Ya en Rau de Mori, un pueblecito al lado del parque nacional de Trezeguet. Apetecía hacer un treking pero va a ser que no porque el tiempo sigue frio y lluvioso y, encima, hay un palmo de nieve en los senderos. De todas formas ha valido la pena llegar hasta aqui. Muy Rumania auténtica y profunda. La «pensionae», al lado del río, está cerrada pero abren en cuanto ven llegar un coche. El «establecimiento» en cuestión, sabor de casa vieja de pueblo de montaña donde han ido arreglando algunas habitaciones para turistas, lo lleva una pareja de mediana edad.
Al señor sólo le queda la dentadura del lado derecho de la boca y está sentado al ordenador haciendo no sé qué horas y horas. Siempre está sentado al ordenador. A todas horas. La que trabaja es ella y, cuando no trabaja, está frente al televisor viendo culebrones venezolanos con subtítulos. Ni uno ni otro hablan más que rumano pero nos entendemos para pedir una habitación y pollo a la plancha con patatas fritas. Y…un vino rumano!. Lujote. Todo muy reparador despues de 5 horas de carretera rumana.
Los alrededores son igual de tenebrosos, solitarios y silenciosos que la fonda en cuestión. Muy adecuado el ambiente para ir poniendose en faena de disfrutar Transilvania. Si a la pareja le empiezan a crecer los colmillos me cago de miedo. Sin ningún glamour cinematográfico. El no, pero ella, hubo un momento en que pareció que sonreía. Por lo demás, seriedad total. La habitación, calentita (encendieron la caldera), con cierta inquietud conseguí vencer la tentación de atrancar la puerta por dentro.
Ha llegado la mañana y, trás revisar con cuidado nuestros cuellos para comprobar que no habian marcas de colmillos, … carretera y manta. Esto está visto.