Irkutz es una ciudad moderna y activa, pero el centro viejo está decrepito y en decadencia. Muchos edificios se caen a pedazos. A un metro de mi body cae un trozo de terraza. Alucino. Cómo para pasear mucho por aquí. Después de tantos viajes y dificultades, solo me faltaría palmarla de una forma tan poco poética y aventurera.
Toca lavado a fondo y colada y mañana me voy a Listvyanka, a orillas del lago Baikal. Voy a hacer dos jornadas del Great Baikal Trail.
En el hostel, unos chicos que acaban de venir del Trail me dicen que es una buena caminata entre bosques y barrancos del lago, pero que hay zonas peligrosas porque el sendero es muy angosto y escarpado. La chica de recepción me avisa de que he de ir con mucho cuidado con unas arañitas que, si te muerden, es infección segura y corre que te cagas al hospital o estás muerto. Me enseña una foto. Feo bicho. No quiero oír nada más. Voy pallá. Lo que no me apetece nada es hacerlo solo, por si un caso, pero es lo que hay.
Mi mochila y yo estamos en pleno proceso de unión casi matrimonial dirigida hacia la fusión de ambos en un solo ser. Yo me he adelgazado ya un par de Kg y ella un par de cientos de gramos así que, entre los 2, no llegamos a los 72 kilitos. La evolución biológica me está produciendo algún problemilla, concretamente tengo algún músculo de la espalda que está empezando a cantarme La Traviata en allegro mà non troppo. A ver mañana en la caminata.
El sendero no está bien señalizado así que me bajo el MAPS.ME.
La primera jornada del Great Baikal Trail, desde Litsvyanka hasta Bolishie Koty, unos 25-30 Km, empieza con una subida hacia la montaña de mayor desnivel que el esperado. Adopto posición «saludo japonés», también llamada «NeneatentonopisaKKdevaK», es decir, leve inclinación de cintura mirando al suelo viendo caer los goterones de sudor. Cómo es sabido que todo lo que sube baja, el camino se va empinando en bajada y pongo el cuerpo en modo «trotatrotacaballito» con cierto peligro de descalabro.
Por fin llegó a la costa del Baikal y el espectáculo del resto del recorrido es absolutamente magnifico. Bosques, acantilados, playas desiertas… Una gozada. En cuanto a la estrechez del sendero, no hay para tanto. Los he visto más peligrosos en algún tramo de nuestros Caminos de Ronda. Unas 6 horas con las paraditas correspondientes, especialmente para actividad fotográfica. Cada paso es una foto.
Llegó a Bolshiye Koty, una especie de asentamiento en medio de la nada, con casas prefabricadas de techos de uralita y barcos decrépitos. Un lugar inhóspito solitario y frío. En el colmado-bar del pueblo me hacen un plato con patatas mal fritas, tomate, pepino, pan y unos trocitos de grasa de cerdo que ni toco. Todavía no estoy tan hambriento.
Consigo un lugar para dormir, una cabaña muy agradable y acogedora salvo por la piel de oso que hay en el comedor y la de lobo que decora un dormitorio, gracias al cielo no el mio. La casa tiene de todo pero no funciona nada. El water es una casita con una taza muy kitch directa a una fosa séptica. No hay agua corriente pero, con un cubo de agua del rio hervida, la «ducha» me sienta como una bendicion. En la cocina sí funcionan un par de fogones y me hago 2 huevos fritos con medio tomate para cenar.
Estoy cansado pero sin grandes quebrantos que no puedan solucionarse con un poco de bálsamo de tigre. Comparto la casa con una chavalita belga de unos 18 años. Cenamos juntos y hablamos un rato. Hoy toca ir a dormir temprano. Mañana tiro hasta Bolshoe Goloustnoe.
Amanece gris y frio. En la segunda etapa el paisaje es más o menos igual, quizás algo más agreste. Dicen que sólo son unos 10 Km más que ayer, unos 35, pero aquí es más fácil sacarle a alguien el hígado que una información fiable en algún idioma conocido. El satélite dice que tardaré 9 horas.
La realidad es que esta segunda jornada resulta mucho más dura que la anterior. Si, para mí, desde luego, está es una rompehuesos. Primero porque hay tramos muy resbaladizos y me he llevado un par de culazos. Segundo porque, muchas veces, el sendero no es más que la continuidad de la pendiente y te jode los tobillos al hacer el pie formas antinaturales de frenada. Y tercero, y sobre todo, porque hay mucho tramo de playa con piedras que son una tortura china para las plantas de los pies. Además, y eso lo complica todo, solo 1 hora después de salir empieza a lloviznar aguanieve que te va calando como gota malaya.
Aqui sí hay algúnos pasos que parecen, y son, nidos de gaviotas. Tengo que poner la palanca estabilizadora «nomirespabajoquetecagas». Acongoja. A las 4 horas de marcha, llegó a la entrada del Parque Nacional Pribaikalsky, me paro a comer un pedazo de pan con un tomate y bebo coca cola. Necesito azúcar. Me pongo en marcha en seguida porque el tiempo empeora por momentos. Ya nieva. A ello se le añade otra mala noticia: parece que he cambiado de provincia, entro en Buriatia, y el GPS empieza a hacer el tonto y decirme que me descargue el mapa de la nueva república. Sí hombre, aquí voy encontrar una wifi. Colgada de un árbol. La nieve empieza a tapar el sendero y sin GPS estoy vendido.
Me pierdo. Lo noto porque llegó, arrastrándome, a una quebrada donde no hay donde agarrarse para atravesar. Saltar por aqui es demasiado peligroso para ser verdad, así que doy media vuelta. Efectivamente, he interpretado mal un recoveco. He perdido más de una hora, pero conservo la integridad física.
Cada hora que pasa parece que alguien me ponga una piedra de medio kilo en la mochila y las cinchas tiran de mi cuello y hombros con mala leche. Voy calado hasta los huesos porque no ha dejado de nevar en cuatro horas, estoy muy cansado y tengo frío. Las manos y los pies, sobre todo, los tengo helados. Parece que nunca acabaré. Tengo el cuerpo, como dice la canción, desencajado y dislocado.
Diez horas después de la partida llegó a Bolshoe Goloustnoe hecho una mierda, con agua y barro hasta las orejas. Son las 6 de la tarde. Siento como si me hubiera atropellado una manada de búfalos en estampida. Me quedo en la primera pensión-restaurante que veo, quizás es la única, y me regalo una comida de campeonato: pescado macerado y sopa de no sé qué. Por lo menos no tiene pepino. Odio el pepino. Estoy hasta los mismísimos pirindeles del pepino. También me regalo, en pleno dispendio fiestero, una habitación con lavabo para mí solo. Veinte euros todo. Me lo merezco. Salgo a fumar un cigarrillo y me pongo a temblar como una hoja, no sé si de frio o del desarreglo que llevo en el cuerpo.
Las he pasado canutas pero ya está. Al fin y al cabo, … ¡¿Qué sería un viaje a Rusia sin una aventurita en la nieve?!
Me sorprende ver en la primera foto de esta crónica un tranvia con un anuncio publicitario de Leroy Merlín.
La apertura a negocios extranjeros en Rusia y su entrada en el sistema capitalista es ya casi total amigo Ferran. Además, Irkutz es una gran capital así que puedes ver anuncios de cualquier empresa de cualquier lugar de Mundo. Salud.