la soleada ha sido de órdago. Si mi exterior está ardiendo mi interior debe estar por encima del punto de ebullición. Me hierve la sangre en el sentido más textual. Me quedo dormido hasta que me despiertan unos gritos de monos o pájaros. Abro la tienda y veo mis primeros lemures, maki katta en malgache. Es toda una familia con bebé incluido. Una chulada.
Los lemures que ha popularizado el simpático Timón de la peli El Rey León y secuelas, son primates que reciben su nombre de espectros de la muerte de la mitología romana y, realmente, sobre todo si les miras a los ojos reflectantes y escuchas al anochecer sus gritos en el bosque, tienen mas pinta de demonios que de personajes de dibujos animados. Dicen que antes existían lemures grandes como gorilas. Eso sí debía dar miedo de verdad. Estos no, estos más bien son como entre una ardilla y un macaco, pero tampoco le pondría yo a ninguno la mano en la boca.
Las calores me han revolucionado el cuerpo que yo creo que, si pudiera, se iría de mi. Reconozco que la caña que le doy es para cogerme manía. Se ha plantado otra vez y no me entra nada en el estómago. O está enfermo o de huelga. No he comido y de cenar tomo un poco de arroz hervido. No quiero más cortes de digestión. A las 20 horas, me tiro en la tienda a dormir. Mañana subimos al Pico Camaleón y, aunque es pequeñín, queremos salír a las 6 de la mañana para evitar el calor diabólico que hoy nos ha pillado de pleno.
Cinco de la mañana en pie y con desayuno ligero preparado. He dormido de tirón como un niño. Tomo un trago de café y un mordisco de pan y ya noto que mejor sigo el ayuno. Empezamos la caminata puntuales.
El Camaleón sólo tiene 1.535 metros de altitud y para subir a su cabeza no tenemos más que 600 metros de desnivel pero es una bonita subida y las vistas al valle Tsaranoro desde la cima son espectaculares. Son 3 horas, poco a poco. Hoy ya me va bien una etapa tranquila. Llevo más de 24 horas a dieta de agua y coca cola así que no estoy para desafíos.
Pasadas las 9. 30 empezamos a bajar por la otra ladera hacia el campamento y, justo a las 12 horas, cuando aquí el infierno ya abre totalmente las compuertas, pasamos un bosquecillo y llegamos a Camp Katta. El agua que llevó está ya caliente como el té y hago una fantástica inversión en una coca cola fría que noto me regenera las células. Corre un airecillo fresco, consigo hacer entrar en mi estómago un poco de fruta y me voy a dormitar un rato a mi tiendecilla. La posición horizontal es la que más me apetece y la que más me conviene.
Hoy me ha costado subir y no era más que un entreno para los próximos días que empiezan las marchas más exigentes. Mañana hemos de pasar la cordillera que separa el Valle del Parque Nacional Andringitra para llegar al Campo base del pico Boby. Éste es ya un muchachote de granito de 2.650 metros que pedirá esfuerzo y buena forma.
Me ha sorprendido el perfecto mantenimiento de los senderos, la limpieza de las instalaciones del campamento y del poblado vecino y la educación y conciencia ecológica que hay en este área. Incluso hay un semillero comunal y los propios vecinos se encargan de una continua repoblación forestal. No había visto nada igual en toda África. En esto, Madagascar está a años luz de los demás países africanos… e incluso de muchas zonas europeas que se consideran civilizadas. La Naturaleza les dà de comer y ellos la cuidan. Tan simple como eso. Una sorpresa muy agradable.
Nos vamos hacia el Boby. Cuatro y media de la mañana en pie y desayuno a las 5 horas. Parece que ya podría comer algo más consistente pero no quiero arriesgarme. Un café y un trozo de pan tostado a pelo. Prefiero la debilidad de mala alimentación, que puedo complementar con ganas y tozudez, que lidiar con descomposiciones de estómago. Serán unas 10 horas de travesía. Para un arreón no necesito más energía que la que tengo. Eso sí, ahora que había ganado algo de peso, cada día voy despidiéndome de un kilito de cuerpo otra vez.
Y hablando de comida, la gallina sigue viva. Lleva 2 días atada de una pata en el cobertizo comedor donde hacemos vida y ya forma parte, si no del equipo, sí del decorado. Yo procuro ni mirarla pero se me van los ojos hacia ella. Miedo me da que llegue el día en que el porteador, que también es el cocinero, decida ponerla en el menú. Esto de convivir con el animal que te vas a comer es una putada.
Llegamos a la aldea de entrada al Andringitra a las 6.30 Ahora, a meterse en faena.