Me voy a ir a Gurué. Sí, sí, ya se que dije que no iría allí para evitar meterme en líos. Sí, ya lo he confesado: en estas cosas de la prudencia no soy muy de fiar. Pero es que empecé a darle vueltas al tema…
Ya estoy cansado de sol y playa. Soy culo de mal asiento y la inactividad me pone nervioso. Y tampoco será para tanto, son unas elecciones y la gente está revolucionadilla pero, al fin y al cabo, mucho será que me meta en un problema ¿no? Y eso toca cuando toca. También puedo pegar un resbalón en la piscina y romperme. Se trata de estar en el momento y lugar equivocado, pero nadie sabe ni el momento ni el lugar. Con cuidadito no pasará nada. Y si no, ya vendrá el 7º de Caballería. En las pelis funciona.
Me prometo estar a buen recaudo antes del día de las votaciones. Según como se lo tomen los perdedores, por lógica lo más complicado será entonces. Definitivamente, me voy para Gurué.
Mozambique es uno de los peores países del Mundo en comunicaciones. En las chapas puede pasar de todo y, de hecho, pasa de todo. Hacer 400 km aquí es un juego de rol en el que vas cogiendo tus cartas como van viniendo. Y necesitas suerte. De entrada para ir a Nampula, donde se supone hay un cierto tráfico de transporte, me apunto, compartiendo gastos, con un amigo del propietario del guesthouse de Isla Mozambique que va en coche. Son 7 $ y el dispendio vale la pena porque, si voy en una chapa, tendría que hacer noche allí. Desde Nampula tendré que ir cogiendo «transporte» que me vaya acercando a Gurué. Veremos. Hoy mejor será ir a dormir unas horas.
Salimos a las 5 am y llegamos a las 7.30. Me dejan directamente donde salen las chapas para el oeste, me embarcó a las 9 en una y desembarco en Alto Molocue a las 11.30.
Dos horas y media increíbles y, sobre todo, una lección magistral de ocupación de espacio. Cuento 15 plazas, más 2 delante y el conductor, lo cual juraría que suma 18 asientos. Pues no, eso aquí suma 25 adultos mas 3 bebés. No hace ninguna falta que los pies toquen el suelo ni que tengas o no respaldo porque unos cuerpos aguantan a los otros como en esos juegos en que, si quitas determinadas piezas, todo cae como un castillo de naipes. Tengo calambres hasta en el culo y piernas y manos están como si hubiera dormido encima mio un camello.
Sin tiempo ni a desenredarme los músculos, en Alto Molocue cojo otra chapa antes de mediodía. Va a Quelimane, hacia el sur, pero me deja en Nampevo donde hay un desvío a Gurué. En esta cuento 10 plazas más la del conductor, pero el maletero está trucado con una especie de… no sé, llámale asiento de 3 plazas más. Total 14 plazas… donde cabemos, a saber cómo, 20 adultos, 3 niños, 2 bebés y 4 gallinas. Y no se si me dejo a nadie porque apenas puedo mover el cuello y puede haber gente o animales bajo los bancos o en el techo. Hace mucha calor y la mezcla de olores es agresiva. Las corrientes de aire que entran por las ventanas son males necesarios que nadie se atreve a discutir. Una locura que dura casi 3 horas.
Y ahora que digo gallinas, por asociación de ideas, me parece discutible que haya gente en Occidente cuyas actividades de generosidad y solidaridad prioritarias sean mejorar las condiciones de vida y transporte de nuestras gallinas, cerdos y ganado en general. Incluso parece que se están organizando partidos cuya razón de ser es el bienestar animal. No lo crítico, soy animalista convencido pero…
Sinceramente creo que unos días viendo lo que es la vida cotidiana de la gente en África podrían cambiar las prioridades de algunos. Respeto todos los activismos que tengan unos valores correctos, modernos y justos aunque, precisamente de acuerdo con esos valores, creo que deberíamos tener claras unas prioridades obvias. Es mi opinión.
En África la gente vive y se la transporta como ganado pero, como la realidad de África no existe, si no que es algo que yo y algunos pocos más hemos soñado, pues no hay nada que protestar. África es eso tan bonito de los safaris y los leones y esas playitas tan chulas con palmeras que salen en los documentales. Y es lo de Memorias de África, con esos protagonistas tan guapos y elegantes y esa música tan romántica y evocadora. Nada que preocupe.
La ignorancia del mundo que nos rodea es una enorme fuente de felicidad pero habría que hacer por mirar un poquito más allá y quitarnos las gafas de leer para ver un pelín mejor de lejos. O de más cerca, según como quieras verlo porque, entre la ternera de Girona y otros seres humanos, por más negros que sean, no se qué o quién es más próximo.
Y es que este Mundo está todo hecho una mierda y corremos el peligro de que, mientras nos ocupamos de la vida de las gallinas, se nos sigan muriendo a puñados, de SIDA o en partos sin asistencia, niñas africanas de 12 y 13 años por falta de educación sexual y planificación familiar, o que bandidos sin escrúpulos continúen con su demoníaco tráfico de órganos y secuestro de bebés, o que nos olvidemos de que en algunos hogares tercermundistas se festejan los nacimientos de un niño ciego o tullido porque aseguran caridad para malvivir toda la familia, o… o un largo etcétera de miserias absolutamente increíbles para nuestros cerebros, así que… no se yo.
Y al que me diga que nada tienen que ver unas cosas con la otra serà porque yo no me explico y, por tanto…que siga con lo suyo y todos contentos. Yo ya he soltado lo que pensaba, me quedo tranquilo y ahí lo dejo. Con todo el respeto, insisto.
Perdón, me he ido de tema. Es que estoy enfadado con el Mundo. Vuelvo.
En Nampevo pillo el último de esos puñeteros artefactos con ruedas que me están paseando por medio Mozambique. Más de lo mismo y, en 2 horas, que se doblan por esperas y paradas, a las 6 pm llego a Gurué. Un total de trece horas de viaje desde Isla Mozambique, unos 500 km africanos. Siento un pinchazo insistente en la espalda.
Ahora he de espabilar para encontrar alojamiento. Como ya es de noche me meto en la primera pensión que encuentro. Solo necesito una ducha, un restaurante y una cama y, un poco caro para lo que es, lo encuentro rápido. En la ducha, de mi cuerpo sale un suquito marrón que parece que me he llevado medio Mozambique de estraperlo, de cena, mi preferida, una pechuga de pollo rebozada con ensalada y patatas fritas, y de la cama nada que recuerdar y da igual porque estoy tan cansado que podría dormir de pié y quizás hasta haciendo el pino.
Tremendo viajecito, si señor.
Me han dicho que aquí hay una misión católica que admite huéspedes. Mañana la busco. Puede ser una experiencia nueva.
También me han dicho que hay una excursión chula a un lugar que, se llama “Casa dos Noivos”. Mañana, mañana me enteraré. Hoy no me aguanto derecho.