Nepal (4) Macizo Annapurna. El Poon Hill.

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Estamos a nada de nuestro destino. El aire pesa y ya estamos cansados. Descanso de media tarde y media noche para aclimatarnos un poquito y ver, al dia siguiente, el amanecer en el Himalaya.

Al Poon Hill se sube 1 ó 2 horas antes de que salga el sol. Hace frio. Nos lavamos la cara, tomamos una especie de café con leche y a por ello. Linterna en la cabeza, caminamos lentos porque el aire cuesta de pillar. No quiero pensar a los 8.000 metros! Llegas arriba justo cuando los primeros rayos van iluminando las montañas. Se abre el telón y el decorado es magnifico. Ya estamos aqui. Placer del deber cumplido y sobredosis de belleza natural mezclado, no agitado. Estamos en medio de un grandioso anillo de montañas de una enormidad abrumadora que te empequeñece. Abrazos y felicitaciones para todos. Se nos ha quedado la sonrisa facil. Ha sido una experiencia impagable.

Sin solución de continuidad, empezamos a bajar. Bueno, a bajar, a subir, abajar…¡OJO! Las bajadas son peores que las subidas para las rodillas y. las mias, empiezan la típica huelga nuestra de cada final de trekking y, en los últimos kilómetros, las tengo que llevar a rastras, pasito a pasito, como si me hubieran caido 20 años encima de golpe y sin anestesia.

En uno de los picos por los que vamos pasando, encontramos, sentada en una roca, una señora de unos 65 años llorando a moco tendido. Le pregunto si la puedo ayudar y me contesta en italiano: «No, é solo la fatica e la contemplazione di tale bellezza». Nos quedamos todos mirando en silencio el valle a donde vamos y las montañas de donde venimos y, sí, se hace un nudo en la garganta.

Ya en la carretera, autobus y, cayendo la noche, otra vez en Pokhara. Sensaciones raras. Mal humor, cansancio, dolores varios. Una ducha caliente, algo rápido para cenar y a dormirla. Esto se acaba…

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