Mali (1). Bamako. Dialloba.

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A orillas del Rio Niger está la capital de Mali, Bamako ( «el caiman de los pantanos» en idioma de los Bámbara). Para mi, una de las ciudades más desagradables del mundo. Quizás es que cada uno explica la fiesta segun le va y, a mi, en Bamako, me han pasado demasiadas cosas.

Su interés turístico es casi nulo. Un museo saqueado constantemente por los que lo deben proteger, vistas a la ciudad desde una colina coronada por un hospital que llaman el «punto G», un par de bares donde se reunen los cooperantes de O.N.G´s, el puerto… y todo ello a 40º de calor en la espalda. Algo explicaré de todo esto a la vuelta, pero ahora tengo prisas por irme de la capital porque Mali es un pais de un interés etnico impresionante, con lugares tan únicos como el Pais Dogón, Djenne o Tombouctú.

Antes de irme quiero pillar un coche con guia/conductor y tengo una direccion. Si por aqui quieres ir en transporte colectivo… me parece bien, pero tienes que tener mucho tiempo y más paciencia. Y valor. A esos colectivos les lllaman ataudes. Son pequeñas furgonetas para 20 personas donde se suben 40, la mayor parte sin ventanas ni frenos, cuyos motores van siendo reparados en ruta cada vez que se paran hasta que mueren reventados en medio de la carretera o del desierto. Estés donde estés.

Me cae bien a primera vista el «chofer» con el que hablo, un tal Dialloba, y en seguida llego a un acuerdo. Tuve buen ojo y suerte, porque, tres viajes por Mali y Senegal después, años y años después y hasta hoy, Dialloba se convirtió en mi hermano negro para siempre. Dialloba fué y es para mi lo que era el Viernes de Robinson Crusoe. Es cojo, porque tuvo un accidente de pequeño que le dejó una pata chula. Allí los niños empiezan a trabajar en obras y trabajos duros desde los 4 años y, claro, tienen accidentes. Un dia le dije que a mi eso me daba pena y el me respondió que, a él, lo que le daba pena era ver en peliculas cómo educamos nosotros a nuestros hijos, sobreprotegidos hasta el ridículo. «Los vuestos no sobrevivirán» me dijo.

Tener aqui un amigo, un hermano como Dialloba es un tesoro. Aqui la vida es dura y las experiencias que hemos vivido él y yo por aqui son casi ficción, literatura de aventura. En situaciones asi es cuando sabes si te puedes fiar de una persona. Y yo, de Dialloba me fio. Conoce su mundo, Mali, como la palma de la mano y es sereno, filosófico, buen animal y buen racional, prudente, generoso, vigilante, educado, respetuoso, convincente.

Me acuerdo mucho de èl porque ahora mismo, mientras escribo, ellos lo están pasando muy mal. Ahora, él y su familia viven alli una guerra asquerosa y castrante. Grupos yihadistas tomaron Tombouctú en el 2.012 y todavia hoy siguen atacando aldeas, pegando tiros, matando y pisando a gente. Matan a la gente por cantar. Por silbar, por sonreir. Por todo. La vida de Dialloba ha sido dura, pero la vida de los niños del norte de Mali hoy en dia, y la de todo ser que vive alli, no es vida.

En Alas y Viento a veces escribo en directo y a veces en diferido. Este viaje es en diferido. La primera vez que fuí a Mali recuerdo que las estadísticas decían que no entraban en Mali ni 5.000 extranjeros al año. Ahora, naturalmente, no va nadie. Ni yo, Ya me he encontrado sin querer en algun conflicto violento y no mola. Naturalmente Dialloba se ha quedado sin trabajo y se busca la vida de transportista, pero de acompañar a extranjeros por el pais, ni hablar.

Fijate si es pobre ese pais que, cuando las cosas estaban tranquilas y por ahi pasaba el Paris-Dakar, las rentas que dejaba esta carrera suponian el 10% de toda la riqueza que entra del extranjero en Mali. Imaginate ahora con la guerra lo dificil que es vivir alli.

Niños soldado, niñas esclavas, bombas. Lo dicho, una mierda esta guerra como todas. Paso de seguir hablando de eso. Que cada uno haga lo que quiera y pueda. Para fuera o para dentro. Pero ¡ojo!, eso existe. Hoy. Aquí.

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