¡Qué rápido que pasa el tiempo! Y mira que a mi me cunde, pero, como quien dice, acabo de llegar a Suiza y, en 5 días, ya me voy. Es ley de vida, pero es muy fastidioso. Estoy un poco neura con el tiempo.
Antes de dejar Les Collons, un dia de paseo por Evolenne, un pueblo en el mismo valle de Hérens, a poco mas de 20 kilómetros, pero que exige toda una serie de transbordos de autobuses nada sincronizados.
En Evolenne están de fiestorro gordo. Mucha gente vestida a la manera tradicional, coches disfrazados con madera y flores, máscaras y, como no, orquestas. Una de ellas con unos curiosos instrumentos de viento de 5 ó 6 metros que recuerdan a las trompetas tibetanas. Yo no he venido aqui de fiesta si no a hablar con un maestro mascarero para que me haga una máscara de gato tradicional de los carnavales de Evolenne. Si, otra vez máscaras.
Las mascaras me han servido toda la vida como razón o excusa para viajar. Han sido una motivación para mantenerme en movimiento constante. Para ser coleccionista hay que ser un poco neurótico, y hasta fanático, y mi neura por las mascaras me ha llevado al fanatismo viajero. O viceversa quizás.
El caso es que el tema está ya encarado y mi nueva máscara encargada. En invierno el maestro se pondrá a hacerla. Dice que nunca empieza una máscara hasta bien entrado el invierno con todo el rigor de la Naturaleza y la consciencia de sus ancestros que le inspira. Me parece bien. Lo trascendente es incognoscible y en el mundo de las máscaras hay mucha trascendencia. Prueba a ponerte una y verás…
Vuelta al campo base. Una noche más en las montañas. Los atardeceres aquí son imponentes, con vistas a seis picos de más de 4000 metros (Matterhorn, Dent Blanche , Obergabelhorn , Zinalrothorn , Weisshorn y Bishorn). Una inmensidad que apabulla. Y una nueva maravillosa mañana, última ojeada a los gigantes alpinos, y de nuevo al tren, esta vez rumbo a Lucerna.
Paso del francés de Valais al alemán lucernense. Lucerna es otra bonita y ordenada ciudad suiza de intenso pasado medieval, es decir, más bancos, relojes, bicicletas, puentes, iglesias, (aqui no hay tranvías)… y francos suizos. Y también, lo olvidaba, chocolate y navajas suizas. Y un lago muy chulo. Aquí recalo 2 dias.
Por cierto, y hablando de francos suizos…
Consejo viajero: en Suiza es importante planificar todo tu viaje con antelación y prever los trenes y buses que tendrás que tomar porque de eso depende la elección del tipo de pase multi viajes que escojas. Hay muchos tipos de pases y acertar en eso supone un buen montón de billetes. Si vas improvisando y tomando medios de transporte a precio ordinario estás perdido.
El tren llega a Lucerna con 2 minutos de retraso. Un escándalo. Eso en España es impensable. Allí, si un tren no lleva un retraso de, mínimo, 30 ó 40 minutos, es uns ofensa nacional a nuestro bien merecido prestigio. Faltaría más. Y es que aquí la gente es un poco pijotera, poco práctica diría yo. Fíjate que son capaces de dar 8 ó 10 pasos más para cruzar la calle por un paso cebra en vez de tirar por derecho. A ver si les van a salir rayas en el lomo ¡JA! Me parece claro clarinete que los mediterráneos somos más espabilados. Con el trabajo y las prisas que tenemos todos… Otra cosa divertida es que esta gente tira los cigarrillos en los ceniceros ¡Como si no hubieran barrenderos!
A lo que íbamos, el casco antiguo de Lucerna es bonito. Punto. Y el lago, un lago, chulo, eso si, muy chulo, como ya he dicho. El Lago de Lucerna, o Lago de los Cuatro Cantones (o también, si te atreves a pronunciarlo, el Vierwaldstattersee) es otra inmensidad de impresión. Este es un pais pequeño pero, a la vez, de inmensidades inacabables.
Alrededor de la zona urbana del lago Lucerna hay un montón de hoteles y restaurantes entre lujillo, lujo y lujazo. Aquí, 2 rollitos de primavera son 10 euracos, y una burguer 25, más lo que te sacudan por las patatas fritas que pueden ser otros 5 talegos. Tal como está ahora de fuertote el franco suizo, aquí los euros se van como la viceversa del premio gordo de una maquina de casino, asi que toca caminar intentando no caer en consumismo alguno. Desde la Estación Central vas a la Catedral, pasas el puente de la Capilla, y/o cualquiera de los otros puentes porque hay para escojer, te pierdes hasta el viejo Ayuntamiento y el monumento al León y, ya rodeando el lago, te acercas al Casino y hasta la playa de Lido, que es muchas cosas menos playa. Y, desde luego, también está, y hay que ver, la muralla, mejor prontito por la mañana, y subir a un par de sus torres para disfrutar de las vistas de Lucerna desde las alturas. Son una gozada y es un buen ejercicio para digerir el desayuno.
Total, en un callejeo de 8 a 10 horas lo esencial de Lucerna esta más que visto aunque, desde luego, te puedes quedar aquí una semana de vida contemplativa, pillar ferrys que te lleven de excursión o incluso hacer senderismo por la montaña estandarte de la ciudad: el Monte Pilatus. Pero, para mi, hay que combinar el viaje con un poco de Alpes porque, sólo Lucerna, no se puede decir que sea un destino muy, muy aventurero y enriquecedor. Si sólo quieres conocer Lucerna puedes dejarlo para celebrar tus Bodas de Oro y, al fin y al cabo, sin ánimo de ofender, si alguien aguanta a otro durante 50 años, bien merece ese bonito regalo. Digo yo…
Servidor de ustedes tiene más que suficiente con las 48 h pasadas aquí, así que de nuevo al tren rumbo a Basilea donde, haciendo noche, encaro ya la vuelta a casa. Me encanta viajar pero también es siempre un gustazo volver a casa. Para añorar algo hay que dejarlo un tiempo.