Rusia (1). Moscu. «Las cosas son así»

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Moscú es una deprimencia. Para quien se pregunte si esa palabra existe, la respuesta es NO. Me la acabo de inventar. Pero se entiende. Moscú es gris, frío, seco y tristòn. Por lo menos esa es mi primera impresion. También parece como lánguido, desconfiado y con una aústeridad de penitencia. Sin embargo, por otro lado, también es colosal, gigantesco, monumental e imponente. Hasta las estaciones de metro parecen palacios.

Los rusos son especiales. Seriotes tirando a antipàticos. En la calle es difícil ver una sonrisa.

Eso ya lo ves incluso antes de llegar. En la embajada rusa, para tramitar el visado, me atiende una señorita de generoso y abundante cuerpo socialista con ojos azul pálido más bien amenazantes. Me pide una «carta de invitación» y, para conseguirla, dice, he de entregar una relación de ciudades que visitaré y de los hoteles en que me alojaré. Le digo que yo eso no lo sé, que viajo sin organización y que voy haciendo mi itinerario sobre la marcha. En cuanto a los hoteles, le explico, no tengo ni idea dónde voy a dormir porque los voy contratando a medida que concreto planes. La sovièt me contesta, con ese tono grave de zumbido de mosca cojonera que le dan los rusos a la «s»:

– Lasss cossas ssson assi.

Coño! me digo, esto no va a ser fácil. La perla en cuestión no muestra la menor empatía y, más que una funcionaria, parece un sargento de artillería. Anda! Sin haberlo pensado, me ha salido un pareado. Bien, a lo que vamos:

Le digo 2 veces más lo mismo, cambiando palabras y añadiendo argumentos, y otras tantas ella me repite mecánicamente y sin la menor mueca que pueda parecerse a una sonrisa:

– Lasss cossas ssson assi.

Al final, desesperado y a punto de tirar la toalla, le suelto:

– Ostras señorita, como es usted!

Ella me clava una mirada siberianamente gélida que hace que un escalofrío me recorra esa delicada parte que va desde el orto al escroto y, tras unos tensos segundos, me contesta igual de seria:

– Cómo Sssoy? Sssoy russa.

Acabàramos! Como si eso lo explicara todo! Se da la vuelta sin decir nada mas y, cuando ya pensaba que había dado por acabada la conversación con esa sentencia, se acerca a su escritorio, coje un papelito fotocopiado y me lo da diciendo, con las «r» intermedias remarcadas atronadoramente:

– Emprressa que sssolucionarà sssu prroblema.

Milagro de San Rasputin! Efectivamente, llamo al teléfono que pone el papelito y, por 40 euros, todo solucionado. Ellos se encargan del cumplimiento de requisitos. Haber empezado por ahí!

Moscú, y por extensión toda Rusia, es difícil para viajar por libre. Aquí nadie habla una palabra de inglés ni francès y, para empeorar el tema, casi todo está escrito en alfabeto cirílico. Me pateo toda la ciudad: el Kremlin, la Plaza Roja, Catedral de San Basilio, un montòn de iglesias, monasterios y basílicas, el río Moscú, el Teatro Bolshoi, Gorki Park… Unos 60 Km urbanos en 2 días. Está semana llevo más de 200 km en los pies.

Enormes avenidas y edificios, arbolado seco, supongo por el duro invierno, casi no hay bares, ni restaurantes, ni tiendas, sòlo grandes almacenes. Curiosamente tampoco hay motos, muy pocas bicicletas, no hay color ni alegría, todo es monótono. Un reportaje en blanco y negro como el NODO.

Me impacta ver qué todavia existen hombres y mujeres anuncio. Me parece un trabajo denigrante. Y también me flipa que hay mucha gente con dientes de oro. No quiero ni imaginar de dónde salen porque se dice que, durante la II Guerra Mundial, había soldados que se dedicaban a sacar los dientes de oro a los muertos. Tremendo.

Es una ciudad oscura y disciplinada, con unas constantes vitales exajeradamente estables. Demasiadas guerras y tiranos pesan como una losa histórica en sus espaldas. Tampoco hay casi perros ni gatos y se ven muy pocos niños. La gente viste homogénea, se peinan todos igual, no hay risas y todo está impolutamente limpio. Parece más un ejército que una población.

Pequeño problema un pelín desagradable. Me molesta un diente para masticar. Me apetece tanto ir a un dentista ruso como zamparme un bocata de alambre de espino. Ya veremos. Por ahora me aguanto a ver si se soluciona solo.

Hoy empieza mi viaje en el Transiberiano. Van a ser casi 10.000 km desde Moscu atravesando Siberia hasta la costa del océano Pacífico. Harè  3 paradas: Ekaterimburgo, Irkutz y Vladivostok.

Ya en el tren, la azafata, en este caso una señora gordita y lozana con pinta de madre de Heidi, tampoco habla una palabra de idioma extranjero alguno y  me suelta una parrafada en ruso de la que no entiendo ni una palabra. Supongo son instrucciones para el viaje. Ya irè viendo. La prudencia es una ciencia universal.

El compartimiento es minúsculo pero cómodo. Por la ventanilla van pasando bosques sombríos y ciénagas musgosas.

La primera noche en el tren resulta plácida y, por la mañana, Sergei, un médico radiólogo, me despierta con un desayuno pantagruelico que ha preparado para los 2. Salchichòn, pan ruso, huevo duro, pepino y tomates. Té para beber. Se ve que es costumbre en el tren compartir las provisiones. Y a mediodia me dà a probar una especie de pelota de carn d’olla. Todó delicioso. A este paso me voy a engordar.

Son mis primeras horas en el Transiberiano. Sueño con este viaje desde la infancia. Siberia…Me vienen a la mente nombres como Marco Polo,  Alejandro Magno, Miguel Strogoff… Vamos a ver.

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6 COMENTARIOS

    • Hola hola Marta. En teoría están en orden con el relato. No las pongo al lado de cada parrafo porque me gusta que lo importante del blog sea lo escrito. Ya sabes que a la gente no le gusta leer y si hago demasiado fácil lo de las fotos la mayoría solo mirarían «els sants». Las fotos solo son un acompañamiento final al que no quiero darle mucha importancia. Quizás es que no he puesto fotos que representen claro lo escrito, o quizás hay demasiadas y eso lia. A veure que faig. Petonazos.

  1. Pero vos si que viajas con estilo. Cualquiera en primeea clase le hacen ese desayuno…te espero en platzcard con 52 otros pasajeros y diferentes olores jajaj!
    Muy interesante tu critica Moscovita, yo lo amé pero me tocó un dia de sol y 27 grados y la gente se lo paso de primera. Un abrazo de gol mundialista

  2. Me entusiasman tus cronicas por Rusia, yo también de niño que he querido hacer este viaje, no citas como autores a Julio Verne con su libro «A través de la estepa» con su protagonista Claudio BOmbarnack, o Vombarnak.
    Ahora con 70 ya lo veo muy dificil la realización de mis sueños. He estado solo en 4 continentes, pero Rusia, con una mujer viajera nunca le ha tirado ni he encontrado compañero alguno para realizar viaje.

    • Pues me alegra mucho que te gusten. Y, si, toda la razón so re Verne. Uno de is escritores preferidos desde niño, desde luego.
      En cuanto a sueños… Amigo, nunca digas nunca jamás 🙂.

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