Algo oculto…
Ve y encuéntralo.
Busca detrás de las cordilleras.
Algo perdido detrás de ellas.
Perdido y aguardándote.
Ve…
La cita es una versión «libre» de «El Explorador» de Kipling. A mi me vale.
Treinta años después de aquella primera vez, y como veinte años después de la segunda, heme aquí, en Suiza otra vez. Tiene pinta de ser la última porque se va acabando el tiempo y, a pesar de haber viajado muchísimo, todavía me quedan como 100 países del Mundo por conocer. La mitad del Mundo como quien dice. No llegaré a todo y, desde luego, ni falta que hace. Eso es para cazadores de récords.
Ahora, primero Basilea, Basel, poco más que una ciudad suiza. Siempre sorprende la pulcritud y el orden suizo eso sí, pero Basilea es poco más. Es la capital cultural (y farmacéutica) de este país y tiene el encanto, o el privilegio, de ser atravesada por el Rin, rio de público y notorio prestigio pero, a partir de ahi, como en todas las ciudades suizas, hay bancos, relojes, bicicletas, puentes, iglesias, tranvías y francos suizos. Muchos francos suizos. Este es quizás el país más caro del Mundo porque poca huida o alternativa barata te deja para buscarte la vida: callejear y, para comer, comprar algo en el supermercado. No hay mas. Hasta la comida basura aquí es cara.
De curioso… bueno sí, la gente todo el dia y, especialmente, al atardecer, se coje a una pelota, un flotador o algo parecido y se deja llevar por la corriente rio abajo… Creo que es un deporte muy común en toda Suiza. No sé. Está bien. Es curioso.
Los suizos veo que ya no son, ellas, curvosas y blanquitas y, ellos, rubios y grandotes, no. Aqui hay mezcla de todo como en todos lados. El mestizaje es un fenómeno global en Europa y hoy cualquier equipo de futbol centroeuropeo luce un color base moreno a tope, ya sea de ascendencia mediterránea, iberoamericana, india o africana. ¿O no?
Y visto lo visto, me voy hacia las montañas. Tres horitas de tren porque, en Suiza, si no haces, como mínimo, un viaje en tren, es que pasa algo raro. La red ferroviaria aquí es una pasada. Ríos, lagos y montañas se van sucediendo hasta llegar a Sión, la capital del Cantón de Valais, de paso a Les Collons (pronunciado Colons por favor). Claramente, esto es zona trekkinera. Lo voy a pasar bien.
Solo será una tarde en Sión y eso da para ver el centro y llegar al Castillo de Tourbillon y la iglesia fortificada de Valere. Es, entre las dos subiditas, algo asi como 1 hora pero, a 37º o 38º, eso no es poco. Es una sudada de banda de honor, medalla de oro, vuelta al ruedo y dos orejas. Ni Suiza, por muy neutral que sea, se libra del puñetero cambio climático.
Les Collons (he dicho que se pronuncia Colons) es otra cosa mariposa. Un pueblo, más estación de sky que pueblo, colgado en la montaña con casi todo cerrado por vacaciones a pesar de tener senderos para dar y regalar. Aquí lo que se lleva y da dinerito es el sky. Son las montañas de Valais, los Alpes Peninos, en la zona llamada «Les 4 Vallées».
Como me temía que esto iba a ser aislado, dos horas con la mochila a cuestas para comprar provisiones para un par de días y, después, llegar a la estación de bus. Algo mas de media hora de carretera parriba y localización del hotel donde tengo reserva. Chulo. Y, nada mas llegar, mochila auxiliiar y un fantástico trekking: Thyon Les Collons-Thyon 2.000-Essertze-Thyon Les Collons. Una preciosa circular de los 1.750 metros a los 2.350 y pabajo a la casilla de salida. Paisajes alpinos chulos y, desde Essertze, un sendero muy, muy estrechito de los que si das un traspiés llegas rodando cadáver a Sión. Muy guapo, sí señor. Demasiado tiempo llevaba sin hacer una ruta nueva.
En otros dos días, otros dos trekks guapos, uno hasta Bisse de Vex y vuelta arriba y otro, el sendero de las mascaras, nombre muy apropiado para mi. Senderos entre bosques, sube y baja, ardillas y pájaros varios, incluso un chulisimo pájaro carpintero en plena faena… Pero para qué contar más. Me doy cuenta que ya he explicado cientos, quizás mil trekkings y ya cansa, o a mi me lo parece. Eso si, voy notando poco a poco como me pongo en forma. Forma relativa, claro. Los años pesan, llevo ya como una decena de operaciones quirúrgicas de cintura para abajo entre apéndice, hernias varias, fracturas y otras miserias, y para que hablar de cintura para arriba, por lo que ya no estoy para trotes extremos. Qué se le va a hacer.
Aquí, en la montaña, hay calma y silencio pero… Justo en la acera de enfrente de mi habitación hay la sede de una orquesta y creo que también escuela de música porque constantemente hay niños ensayando. Especialmente instrumentos de percusión y de viento de todo tipo. Tocan música de orquesta popular y lo hacen bien pero, en los ensayos, hay constantes interrupciones que no son agradables. Es la banda sonora interruptus de esta parte del viaje. Mucho PUM PUM PUM, CHIMPUM CHIMPÚM CHIMPÚM, armónica y, a veces, no tan armónicamente mezclado con TU TU TU, TURURÚ, TURURÚ. Básicamente, el repertorio de la orquesta en cuestión son 3 ó 4 canciones que se van repitiendo constantemente sincopadas, pero ni se me ocurriría quejarme. En mi pueblo, los forasteros se han quejado de que las campanas no les dejan dormir y se les ha «bajado el volumen» además de interrumpir las campanadas de 24 h a 7h. Hay que hacer por entenderse, dicen. A mi me parecen estúpidos unos y serviles los otros. Las campanas, doy fe, están mucho antes que los hoteles y, desde luego, mucho más antes que los clientes. Si no te gusta un pueblo te largas y punto. Calladito a poder ser. Tenemos todos taaaantos derechos…