Katmandú es uno de esos lugares míticos a los que cualquier viajero que se precie quiere llegar un dia u otro. Como el Kilimanjaro, el Lago Titicaca, Tombouctú o el Aconcahua.
Es mi tercer viaje a Nepal y nuestro objetivo era el campo base del Everest, pero el aeropuerto de Luckla esta cerrado por nieve y no es cuestión de jugarse el pellejo. El vuelo a Luckla, el aeropuerto más peligroso del mundo, es infernal. Con mal tiempo es mortal de necesidad asi que, rebobinamos y, descartando esperar varados en Katmandú a que cambien las condiciones climáticas, decidimos subir al Poon Hill, un pico de 3.200 metros en la Cordillera del Anapurna al que se llega en unos 5 dias de trecking.
Katmandú es caótico, como casi todas las capitales asiáticas y africanas. Llena de letreros de neón de dudosísimo gusto, alli se mezclan viajeros de mas de 100 nacionalidades, la mayoria deportistas de riesgo, con nativos pequeños, delgados y fibrosos con una permanente sonrisa en la boca. Estos nepalis tienen su guasa. Son pequeños pero…Mira, las dos razas más conocidas de nepalis son los sherpas y los gurkhas.
Los sherpas son quizás, con permiso de los chasquis peruanos, los mejores guias de montaña del mundo. Nadie sube al Himalaya sin la ayuda de alguno de ellos desde que Hillary hizo la primera ascensión al Everest con Tencing Norgay. Sea para guiar, sea para cargar, los vas a necesitar. Pequeños y compactos, entre negrotes y quemados por el sol, risueños y alegres, son fuertes como toros y pueden correr por la montaña cargandote a la espalda a ti y a tu mochila. Y esos son de cuidado, pero los gurkhas ya son de miedo.
Los gurkhas forman quizás el último ejercito mercenario de combate del mundo: La Brigada Gurkha son, desde épocas coloniales, una de las tropas de combate de élite del ejercito inglés. Su arma distintiva es el KUKRI, un cuchillo de hoja curva de lo más amenazante. En la Guerra de las Malvinas renovaron su «fama» a nivel mundial. Enviaron a primera linea a 2.500 gurkhas nepalis como parachoques de los comandos ingleses y, en menos de 5 dias, habian muerto más de la mitad. Los que llegaron a las trincheras argentinas, hicieron, se dice, verdaderas salvajadas con los poco preparados soldados argentinos, poco más que chavales haciendo la mili.
Hay varias versiones. Escojo una. Cuenta un argentino ex combatiente entrevistado por Arturo Perez Reverte:
«(…) Estabamos atrincherados cuando comenzó el ataque (…) Habian puesto delante a los gurkhas que avanzaban drogados y escuchando música en sus Sony Walkman ajustados a los oidos, riendose y disparando. Les estuvimos tirando con todo lo que teniamos, pero les daba igual. Se metieron en un campo de minas y saltaban por el aire, pero seguian subiendo (…) Esperabamos la señal para replegarnos, pero no la hubo hasta que llegaron a nosotros. Algunos chicos tiraban las armas y se rendian, pero los gurkhas los desollaban con sus cuchillos (…).
Pues eso, con todos estos antecedentes, desaconsejo firmemente que le llameis feo a la cara a ningun nepalí. Por si acaso.
Y hablando de guerras, aqui la monarquia y el ejercito están, desde hace una década, pegandose tiros y bombas con la guerrilla maoista que domina la zona montañosa. Si la guerrilla te pilla en alguna batida que hacen por los campamentos de montaña, te piden donativos, o tasas o como quieras llamarle. Todo por la causa y con pistola al cinto y/o metralleta en la mano. Espero que nos dejen en paz en este viaje porque la experiencia es, como mínimo, tensa y desagradable. Yo ya la pasé hace unos años.
Mañana nos vamos a las montañas.