El Segui se celebra, más o menos, cada 60 años. Es una celebración dedicada a la fertilidad de la tierra y la vida que dura varios dias y tiene réplicas durante varios años despues. Supuestamente coincide con determinado punto de la órbita de la estrella Sirio. La última empezó en 1.967 asi que la próxima se celebrará hacia el 2.027. Muy pocos occidentales han visto un Segui. A mi el próximo me pillará viejete para esos trotes, pero puedo decir que me hago una idea al haber sido testigo de lo más parecido que hay: el funeral de un Hogón.
Lo del Hogón es muy peliculero. Un hogón es el jefe espiritual de la aldea y es elejido entre los más viejos del lugar. Aqui, vejez y sabiduría es lo mismo. Una vez nombrado como tal, el Hogón debe vivir sólo con una tortuga y una cabra. Una virgen le cuida la casa y le hace la comida y durante 6 meses de iniciación no puede lavarse ni afeitarse. nadie puede tocarle. Es el único que se comunica con Amma, dios digamos, y el hogón es, naturalmente, el que transmite a los demás lo que la divinidad pide y decide. Es juez, es sacerdote, es farmaceútico, es brujo, es médico…lo que quieras. Sirve para un roto y para un descosido.
En un viaje no organizado más que por ti mismo, para bien y para mal, nada suele salir como has pensado. Esa es la «gracia». Tu te puedes esforzar tanto como quieras, ir con tanto cuidado como puedas y sepas, pero la vida te mueve de aquí para allá como a ella le dá la gana. Y, para mi, a la vida le dió la gana de que viera el funeral de un Hogón.
Yo estaba sentado al lado de la toguna de una aldea colgada en el desfiladero con todo el desierto a mis pies. La toguna es una cabaña de techo de caña donde los ancianos hablan y solucionan sus pleitos y problemas. No tiene mas de 1,20 metros de altura para que nadie pueda estar de pie. Ellos consideran que la mejor manera de entenderse es sentados cara a cara y, con el techo tan bajo, es la mejor manera de que nadie se exalte de golpe. Para entendernos, si ahi te levantas, sin pensar y cabreado, te das un cabezazo con el techo de lo mas doloroso y rídiculo. Es una curiosa manera de mantener a todos tranquilos y serenos, sin actitudes gritonas y amenazantes. Si lo piensas bien no es ninguna tontería. Y a ellos les funciona.
La plaza de la aldea se fué abarrotando. Servidor, el único blanco asistente al acto. El Hogón ya está enterrado, en teoría más que colgado en una de las tumbas que se ven por todo el desfiladero y que parecen absolutamente inaccesibles salvo que seas una araña. La gente espera, esperamos, con un rumor nervioso, el homenaje póstumo que se le debe rendir para acompañar su camino al mas allá. Me dicen que puedo quedarme, que no hay ningún problema, no hay ningún peligro mientras no haga yo ninguna tontería.
Desconozco que es una «tontería» para elllos, asi que me limito a estar quietecito mientras oigo disparos y van subiendo a la carrera hombres con sus viejos fusiles. Tras ellos, otros hombres enmascarados con taparrabos y guarniciones de cuero y conchas, con largas melenas de paja teñidas de vivos colores, hacen un ruido tremendamente amenazante. Es como un asalto a la aldea. me dan ganas de levantar las manos rindiendome sin condiciones. Por último llegan las máscaras Kanaga. Grandes, pesadas, de madera dura, con cara de pájaro unida a una estructura en forma de una especie de doble cruz o de dobles alas con la que los bailarines, inclinandose antinaturalmente dan fuertes golpes en el suelo sosteniendo y guiando la máscara con un trozo de madera que aguantan con los dientes. A través de estas danzas, con las Kanaga adornadas con signos y pinturas y consagradas con ritos ancestrales, los hombres de la tribu cuentan la creación, guian al difunto hasta su destino final y piden abundacia de vida y cosechas. Es un momento precioso.
Despues de la danza, un grupo de viejos con una cabra hacen un corro y bailan. Me miran mal. Mi vecino me dice que oculte la cámara de fotos y asi lo hago. Los hombres dejan de mirarme, le cortan el cuello a la cabra y, sin dejar de bailar, la zarandean encima de sus cabezas mientras les cae la sangre por el pelo, la cara y las túnicas…
Es un porrazo a los sentidos. Impresionante e impactante. Puede ser hasta traumatizante. No sé. Pero, esta vez, amiga vida, gracias por la suerte que me ha tocado. Las aventuras autenticas de verdad cada vez son más difíciles de encontrar.