Nepal (2) Pokhara. El Himalaya

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Viaje cortito pero estresante en una avioneta de YETI AIRLINES directo a Pokhara. Pokhara es Katmandú comprimido. Por todos lados jovenes de todas las edades, melenas, onoraks de colores vivos y adrenalina contenida. En la calle principal la mitad de los establecimientos son un restaurante o un bar y la otra mitad tiendas de material de deporte. Fácil te encuentras también con una compañía de soldados haciendo prácticas en medio de la ciudad. Mal rollito. Estamos en la frontera con el territorio de la guerrilla. Un lago y una vista alucinante de alguna de las montañas más altas del Himalaya completan el cuadro. A dormir prontito y, a primerísima hora, en marcha.

En nuestra pequeña «expedición» somo 5 mosqueteros. Por un lado, mi hijo Ramón y dos amigos de aqui, Teresa y Xavi, y en la parte nepalí un amigo de allá y guia de montaña, Srhee, y Kharmen, un chaval nepalí, aprendiz de monje budista que nos ayudará con las mochilas. Y servidor, claro.

Unas horitas en autobús y nos dejan en medio de la carretera en una especie de Estación de Servicio hecha con cuatro cañas. Hay tambien una decena de «casas», o algo parecido, y puestos de mercado. O quizas tambien son casas y por la mañana abren la ventana del comedor y se ponen a vender sus productos. Y muchos niños y mucho polvo. Miseria en la carretera. Mala vida. Seguimos.

A partir de ahí, miras para arriba y todo es montaña. Y a caminar. En 15 minutos bañados de sudor. Desnivel importante hasta nuestro primera parada: Pothana. Llueve. Dormimos en el «Hotel Annapurna», nada menos. Básico. Como la vida aqui. Otros 4 palos (bueno, 8 palos) pintados, un techo de uralita y, separadas por paredes de madera blanca, una decena de habitaciones con camas limpias. Es una aldea con un hostal o un hostal con una aldea. De estos lugares pasaremos 15 o 20 durante estos 5 dias por el Annapurna, en algunos dormiremos y en algunos sólo pediremos un agua o un plato de comida. La gente comercia con el viajero pero no agobia en absoluto. Ellos a lo suyo.

Cada aldea, cada pensión o refugio por el que pasamos, ha sido una experiencia y, contantemente, nos explotan en la cara paisajes de documental en vivo: selvas, rios, puentes, escaleras interminables…Abajo valles verdes, arriba montañas nevadas. Grandioso.

Me quedo en esta primera parte del viaje con sensaciones e imágenes: una niña despiojando a su madre, una vista del valle del de donde venimos, el silencio, la cercania de mi hijo…y una botella de vino que conseguí en el hotel junto a un paquete de jamon serrano que saco Teresa de su mochila mágica. Mojados y cansados, un vaso de vino y un trozo de jamón antes de la cena es lo más, mejor, superior…

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