Amanezco con menos quebrantos de los que pensaba. Las agujetas en las piernas son aceptables. Eso sí, me duelen huesos, tendones y músculos que no conocía.
Llegó a Irkutz a las 11 h. Es 9 de Mayo. En Rusia es el Día de la Victoria y festejan a tope la paliza que le dieron a Hitler en la II Guerra Mundial.
Más desfiles en Irkutz. La gente se pone uniformes y sus condecoraciones o las de sus antepasados y, banderas en ristre, pasean por la ciudad las fotos de sus muertos en acto de servicio. Y, después, a comer y beber. Es un día de fiesta a lo grande. Por cierto, la frase «beben como cosacos» es cierta y aplicable a todos los rusos. En las fiestas y «ocasiones» se ponen hasta las trancas de cerveza y wodka, cantan, bailan y se tambalean en bacanales etílicas considerables.
En Rusia parece que hay siempre desfiles. Demasiados desfiles. Como una constante situación prebélica. Sinceramente no me fío un pelo de esta gente. Y con el otro superchulo en Estados Unidos, más los yihadistas, el coreano peleón, Irán, India, Paquistan, China, etc, etc, menos me gusta el cuadro. Cómo se pongan a jugar a ver quién la tiene más grande por un quítame ahí ese petróleo, o ese gas, o esas armas, estamos listos.
Tras otras 6 horas en bus, incluida una cortita travesía en un ferry que nos acoge en su vientre, llegó a Olkhon, una isla en el hielo. La primera impresión es de desolación, una tierra dura rodeada del Baikal todavía helado en su mayor parte.
Las carreteras rusas son un desastre y los conductores unos locos que van atropellando baches a toda leche, así que el viaje ha sido de todo menos agradable. En Khuzhir, el único pueblo de la isla, voy a la dirección que me han recomendado en el hostel de Irkutz. Resulta ser una casa particular, con unas casitas dormitorio para huéspedes, donde viven Nina, una señora de unos 70 años, y su hijo Eduard, bien pasados los 40. Me alquilan una de las cabañas, calentita y hogareña. Vengo con el frío todavía metido en los huesos. Aquí estarè bien. Pasare 2 días y 3 noches de relax.
Son las 8 de la tarde-noche y me invitan a una cena de embutido y queso con su correspondiente tè que me sienta de maravilla. Son un encanto pero, eso sí, más raros que perros verdes. La cocina es un caos con la mesa abarrotada de platos a medias a saber desde cuándo. La puerta del frigorífico está llena de imanes de todo el mundo que van recopilando de sus huéspedes. Dudo que ellos hayan salido nunca de aquí.
Salgo a fumar el último cigarrillo del día y beber coca cola. No me encuentro muy bien del estómago y me ha dado la neura de que puede ser por el pescado macerado de ayer noche. Cómo haya pillado un pariente del Anisakis estoy salao. Por cierto…
Consejo de viajero: Cuando viajas, mejor 4 ó 5 comidas ligeras al día. Arroz, pasta, pollo y pescado frito o a la plancha. Pescado crudo, peligroso, y salsas, cuántas menos mejor. La verdura mejor cocinada y la fruta pelada. Cuidadín con el hielo que le ponen a los zumos de frutas fresquitos que en verano sientan tan bien. Poquito a poco. De bebida, mi preferida es la coca cola porque aporta azúcar, da speed y limpia cañerías. El agua, embotellada, claro.
Son las 11 de la noche y veo en la tele de «mi casa» la retransmisión de una obra musical sobre la guerra en un teatro abarrotado de personalidades, la mayor parte militares enmedallados y sus familias. Todo muy épico. Cuando unos actores vestidos de soldados cantan lo que supongo es el himno nacional, todo el público se pone marcialmente en pie. Insisto, qué mala pinta tiene el ambiente.
Khutzir debe ser un pueblo de vacaciones animado en verano pero, ahora, no hay nadie. Perros y vacas merodean por la calle. Quien más quien menos tiene en su casa huerto, gallinas y vacas. Aquí todavía no ha empezado la temporada. El ferry funciona de mayo a diciembre. Un barco transporta solo viajeros en enero y abril y, en febrero y marzo, coches y camiones circulan por el hielo. Dice Nina que el invierno aquí no es muy duro y que las temperaturas «sòlo» llegan a los -20°. El 50% de la población son buriatos, como Nina y Eduard, muy parecidos a los mongoles. El resto es un batiburrillo. Cómo hay mucho turismo de China, que al fin y al cabo esta aquí al lado, ya se han aposentado también aquí comerciantes chinos. Nina les tiene mucha manía.
Ahora la mayor parte de los comercios, bares y restaurantes del pueblo están cerrados, pero he encontrado abierto un bar con cuatro platos de menú y wifi y, con eso y mi cabañita, estoy en el séptimo cielo. Las vistas del lago en el pueblo son espectaculares y «La Piedra del chamán» impresionante pero, a parte de eso, en el pueblo no hay nada más que ver.
El norte de la isla forma también parte del Parque Pribaikalsky por el que caminé. Lo visito en un microbús de mediana edad, unos 40 años, conducido por un Fitipaldi suicida. Al bus le cuesta ponerse en marcha pero, cuando se pone, salta y brinca a todo gas por el camino de carros en un viaje no apto para cardíacos ni estómagos sensibles. Parece una escena de dibujos animados de «Aquellos chalados y sus locos cacharros». El paisaje, una obra maestra de la Naturaleza con despeñaderos de flojera de piernas enmarcados por el lago helado. Seis horas entre traslados con el bus supersónico y paseos por los senderos del Parque.
Me vuelvo a Irkutz mañana temprano. Dormiré allí y, al día siguiente, última etapa del Transiberiano: Vladivostok.
NOTA. ADVERTENCIA: Al final de la galería de fotos que sigue, hay dos fotos mías. Una especie de «antes y después» del Great Baikal Trail. Estáis a tiempo de salir del artículo. Quien avisa no es traidor.
Coño que susto!! Y eso que has avisado, en la próxima foto sonrie, sera pasable. Madre e hijo “familia Adams total” que pedazo lago! , recuerdos de Pilar i mios un abrazo.
Hello Jaume. Si, raros raros. Pero una dolça. Las apariencias… Besosssss
Que envidiable aventura querido amigo!!! Y sobre todo, felicitaciones por las fotos!!
Abrazo grande y morí con el Fitipaldi suicida!!!! Jajajajajajajajaaaa!
Hola Gus. Ahí estamos, pateando mundo…
Queda por vivir amigo!