Polonia (1). Katowice. Invasiones, guerras y otros horrores.

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Pues ahora Polonia. Hace casi 20 años hice un crucero por el Báltico con mi hijo y unos amigos. Una de las paradas era no recuerdo qué ciudad polaca pero no pudimos desembarcar por mala mar y nos quedamos sin esa visita. Siempre suele haber una segunda oportunidad.

Y en Polonia, no viajo a Varsovia, ni a Cracovia, ni…. Aterrizo en Katowice, más o menos la décima ciudad del país. Sabido es que a mí las capitales «ni fu, ni fa» pero es que, además, esta vez mi viaje va de aventurilla mascarera. Acabada ya mi Vuelta al Mundo, ahora quien me hace viajar es mi colección de máscaras y he encontrado unas muy, pero que muy interesantes, en la región de Silesia, al sur de Polonia. Lo explico luego.

Por tanto, ahora el objetivo es muy concreto. No se trata de ver o visitar un país si no encontrar algo lo cual me hará vivir un país o una zona de un país. Y es que viajar no es, lo hagas como lo hagas, ver, si no vivir. Ese es el tuétano de la diferencia entre un viajero y un turista.

Aquí el ambiente es muy tranquilo, yo diría que inquietantemente tranquilo. Polonia es una de las economías más dinámicas de la Unión Europea, es muy rica también en cultura y, dicen, tiene un sistema educativo estupendo, pero a lo largo de su historia ha recibido muchos palos y aquí reina la paz de los que han sufrido. Los polacos prácticamente se han pasado los siglos dando y recibiendo a/de todos sus vecinos, y tienen muchos. El tema se salió totalmente de madre cuando el 1 de septiembre de 1.939 Alemania invadió el país y, si no quieres sopa toma dos tazas, el 17 de septiembre comenzó la invasión soviética. Entre los unos y los otros destruyeron el país y se repartieron los restos por la cara. Aquí soy forastero y no me llevo muchas sonrisas, más bien miradas desconfiadas y huidizas. Y no me extraña.

Al fin y al cabo, Auschwitz, el mayor campo de concentración y centro de exterminio nazi, esta a menos de 1 hora de donde yo estoy ahora. Dicen que más de un millón de hombres, mujeres y niños perdieron aquí la vida. Se dice rápido. El campo de Auschwitz se ha convertido en un símbolo del terror y el genocidio.

La razón directa de la creación de ese monstruo fue el cada vez mayor número de polacos arrestados en masa en aquella època y el hacinamiento en las prisiones existentes. El primer transporte de polacos llegó a Auschwitz el 14 de junio de 1940 y, a partir de 1942, se convirtió en uno de los centros de la «Endlösung der Judenfrage» (solución final de la cuestión judía), el plan nazi para asesinar a los judíos que vivían en los territorios ocupados por el Tercer Reich. Me cago en sus muelas.

Pero no creas que ahora el terror y el genocidio han pasado de moda. En absoluto. Más de 60 conflictos armados hay ahora en este planeta, en este mismo momento, con más de 100 países implicados directamente. Sin contar los que venden las armas, claro. A eso no le llaman una Guerra Mundial.

Quizás no tengo el cuerpo muy en su punto para este tema porque ayer mismo, en una asociación a la que pertenezco, organizamos la inauguración de una exposición fotográfica en relación a los naufragios de pateras en el Mediterráneo, la situación en Ucrania, la guerra que está machacando Siria y la de Tigray en Etiopía. Todo tremendamente edificante y muestra pura, pero ni blanca, ni virgen, ni inmaculada, de lo que está siendo la evolución del género humano. No recuerdo quién decía que la gente buena son inadaptados sociales.

No sé, cada vez que oigo hablar de guías («fuhrer» en aleman), líderes, influencers y demás seres estupendos me pongo a temblar.

Callejeo por esta tranquilísima ciudad sin turismo. El centro, que es lo que me dará tiempo a conocer en poco más de un día, es pequeñín. La central de tren, el teatro Silesiano, el Spodek y el monumento de los insurgentes, la catedral de Cristo Rey, un paseo por el Parque Tadeusza Kosciuszki…si, si, los nombrecitos aquí tienen guasa porque el polaco suena absolutamente incomprensible. Siempre me ha hecho «gracia» que determinada gente a los catalanes nos llame «polacos», supongo que porque nuestro idioma, el catalán, les suena …pues eso, incomprensible. Yo soy de los que cree que la gente se entiende fácil si quiere entenderse y que, a algunos, no les da la gana de entender más idioma que el suyo patrio ni con dibujos.

A partir de las 6 de la tarde la fauna más «bohemian chic» ocupa las terrazas de la calle Mariacka que va a parar a la Iglesia de Santa María…¿En polaco quieres el nombre de la iglesia en cuestión? Vale: Kościół Wniebowzięcia Najświętszej Marii Panny. Para los amigos Kościół Mariacki w Katowicach. Creo…

Total, esto ya está visto y me voy hacia Węgierska Górka, una comuna a los pies del Beskid Żywiecki. Decía al principio que vengo a Polonia de aventurilla mascarera. Si, señor. He localizado un evento en el Valle del rio Sola, al sur de Zywiec, que se celebra entre Fin de Año y Reyes, en el que unas orquestas cantan villancicos mientras hombres enmascarados representan personajes asustando y divirtiendo a la gente. Son los Dziady de las Zywiec Gody.

¿Descripción de los polacos? Bufff! No sé. Ellos, por lo menos los de esta zona, diría que blanquitos de piel, cuadrados, compactos, consistentes, frente despejada, pelo fino y claro cortado al uno o, simplemente, perdido, ojos claros, panchita cervecera a cierta edad, disciplinados, seriotes, poco sociables fuera de familia y amigos y, desde luego de todas las tallas (S, M, L y XL)… Ellas, mucha más variedad. No me atrevo a decir mas. Ver fotos y apañarse con eso.

Un rápido viaje en tren, un par de horas, y llegó a la estación de Węgierska Górka, un pueblo de lo más bucólico, y de ahí al hotel y vuelta de reconocimiento por los alrededores. Apenas un paseo de una horita hasta el pueblo vecino y vuelta. Chulo sin mas, pero la zona tiene una pinta tremenda: un valle verde, «que te quiero verde»», rodeado de montañas que me llaman a gritos. Todo llegará.

Mañana me vendrá a buscar Bartek Potasiak, uno de los artesanos que hacen las máscaras del  Zywiec Gody. Hace meses que estamos en contacto. Pasaré el día con él y su familia y me agenciaré un par de nuevas piezas para mí colección.

Él no habla más de 5 palabras en inglés y yo ni idea de polaco así que puede ser divertido, pero en el siglo XXI, con todos esos traductores que hablan y puedes bajarte al teléfono móvil, no puede haber ningún problema. Vemos pues…

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