He conocido a Jordi Salat con ocasión de la exposición de mi colección de Mascaras del Mundo en Amics UNESCO Barcelona.
Jordi es un espíritu inquieto, de carácter intelectual, autodidacta y siempre rodeado de libros. Está ahora ocupado en la creación de un grupo que denomina Amics De California i Catalunya, en un montón de proyectos de promoción de diálogos y opiniones y en un nuevo libro sobre mitos viajeros cuya edición espero con ilusión.
Aquí os dejo su aportación a esta sección de Amigos Viajeros. Gracias Jordi.
Los viajeros de mi vida
Recuerdos y reflexiones cuando ya ha pasado el tiempo
Más allá de la exposición de lugares y vivencias de mis viajes personales, reflexionaba yo, cumplidos ya los setenta, sobre los viajeros de los cuales he tenido noticia a lo largo de mi vida, sus viajes, sus inquietudes, sus objetivos, su fé, sus vivencias y las huellas que han dejado en mí, en mi alma, en mi personalidad, a veces en forma de recuerdos, a veces en forma de emociones y vivencias interiores, así como, significativas, espectaculares y bellas imágenes de los exteriores del mundo físico y material por el cual viajaban.
En cierto modo, leer sus libros y sus historias también me ha hecho ser viajero incluso antes de viajar. He viajado sin moverme del lugar en el que me encontraba. Viajar, me pregunto: ¿qué clase de experiencia es y qué aliento induce al movimiento del cuerpo en el espacio material exterior y del alma en el espacio espiritual interior? Porqué a mi entender, hay dos clases de viajes: el exterior y el interior.
Las reflexiones me llevan hasta el origen, lugar en el que nos encontramos cuando llegamos al infinito, (cuánto más lejos vamos, más cerca estamos del origen) y en el origen, los mitos cosmogónicos, de Abel y Caín: Abel el pastor, el viajero; Caín, el agricultor, el sedentario. Una dialéctica de la Creación. Los viajeros y las sedentes dos actitudes naturales en los seres humanos.
Las letras hechas palabras pueden tener el mismo efecto alentador que el viento bajo las alas o contra las velas de los veleros. Y me pongo a escribir mientras escucho la música y las canciones que compuso Neil Diamond sobre el libro Jonathan Livingston Seagull, escrito por Richard Bach. Volar, abriendo las manos, mostrando el pecho en el que habita el corazón amoroso y mirar con los ojos de la cabeza en la que habita el cerebro racionalista que analiza los pensamientos, como alas, y dejarse llevar con valentía por el viento hacia un más allá misterioso mientras nos preguntamos quién sopla el soplo que nos hace sentir que somos seres vivos y parte de la Vida y el gran Ser que somos conjuntamente. Eso, creo yo, da sentido a nuestra existencia. Y, eso, es viajar. El mensaje sería atrevernos a ser lo que somos, viajeros y sedentes – que también los que viajan se sientan a descansar de vez en cuando-, y sentirnos que somos parte de todo el mundo, de toda la Creación y hacer así honor al Creador, eso también es vivir i dar sentido a la Vida.
Y, así, filosofando, reflexiono y busco en mis recuerdos, preguntándome: ¿quiénes fueron los primeros viajeros de los que tuve noticia?
He llegado a la conclusión de que los primeros viajeros de los que tuve noticia fueron los tres magos que, desde el Oriente, siguiendo una estrella del cielo, fueron hacia Occidente para encontrar a un niño recién nacido al cual consideraban era encarnación filial de una Divinidad. Cuando he llegado a esa conclusión he dudado si debía dejar constancia escrita o bien debía guardármelo para evitar juicios de personas para quienes una foto de estos magos viajeros les puede resultar fuera de lugar. ¿Viajaron? ¡Sí! Luego dejo constancia porqué la sinceridad forma parte de la moral y la ética del buen viajero. Compartir y amar son virtudes viajeras. Ser viajero es una manera de ser. Me atrevo a decir que es Ser. Los magos ofrecen obsequios, estos obsequios, fruto de un acto de generosidad, forman parte del ritual de los buenos viajeros: donar, dar-se a los demás para compartir, pasar del ser al somos. El buen viajero conoce lo esencial, no une, no impone, comparte.
Y llega a mi mente el recuerdo de un libro que leí hace tiempo escrito por otro viajero que fue de Occidente a Oriente, se trata del Viaje a Oriente de Herman Hesse. Este libro cuenta el proceso que lleva a los protagonistas hacia el descubrimiento de una Realidad hasta entonces desconocida. Es un viaje fantástico que tiene como objetivo encajar a los seres humanos en una dimensión que está ubicada más allá del tiempo y del espacio en un Todo en el que somos compartiéndonos. Cito la frase del pensamiento budista hindú que dice: Y Dios dijo, quiero ser muchos.
Siguieron otros que llamo los viajeros de la fe, puesto que éste era su móvil, como lo fueron los apóstoles y misioneros cristianos, así como peregrinos de diversas religiosidades que viajaban a sitios concretos para rendir culto a monumentos megalíticos, vírgenes negras, una piedra negra como el caso de la Kaaba y edificios arquitectónicos diversos, con columnas i estatuas, considerados templos.
Uno de ellos fue Moisés el cual viajó desde Egipto a la tierra dónde habitaban los camitas, hijos de Cam, los cuales estaban sujetos a la maldición de Noé que los condenaba a no poder gozar de soberanía política según se puede leer en la Biblia en el Génesis 9:25. Y Moisés viajó siguiendo las instrucciones de Jahveh, que a su vez también viajaba en una nube que era grisácea de día y fosforescente de noche. Me resulta paradójico que para viajar Dios necesite una nube que cambia de color según si es día o noche. Me lo planteo ahora, de niño no me lo planteé.
Y, así, siguiendo el hilo de mis recuerdos, llegué a un viajero que ha cautivado mi atención durante más de cincuenta años hasta el punto de que he leído más de cien libros sobre él, incluyendo los dos más significativos, como son Diario de a bordo y El Libro de las profecías. Se trata de Cristóbal Colón, otro viajero de la fe. Después de leer sus libros y el del historiador peruano Luis de Ulloa y Cisneros, editado en Paris el año 1927 con el título de Christophe Colomb catalan: la vraie genèse de la descouverte de Amérique, llegué a la conclusión de que era catalán, de origen occitano, terciario franciscano y noble belónida de los reinos de la Corona de Aragón. Con él descubrí que viajar puede resultar peligroso ya que puedes descubrir cosas que un mal poder que regenta el mundo quiere mantener ocultas. Viajar es descubrir, conocer, mostrar, dar testimonio. Leer libros de viajes también puede ser peligroso. Viajando se descubre la Verdad, leyendo también. La Verdad es viajera, puede cambiar de formas. Hay quién ha predicado que el amor a la Verdad es el más alto amor que se puede sentir para viajar hacia lo Transcendente, el Más Allá. Éste es para mí el Gran Viaje de esta Vida.
Los viajeros pueden acabar en la cárcel porqué “descubren” para ellos mismos y para las demás cosas que alguien, que no ama la Verdad ni la Realidad quiere mantener ocultas. “Colom” fue encerrado en una cárcel del reino de Castilla. Otro viajero como fue Marco Polo, fue encerrado en una cárcel también, en su caso de Génova o Venecia, y también como “Colom” escribió un libro, en el 1298, que dictó en la cárcel a un tal Rustichello de Pisa el cual lo escribió en lengua provenzal, langue d’oc o occitano, con el título original de Le divisament du monde, posteriormente como Livre des merveilles du monde, o Il Milione. Se le ha traducido y dado a conocer como Libro de las maravillas.
Otro viajero, Miguel de Cervantes, terciario franciscano como “Colom” escribió un libro sobre uno de los viajeros más famoso del mundo, El Quijote o Quixot, y también fué encarcelado.
He tenido constancia de muchos viajeros a lo largo de mi vida que han escrito libros y han acabo en la cárcel o han tenido que viajar al exilio de su lugar de nacimiento, o del lugar en el que habitaban y en el cual se habían integrado, conocedores de que el Todo está en la esencia de la diversidad, de forma natural.
Escribo sobre los viajeros que he tenido noticia a lo largo de mi vida. Hablo de ellos. Sus viajes me han enseñado, gracias a ellos he conocido cosas de la Existencia y de la Humanidad. He seguido las huellas de los viajeros he tomado consciencia de las reflexiones que me han sugerido. Detalles que quedan encriptados, que a unos les pasan desapercibidos y a otros no, y que son percibidos por éstos quizás porque tienen aquel don que Ramón Llull llamó el afatus o facultad de entender. ¿Dónde se encuentra esta facultad? Con sus vivencias, he reflexionado sobre el Ser y el sentido de la Vida, sobre el viento que sopla en el espacio, la esencia del soplo y la identidad del Soplador. Seguiré viviendo, seguiré viajando, seguiré leyendo, seguiré escribiendo. Seguiré conociendo viajeros a lo largo de mi vida, de hecho, he conocido algunos de los que tendré que hablar próximamente. Seguiré viajando y contaré mis propias experiencias, seguiré viviendo la vida, que me hace seguir viviendo y descubriendo una Existencia en la que existo, en el Ser que soy siendo.

Foto: Jordi Salat

Mosaico iglesia Sant’ Apollinare il Novo de Rávenna (La Romaña. Italia)

Detalle del Mapamundi del portugués Domingos Teixeira de 1573[1].
[1] Se observan en América, escudos con palos rojos sobre fondo amarillo como los que corresponden al Condado de Barcelona, reino de La Provenza (Occitània) y los reinos de la Corona de Aragón. Dicho simbolismo en forma de columnas lo encontramos también en Palmira, en Mesopotámica, en Ur de Caldea tierra camita, en el culto a divinidades como Baal i Astarteh haciendo referencia a los cuatro elementos de la Creación: aire, agua, tierra y fuego.

Bandera de Occitania (Actualmente incorporada a Francia)

Bandera de la ciudad de Pisa en la Romaña (Actualmente incorporada a Italia).
Jordi Salat (20/11/2020)
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