A MI GUSTO: Diez playas del Mundo.

Vale que esta sección se llama A MI GUSTO, pero el título del post es «Diez playas del Mundo», y no «Las 10 mejores playas del Mundo».

Estas que siguen son playas especiales para mi, para bien o para mal, y todas ellas me han sorprendido que, al fin y al cabo, un viajero es lo único que busca: vivir sorprendido constantemente.

Ahí va mi selección…

Cap Tribulation, Australia. Especialísima por peligrosa: cocodrilos, tiburones y medusas, de las que si te pican te provocan un ataque al corazón, borran de las playas de esta zona de Australia todo atisbo de romanticismo playero.

Cairns. Más Australia. Más cocodrilos y tiburones y más medusas letales. En el momento que pones aunque sólo sean los pies en esos mares estás ya en peligro inminente. 

Chowpatty India. La playa de Mumbai, la ciudad que nunca duerme, es, dicen, la playa más contaminada por el hombre que existe en el Mundo. Hace años que no estoy alli y dicen que se están organizando para arreglar el desastre. Habrá que verlo. 

Copacabana. Brasil. En esa playa de Rio hay mucho cuerpo Danone pero no te puedes distraer ni un segundo. Los ladrones playeros son un ejercito y sus estrategias y trucos darían para un tomo de la Espasa Calpe. Es la cueva de Alí Babá con samba y caipirinhas. 

Sa Riera, Begur. Bien… es mi playa. Aquí he pasado la vida y era un verdadero vergel. Hoy sigue siendo un lugar bonito, muy bonito todavía, pero el urbanismo salvaje ha hecho mucho daño al Paraíso. La codicia humana no tiene fin y, si se mezcla con la estupidez y el mal gusto, el brebaje resulta tremendamente dañino. 

Port Barton. En la isla de Palawan, y en todo Filipinas, hay muchísimas playas encantadoras. Port Barton es un pueblecito de pescadores todavía no muy maleado por el turismo y las playas y arrecifes de las proximidades son para alucinar pepinillos, solo o, mucho mejor, con el amor de tu vida.. aunque después resulte ser sólo el amor de una semanita.

Kho Tao, Tailandia. Si no incluyo aqui una playa de las miles de Tailandia supongo que alguien me dará un capón asi que para muestra un botón: Ko Tao es un mítico destino de viajeros y turistas y, en especial, un paraiso para aprender a bucear a bajo precio. Mucha puesta de sol, gente joven y guapa y mucha juerguecita para el que quiera. 

Sharm el Sheij, Egipto. Las playas de Sharm el Sheij son la NADA por arriba, puro desierto, y el TODO por abajo, pura película fantástica. El Mar Rojo es dificilmente superable como destino para buceadores. . 

Ifaty, Madagascar. No hay que engañarse y las cosas son lo que vives y con quien lo vives. Es un lugar precioso, de esos de documental y folleto pero, además, en esta playa lo pasamos estupendamente con mi hijo. 

FitzRoy Island, Australia . Uno de los trozos mas bonitos del planeta Tierra. En pocos lugares puedes ver mas vida y naturaleza pateandolo o con unas gafas de snorkeling. O quizás exagero porque este planeta es absolutamente…

MARAVILLOSO. 

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Australia (y 15) Cairns-Karunda-Cairns. «Mitgies».

Son mis últimos días en Oceanía. Parece mentira. ¡Cuanto vivir! Cuatro meses después de aterrizar en Perth como un pato mareado, he recorrido todo este enorme continente casi de cabo a rabo. Si lo tuviera que definir con una sola palabra, sin duda sería «Naturaleza». Es el continente donde los humanos viven más adaptados y con más comunión y respeto por la Naturaleza salvaje y, yo, eso lo he disfrutado intensamente.

Quedan muy pocos días, como quien dice, unas horas…

Tras Cap Tribulation voy a parar a Karunda, una comunidad con unos mercados con un glorioso pasado hippie pero hoy ya muy descafeinados. Hay allí un par de atracciones, un tren y un telecabina que, junto con autobuses de línea, van nutriendo los mercados de turistas hasta las 4 de la tarde. Después, el pueblo queda desierto.

Paso allí la noche en una especie de celda de un camping en el bosque donde, ahora, fuera de temporada, solo viven cuatro gatos desarraigados con diversas circunstancias de vida. En mi barracón solo está Michel, un cincuentañero recién separado, profesor de chavales autistas, con el que pasamos la cena hablando de mil cosas mientras me comen las “midgies”, esos mínimosquitos hijos de la gran ramera a los que, parece ser, les encanta el Relec y se pirran por mi sangre salerosa. Dice Michel que, para las widgies, el repelente de insectos es como ketchup en la hamburguesa. Entiendo que la hamburguesa soy yo, porque a él parece que no le pican. Le pregunto si se pone algo y dice que no, que debe ser que yo hoy soy el «plato especial del día”. Chistoso el Michel. Mis únicos aliados son unos murciélagos pequeños como golondrinas, ciegos e insectívoros, que van pasando como avionetas de combate por encima de la mesa zampándose a mis torturadoras.

Aquí los comerciantes, hippies y aborígenes viven en armonía y sin problemas e Incluso se ven parejas mixtas, lo cual no había visto en toda Australia todavía. Menos mal. De todas formas, una vez has caminado por la ribera del río pasando por un trecho de selva junto a las vías del tren, el lugar no tiene atractivo alguno así que me vuelvo a Cairns. Al horno. Ya estoy en capilla de mi vuelta a Europa y tengo que organizar mi itinerario hasta casa…y también pegarle una buena paliza a la piscina y el jakuzzi del hostel.

Ya es un nuevo día. ¡Fantástico! La vida es bella! Por cierto…

Consejo de viajero. Voy a decir algo que parece una perogrullada, y podría decirse igual como Consejo de humano que como Consejo de viajero. Aunque no lo parezca, es importante. En general, cuando entres a cualquier lugar, y a cualquier hora del día, pero especialmente cuando por la mañana entras en la cocina o, al levantarte te encuentras con alguien, di: “¡Buenos días!”. No duele. Si, en un alarde de trempera matinera del alma, acompañas la frase con una sonrisa, entonces ya es para nota y el cosmos incluso podría regalarte un amigo. Aunque no sea para toda la vida. ¿A que es una obviedad? Pues parece mentira pero hay muchísima gente que no lo hace. Se podría llegar a pensar que cobran por usar ese par de palabritas y, en cambio, están tiradas de precio, alimentan el espíritu propio y ajeno y abren puertas a las relaciones. Si lo haces, cuando te vuelvas a encontrar con esas personas, a veces, te saludarán e incluso entablarán conversación contigo.

Sí, ya se aquello de “ Es que yo hasta que no me tomo un café no soy persona”. Ya. Las primeras horas de la mañana a veces son complicadas y algunos necesitan un rodaje para funcionar a un rendimiento normal sin que le piquen las bielas, pero te diré una cosa: que te acabes de levantar significa que estás vivo. Es una muy buena noticia. La mejor.

Me voy a FitzRoy Island.

Fitzroy Island es uno de los más bonitos trozos del planeta Tierra. Una de esas islas tropicales con los que cualquiera ha soñado alguna vez. Es mi último trekk en una montaña Australiana y mi último snorkel en el Mar del Coral. Y aquí paso todo día, otro magnifico día de esta vida viajera que me pertenece a saber por qué suerte cosmológica y, también,  por el derecho de conquista que ganan los que asaltamos nuestros sueños con el puñal de la ilusión entre los dientes y la mirada desvariada más allá de nuestros horizontes cercanos.

La montaña. Curiosamente, la isla no tiene un turismo masificado ni mucho menos. Hasta la cima de la isla, y en todo el camino de vuelta pasando por el faro, no me encuentro con más de 10 personas. Son no más de 10 km de ida y vuelta pero las tropecientos escalones de piedra bajo un calor de patíbulo no lo ponen fácil. Es una bonita caminata de hora y media. Chorreando, toca ponerse las gafas y los patos y ver que se cuece bajo el mar.

El mar. El intenso color verde esmeralda promete belleza. Y la hay ¡Madre de Dios y del Amor Hermoso si la hay! Sin duda alguna, el mejor snorkling que he hecho nunca. Alrededor de Bird Rock, parece que estás buceando y nadas a profundidad con bandadas de todo tipo de peces de todos los tamaños, especies y colores. Parece que estás viendo una película de Walt Disney. Y los corales son…. ¡Tremendo! Me encuentro rayas, tortugas, peces Luna, Payasos…  En los morros se me planta un tiburoncete de cuatro palmos… Inevitable preguntarme si es un adulto de una especie pequeña o es un bebé de los grandes porque, si es lo segundo, la madre o el padre de la criatura deben estar también por aquí y…

Me tiro 2 horas en el agua y salgo únicamente por hambre. Que maravilla! Y por la tarde más, y también un paseo hasta Nudey Beach, una playa para tirarte allí a morir… ¡Vaya día!

Me he puesto de un negro africano, bien hecho, nada de vuelta y vuelta. Y estoy deshidratado, cansado y feliz como una perdiz. Ha sido un fin de fiesta en Australia como debe ser.

Este país, todo este continente, es de una belleza irreal. Es verlo para creerlo. En realidad, todo este Mundo en el que vivimos, nuestra casa, es maravilloso y fascinante. No sabemos la suerte que tenemos. Si lo supiéramos, otro gallo cantaría. Yo voy tirando para Europa.

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Australia (14) Cap Tribulation. El rain forest. Naufragios.

Toda está zona de Australia está llena de animales peligrosos. A los cocodrilos y los tiburones hay de añadir serpientes venenosas, medusas que te provocan ataques al corazón, rayas mortales y un largo etcétera de bichos muy poco saludables. Pero el más «curioso» es el Cassowari,  algo así como un avestruz con casco y cara de mala leche. Me encantaría ver un Cassowari en libertad. Dicen que, si te encuentras con uno, lo peor que puedes hacer es correr, que lo mejor es ignorarlo… A ver.

Llego a Cap Tribulation, en el Daintree National Park, a las 2 de la tarde. Antes he parado para caminar hasta las Mossman Gorge y para dar una vuelta en barca por el río Daintree  y ver cocodrilos tomando el sol en las riberas. Estos no son muy grandes.

Me alojó en un campamento básico pero con todas las comodidades: barracones para dormir, lavabos y duchas, cocina, un bar enorme y una piscina medianita. Las playas de los alrededores son una maravilla. Arena blanca, palmeras, la selva detrás y el mar tranquilo. Desiertas, claro, es el mar más peligroso del Mundo. Una playa donde no te puedes bañar es un contrasentido difícil de asumir, pero aquí es lo que hay. Si te das un baño al atardecer en estas aguas, tu única posibilidad de sobrevivir es que cocodrilos y tiburones se líen entre ellos a bofetadas por quien se queda con la pata y quién con la pechuga y, mientras tanto, se olviden de ti. Y eso es poco probable

Dos horas de paseo, un poco de gimnasia de mantenimiento y a la piscina. Bochorno. Esta anocheciendo y, desde el agua, veo 20 ó 30 murciélagos sobrevolando las copas de las palmeras.

Estoy acribillado por los mosquitos. Aquí hay unos, o unas, pequeñines que son de lo más voraces y te pican por todos lados pero, especialmente, en la espalda, donde no me llegó.. No se puede estar al aire libre sin que te trinchen a picadas que parecen mordiscos así que, después de cenar, me voy directo a la habitación. Tengo todo el barracón para mí sólo. Mañana temprano me voy a las montañas. Tienen una pinta tenebrosa.

Me voy de trekking al Mountain Sorrow. Es el Mt. Sorrow Ridge Trail. No hay sendero, solo un caminito desbrozado a tramos en continua carrera contra la gran campeona del Mundo de la regeneración: la selva. Mucho cuidado en no perderte. Lleno de telarañas. Me pincho con una rama e, inmediatamente, me sale un sarpullido por toda la mano. El desnivel, el calor y la humedad hacen un equipo temible. Por el rabillo del ojo veo que tengo una araña grande colgando del sombrero. Me lo quito y lo sacudo para que se suelte. Un par de veces más cuelgan telarañas con sus dueñas por manos y brazos. Tengo la cara llena de telarañas. Mejor no apoyarte, ni agarrarte, ni poner las manos en ningún sitio. Mejor subir a pulmón. Hay que caminar poco a poco consciente de las decisiones y tomando puntos de referencia. Los últimos metros son verticales y, a tramos, unas cuerdas aseguradas en los árboles facilitan la ascensión, aunque sin mucho criterio, la verdad.

La vista desde arriba te conciencia de lo que has llegado a subir. Tres horas y cuarto. Bebo medio litro de agua, descanso 15 minutos y me bajo. Espero llegar en menos de 2 horas. Estoy chorrreando de sudor y mareado.

La bajada es de cuidadín, cuidadín. Muy esguinzosa. Palanca de retención y frenada a fondo. El suelo es hojarasca, piedras y raíces de los árboles. Todo musgoso, resbaladizo e inestable. Los mosquitos zumban a mi alrededor. Ahora entiendo las cuerdas. Eran más para bajar que para subir.

La selva es dura. Y no es amiga. Te pincha, te da golpes, te pica, te corta, te zancadillea y te hostiga constantemente. He perdido las señales. Estoy cerca pero estoy perdido. Mal asunto. Vuelvo sobre mis pasos y, a la tercera, encuentro el camino. Llego a la carretera. Dos horas y cuarto y todavía me quedan 15 minutos hasta el hostel. No tengo hambre. Prefiero primero un baño en la piscina. Necesito refrescarme.

Trekking exigente y muy aventurero, sí señor. He perdido un par de kilos seguro. Mis pantalones y yo tenemos rasguños leves, pero la camiseta se ha llevado la peor parte con algún desgarro de pronostico reservado. No llega a Europa. Son ya muchos viajes juntos. La lavaré, la doblaré y la dejaré en el hostel de Cairns. Quien sabe…

Del Cassowari ni rastro. Lo más parecido que he visto ha sido un pavo. Y no es lo mismo mismamente. En absoluto.

El último día en Cap Tribulation lo dedico a explorar sin ton ni son. Me encuentro en pozas naturales, ríos, bosques pantanosos y sobre todo playas, playas desiertas que dan una sensación de naufragio.

Naufragios. Me decía un viajero que, detrás de la mayoría de los grandes viajes siempre hay una mujer ( o un hombre). Quizás. No sé. Es cierto que he encontrado mucha gente que viajaba porque había acabado una relación. Los naufragios de la vida ayudan a tomar grandes decisiones, desde luego. A algunos, esos temporales los llevan a desiertas, deprimentes y desoladas islas interiores y, a otros, a grandes travesías igual de solitarias pero más abiertas y enriquecedoras. No sé.

Llegando al hostel, en una zona pantanosa, Dubuji, oigo un chapoteo, me giro y, a cinco metros de mís morros veo un cassowari. ¡Por fin! Me paro y le hago cinco fotos, hasta que me mira directo. No parece en absoluto amenazante pero ha llegado el momento de seguir. Sin prisa por fuera, ahuecó el ala. ¡Que chulada! ¡He visto un cassowari! Duermo feliz como un niño.

Toca ya esperar al autobús.Una última caminata por Myall Beach. Es marea alta y el mar se junta con la selva. No hay distancia de seguridad. Pasear aquí, en la más absoluta soledad, con la selva cerrada en un lado, el mar amenazador al otro, al fondo las montañas rodeadas de nubes tormentosas, todo en un silencio vació roto por el rumor de las olas rompiendo en la orilla y por extraños graznidos que suenan desde la selva …. La sensación es que, si esto es la primera escena de una peli americana, si no eres el “prota”, de la izquierda, de la derecha, de arriba o de abajo saldrá “algo” y adiós muy buenas en un santiamén. En el agua a un metro de mi, una raya enorme da un coletazo y me da un susto de muerte

Me vuelvo a Crains. Me queda poco en Oceanía. Tic, tac, tic, tac…

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Australia (13) Cairns. La Gran Barrera de Coral. Cocodrilos y tiburones.

De vuelta a Australia. Al final, la vida lo ha querido así. De Nueva Zelanda, vuelvo a Melbourne y, de allí, sin salir del aeropuerto, avión a Cairns, en Queensland, al Noreste del país. El Trópico australiano, el rainforest y los arrecifes de coral.

Que sensación más diferente a cuando llegue por primera vez a Australia. Entonces, tras viajar por Asia durante meses,  estaba más perdido que un marciano en Disneylandia. Ahora ya no. Llevo más de 100 días dando vueltas por Oceanía. Terreno conocido.

Australia no te la acabas nunca pero me faltaba, especialmente, la Gran Barrera de Coral del Noreste. Me apetece mucho conocer este país bajo el agua. En la playa de Cairns, desde luego, no. Ese mar está infestado de los cocodrilos más grandes del planeta (más de 8 metros) y he visto demasiadas películas como para arriesgarme a acabar de  aperitivo  de un lagarto dentudo y resabiado porque los humanos hicieron bolsos y zapatos de su santa madre. Los cocodrilos tienen casi 80 dientes, y eso es mucha dentadura. Aunque, a mí, lo que me da más miedo son los tiburones. De toda la vida. Desde que vi la peli es una de mis pesadillas habituales. Esos no tienen dentadura, esos tienen trinchadora. El gran tiburón blanco… ¡¡¡¡3.000 dientes amigo!!!! Y de eso también hay por aquí.

Me dan la bienvenida 37° de calor apabullante y un 88% de humedad. Una sauna. En las calles ni un alma y el centro comercial y supermercado atestado de gente buscando el alivio del aire acondicionado. Fuera, el aire no se respira, se mastica. En el hostel hay una piscinita la mar de chula y, después de hacer las compras de comida para los próximos días, me meto. Por ahora, pasear imposible.

Cairns no tiene ningún interés. Es un pueblo grande o ciudad turística como las hay a miles. Restaurantes, tiendas, bares, playa, paseo marítimo y poco más. Quizás lo único curioso es la enorme piscina al lado de la playa para que la gente se bañe. En el mar, como decía, eres merienda para cocodrilos así que está prohibido bañarse.

También hay aquí una nutrida comunidad aborigen con el mismo aire zombi que notè en el desértico  centro de Australia. Quizás un par de escalones por encima de lo que vi allí en la escala de la degradación humana. Los hay también que se han organizado para hacer shows turísticos para divertimento de chinos y europeos sin nada mejor que hacer que deglutir patéticos espectáculos casi circenses sin el menor interés. En esas… representaciones, una pobre gente se vuelve a poner el taparrabos de sus ancestros, se pintarrajea y enseña al susodicho publico, con poca o ninguna gracia, como se utiliza una lanza o un boomerang. Ambas partes, actores y público, forman un cuadro de tragicomedia humana nada edificante. Una pena. Obviamente, no es que yo haya visto eso en directo, pero con los carteles y un video de propaganda que sí, más que ver, me han explotado en los morros, voy más que servido.

En la habitación estoy con un chino, un alemán y un inglés. Sí, ya sé que parece el inicio de un chiste. El primer dia, la habitación estaba hecha un verdadero caos y tuve que desplegar todo mi encanto para revertir la situación. Ahora somos todos colegas, nos bañamos en la pisciniki, jugamos al billar y bebemos juntos. El calor es infernal y no da para grandes excursiones.

Hoy toca comer arroz. Y digo toca porque es lo que había gratis. Me explicó, aunque creo que ya lo he mencionado en algún «Consejo de viajero». En los hostels bien organizados hay un cajón o un armario donde, los que se van, dejan lo que les ha sobrado y tú puedes utilizar lo que quieras. Arroz, pasta, mantequilla, aceite, sal, pimienta, hierbas…. Y también champú, gel, crema solar… Es un ahorro considerable. Hoy había arroz. Por eso he hecho un arroz de verduras. Muy bueno.

Como mucho pero sigo en el pellejo. Mi dieta es muy regular. Para desayunar fruta,  tostadas y café. Para comer, pasta, arroz, ensalada o huevos. Y para cenar, carne o pescado. Todo siempre con verdura. Agua, coca cola y, si el país lo produce, vinito. No gasto en las 3 comidas del día más de 20 euros diarios «tout compris». Es importante cocinarme y emplatar con cariño. Hace bien al cuerpo y el alma. No es lo mismo viajar 15 días y comer lo primero que pillas que estar fuera de casa todo un año…o siempre. En ese caso, has de hacer del Mundo un hogar itinerante y tratarte con cariño. No hay otra.

Mañana voy a la Barrera de Coral. Ganas.

Hora y media para llegar al primer punto de inmersión. El barco se menea que da gusto. Nos ponemos el equipo y al agua. Antes, un espabilado le pregunta a uno de los guías sí aquí hay tiburones. Ya estamos. El guía le responde que sí, pero que de día no tienen «actividad». Y añade, «normalmente». ¡No te jode!

Cómo no podía ser menos, bajo el agua la Naturaleza australiana está igual de mimada que en la superficie. Es tan cuidado y perfecto este mundo submarino que casi pierde naturalidad y puede parecer un decorado. Ni un plástico, ni una lata, ni un dedo de coral roto…. Enormes extensiones  de borgonias y poseidonias habitadas por peces de todos los tamaños con combinaciones de colores impensables van desfilando por mis ojos…

Nunca dejará de sorprenderme el magnífico “allí abajo”, ese Mundo pausado que es y no es el nuestro. En ningún otro lugar estás tan solo y, a la vez, eres tan consciente de estar vivo y contigo mismo. Quizás es el efecto de escuchar tan clara y constantemente el sonido de tu respiración. Tras las dos primeras inmersiones, como no hay  tampoco ningún otro lugar como el mar para coger hambre, me lanzo famélico a por la comida de a bordo. Selección de ensaladas y platos fríos en general.

La última de las 3 inmersiones, ya después de comer, cuando el mar ha perdido los excesos de energía matinales y sestea bajo el sol de la tarde, es siempre la mejor. Calor, calma chicha y visibilidad perfecta. Los colores cogen sus intensidades más rabiosas y el mundo submarino resplandece en toda su perfección imposibilitando definitivamente a la ficción cualquier intento de superación. Vuelvo al hostel satisfecho y cansado pero todavía me da tiempo para un chapuzón en la piscina, 15 minutos de jakuzzi y una ducha caliente reparadora para pasar ya a la cocina y hacerme una “cena de sobras” rematando los víveres restantes. Este hostel es una perla. Y a 15 eurillos la noche.  Mañana enfiló hacia Port Douglas.

Port Douglas es lo mismo que Cairns en más pequeño. Y hace un calor horrible. Estoy en otro hostel magnifico, también con piscina, pero es que ni en el agua se puede vivir. Es como bañarte en te. Una calle con bares, tiendas y restaurantes, un pequeño parque con un árbol enorme, palmeras y bonitos cielos al atardecer, una playa y un puerto con yates de millonarios. Eso es todo.

Paso 2 días de algún paseo tranquilo, a primera y última hora, régimen de engorde y descanso tropical escribiendo bajo el ventilador.  Mañana me adentro en el rainforest de Cap Tribulation. Tres días incomunicado y sumergido en la más pura y virgen Naturaleza.

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