«No hay que temer a la muerte, porque no existe. Mientras estamos no está y cuando está, nosotros ya no estamos».
-Epicuro-
Realmente, si vives con una cierta intensidad, el Covid es una lotería. Encerrado 9 horas en un autobús lleno, por ejemplo, ya compras los suficientes boletos. Mejor no pensar. La muerte vendrá cuando y como quiera ella. O él, que nadie ha dicho que sea fémina. Por mi parte, satisfecho de lo hasta hoy vivido, pienso seguir viviendo fuerte y, cuando llegue, ella o él, … será otro viaje. Y que me quiten lo bailao.
No tengo el cuerpo nada acostumbrado a las noches en autobuses y aviones. Cuando bajo del bús, a las 5 de la mañana, me chirrían todos los huesos, músculos y articulaciones. No parece grave porque, tanteando costillas y lumbares, no me encuentro ningún cuchillo clavado. Me tomo un café en la misma estación y voy volviendo a la vida.
Chiapa de Corzo es un lugar caluroso en invierno. A mediodía es fácil llegar entre los 25º y 30º. En verano 10º o 15º más. Una delicia.
Lo primero que hago al llegar allí, después de tomar posesión de mi habitación, es saludar al Rio Grande (el rio Grijalba) y, después, una vueltita por la Plaza de Armas, Plaza Angel Albino Corzo, con su fuente mudéjar, el reloj «monumental» y una enorme ceiba, el árbol de la vida.
También aquí tengo amigos. Están preparando ya la fiesta de los Parachicos, su «Fiesta Grande», para ellos los dias más señalados del año. Me llevan a ver el Chorreadero, otro salto de agua, un mirador que domina todo el pueblo y a comer las 2 especialidades de la zona: pepina con tasajo y cochito horneado. Lo primero, una salsa de calabaza con tiras de carne de res, pues qué quieres que te diga, pero lo segundo, una carne de cerdo al horno con una salsa ligera de no sé qué, está delicioso.
Por la tarde, ya solo, paseo por el pueblo un ratillo, veo El Calvario, y me paso por el cementerio municipal. Aquí vale la pena pasear por los cementerios porque en México hay toda una filosofía de reverencia y referencia a la muerte. El Día de Difuntos, el Xantolo, mi cumpleaños por cierto, es una de las fiestas más sentidas en toda la República y esa filosofía se respira en los siempre concurridos y animados camposantos.
El sol y el cansancio autobusero me tiran al hotel y, bajando, precisamente, leo en una pared una frase que viene a cuento con el Xantolo y con lo que decía en la introducción de este post: «La muerte está tan segura de su llegada que te da toda una vida de ventaja». Pues eso, que habrá que aprovechar la ventaja.
Hoy es día 25 de diciembre, Navidad. Para mi un día como todos los demás pero con horarios más restringidos. Pocas cosas funcionan hoy con normalidad. Mejor tomárselo como día de calma y descanso.
Me levanto revolucionado del estómago. Tenía previsto ir hoy a San Cristóbal de las Casas pero las tripas me hacen dudar. Dejo de pensar y voy.
Arrastrado, paseo por la ciudad toda la mañana: iglesias, varias, catedral, en obras, el mercado, auténtico, … Es una ciudad con gente muy étnica y más movimiento que lo visto hasta ahora. Tiene pinta de ser bohemia y nocturna. Aquí sí hay turista extranjero, me temo que porque tiene un aeropuerto y hay vuelos directos con Cancún. Montones de puestecitos de artesanía y calles peatonales llenas de comercio y restauración. Es un lugar ideal para hacer lo mismo que en casa con un entorno más exotiquillo. Debe ser apasionante tomarse aquí una pizza y unas cervezas con música latina de fondo y ligar, antes o después de tirarse a la playini de Cancún pero, servidor de ustedes, se vuelve al hotel.
Y ya no salgo hasta 48 horas después. Todavía no curado del todo del constipado, la descomposición estomacal me convierte en pura agua y me deja hecho unos zorros. Me dicen que «eso» es la «venganza de Moctezuma» ¡Qué cachondos! Parece ser que los españoles no se portaron muy bien con el jefazo de los mexicas. Poco te vale decir que los catalanes no fuimos españoles hasta el 1.714 y que, por tanto, no se nos puede responsabilizar de la Conquista. El amigo Moctezuma no hace diferencias y aqui pillamos cacho todos.
Por no exagerar y ser breve, me siento como si me hubiera caído de un 5º piso y, acto seguido, me hubieran atropellado, sucesivamente, una caravana de trailers y una estampida de búfalos, como si me hubieran sacudido horas y horas como a una estera vieja y hubieran arrastrado lo que quedaba de mi por el suelo con caballos desbocados, tras lo cual, un espíritu inmisericorde hubiera lanzado sobre mí cabeza una tormenta de rayos para, inmediatamente, ser dilapidado, apaleado, balaceado, linchado y crucificado por una multitud enfurecida. No sé si me explico…
Tengo 24 horas más para recuperarme mínimamente y llegar en 10 horas de bus a Oaxaca. La cosa pinta bien porque este post está saliendo de lo más alegre y va mejorando claramente: empezaba hablando de muerte y ahora ya sólo estoy enfermo…Progreso adecuadamente.
72 horas de ayuno absoluto han cincelado mi silueta de manera dramáticamente minimalista pero, con eso, consigo llegar a Oaxaca sano y salvo sin grandes achuchones. Moctezuma aprieta pero no ahoga.
Oaxaca es una ciudad bonita y elegante, con comercio de calidad, arte, cultura, colorido… parques y jardines, templo y convento Santo Domingo Guzmán, la Catedral, el Zócalo, los mercados, la Basílica de la Soledad, un montón de tiendas y restaurantes chulos de los que salen deliciosos olores… Esto último no sé si es así o me lo imagino porque yo he pasado del ayuno absoluto a la dieta de arroz hervido y, como tampoco el arroz lo retiene mi estomago, vuelta al ayuno regado con deliciosa agua con suero fisiológico. El tema no me da para más ¡Menudas Navidades me estoy pegando!
Recuerdo que la última vez que me pasó algo asi fué en Camboya. El viaje pierde un pedazo si no puedes ni probar la cultura culinaria del país. En Oaxaca se come muy bien. Dicen. Aquí hay un mercado, el 20 de Noviembre, sólo dedicado a comida. Paso a verlo por aquello de torturarme y, realmente, los platos tienen una pinta buenísima. Sigo con mi agua.
Entro en mi sexto día de descomposición y Moctezuma no afloja el puño. Tiro de seguro de viaje (*) y el médico me ve apurado: infección y deshidratación. Me estiran en una camilla, me ponen una vía y me estabilizan a base de suero y antibióticos. Parece que estaba menos hidratado que la mojama. Peso algo más de 58 kg otra vez. Vestido. A comprar medicamentos para seguir la pauta y a pasar un fin de año… diferente.
Noche tranquila y último día en Oaxaca. Mejor, voy mejor. Me atrevo a ir a ver las ruinas de Monte Alban, los restos arqueológicos de una ciudad con 25 siglos de Historia que fué capital de los Zapotecas. Restos que hablan de la levedad del ser y de la estupidez de la soberbia de las grandes civilizaciones.
Pues eso, ruinas. Como lo que queda de mi después de la venganza de Moctezuma… Me voy a Guerrero.
NOTA(*) Consejo Viajero: quien se vaya recorrer Mundo sin un seguro de viajes está chalado. Simplemente. Gran trabajo de mis colaboradores Mª Teresa Vallés (AXA). En esta etapa me han salvado salva sea la parte, y valga la redundancia