Tailandia (y 5) Koh Tao. La gallina de los huevos de oro.

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Koh Tao es de esos destinos de viaje donde la gente va para tener nuevas y estimulantes experiencias como tomar el sol, comer pizza y hamburguesas, beber cerveza y mojitos en los bares de moda, pasear en moto, bailar el «Despacito», ligar…

También es, eso sí, un bonito lugar para hacer submarinismo. Y barato. Dicen que Koh Tao es de los mayores productores de nuevos buceadores de todo el Mundo. En 48 horas ya eres buzo por 4 durillos. Otra cosa es lo que te pueda pasar después.

El escenario es soberbio. Y una advertencia: esto está lleno de gente guapa e insultantemente joven que deberían pagar impuesto de lujo por pasear. El que tenga algún kilito de más, fruto de esas cañitas y tapitas tan buenas, o no atesore tanta belleza y/o juventud como, por ejemplo, un servidor, este lugar le producirá unos angustiosos ataques de envidia insana. Si os parece oír un sonido agudo, chirriante y desagradable alrededor, son vuestros dientes que rechinan.

El lugar es fantástico para holgazanear y hacer panching. Es mi último destino en Asia antes de cambiar de continente, así que habrá que coger fuerzas.

Llevo ya melena de indio soiux, pero no me atrevo a ponerme en manos de un peluquero tai. Algo tendré que hacer. Si me voy a Australia con esta pinta, en la aduana me confiscan como especie invasora.

En Koh Tao es temporada bajísima y llueve. Yo encantado porque tengo un gripazo de campeonato y la convalecencia aquí, a base de descanso absoluto, líquido y sopitas picantes me sienta de maravilla. En el hotel tengo una habitación con lavabo para mi solo, y una terracita que da al jardín. Y tiene un restaurante a pie de playa. Es como estar malito en casa de Sa Riera en abril. Da un poco de pereza mejorar. Estoy muy mustio. Siento en el tuétano que mis aventuras y desventuras en Asia tienen, por ahora, los días contados y, supongo, eso me da flojera.

Son días lluviosos, con muchas horas en la terraza de mi habitación, escribiendo, pensando y escuchando la lluvia caer sobre el jardín. Si, son días de reflexión también. Se me está acabando la gasolina y empiezo a pensar en volver un par de meses a casa dando por cerrada la primera fase de mi Vuelta al Mundo. He de entrar en boxes y eso también requiere organización con tiempo de antelación. Una serie de lesiones ya me handicapan un poco y los médicos tendrán que hacerme un par de parches. Además, asuntos administrativos varios me aconsejan un alto en el camino. Por ejemplo, se me está acabando el pasaporte, fíjate. Y renovarlo por alguna embajada del Mundo es un tostón y requiere pausa, lo cual no es precisamente mi especialidad. Así que, cuando haya llegado a Nueva Zelanda, las antípodas de donde salí, iré pensando en la vuelta. Poco a poco.

Estoy en uno de los mejores lugares del mundo para hacer snorkel y bucear y, entre la gripe y la lluvia, a lo peor no hago ni una cosa ni otra. Sería una…jugada. De entrada, bucear ni pensarlo. Mi capacidad pulmonar, con el gripazo, ha mermado considerablemente. Snorkel, vamos a ver el último día…

Mientras tanto, voy ya dando paseos en tierra firme. Hoy he ido a comer a la playa Sai Ri Beach. Un Savory curry que no sé lo salta un gitano. Para bajarlo, yo siempre metiéndome en líos, me subo a ver el Chalok viewpoint y, de ahí, me bajo por el otro lado de la montaña hasta el hostel. Total 3 horitas por un terreno que no había pisado nunca, entre montaña y playa. El camino, muy empinado, va cediendo con las lluvias y se hacen como unas canales curiosas. Y peligrosas.

El lugar en cuestión, arriba de todo, es de mareo. Un agujero entre 2 rocas, por el que pasas a un mirador también de pura roca resbaladiza y, debajo tuyo, muy, muy abajo, toda la costa oriental de Chalok Baan Kao. Precioso. La sudada para llegar ha sido considerable. Sudar va bien para matar virus, pero lo que ya no va tan bien es que me pilla un diluvio de monzón que me deja para colgarme de dos pinzas. Cada vez que hay una tormenta por los alrededores, me coje a descubierto.

Penúltimo día en la isla ya y llueve toda la mañana. Paciencia. Por la tarde me voy a conocer más calas siguiendo empinadísimas carreteras y caminos de ronda. El atardecer, en estos días lluviosos, da a estas playas, que parecen decorados de cartón piedra, una luz rara, entre plomiza y gris metalizado por el sol tardío. Me escuecen las heridas de guerra, lo cual no augura nada bueno para el tiempo de mañana, mi última oportunidad de bajar a los fondos de esta isla. A ver qué pasa. Por poco que pueda me tiro.

¡Bingo! El día despierta soleado y me embarco. Cuatro paradas de snorkel y final en la famosa playa de Nang Yuan, dos islotes unidos por una lengua de arena que son, seguramente, uno de los lugares más fotografiados del Mundo.

No tantísimo como en Indonesia o Filipinas, pero también aquí nos dan cien mil vueltas con su fondo marino. Magnifica flora y fauna a pesar de que hay viento y el mar está movidito. Preciosos corales, borgonias y bandadas de peces de todos los colores, tortugas y pequeños tiburoncetes. De todo y mucho. Y no es que la isla sea virgen precisamente. A Tailandia, en general, y a Koh Tao, en particular, le estan sacando el jugo a lo bestia.  Demasiada gente. En temporada alta esto deben ser las Ramblas.

Supongo que, simplemente, aquí han puesto un poco de sentido común, el menos común de los sentidos, y se han dicho: no vayamos a matar la gallina de los huevos de oro…  Alli no. Al fin y al cabo, España es el único país del mundo, en toda la Historia, que ha sido capaz de crear un género literario sobre los vividores y listillos: la “Picaresca”. Y el pícaro es omnivoro total. Acaba con todo. Le da igual carne que pescado. A todo se le puede sacar provecho con “ingenio” y poca vergüenza.

Fíjate tú qué tonto soy que, viendo esto, me sorprendo preguntándome por qué  no se declara Parque Nacional o similar todo el Empordà, mi tierra. ¡Seré burro! En un Parque Nacional no se puede uno lucrar a ritmo de pelotazos y ladrillos. Un P.N. es beneficio a largo plazo y poco tangible y allí hay hambre y miseria que solucionar a cortísimo plazo. Fíjate a Cadaquès y el Cap de Creus lo mal que les va…

Algunos le están tocando demasiado los huevos a la gallina. Y lo pagaremos todos.

Pues se acabó lo que se daba. Han sido 6 meses y medio en Asia. Me cambio de continente. Oceanía…el nombre es precioso. Siempre soñé que un día lo conocería, pero sueño tantas cosas que ni yo me creía. Y ya está aquí, a 2 pasos. Sigo camino.

Tengo prisa, mucha prisa. El tiempo pasa sin esperar a nada ni nadie. Me voy a Australia. ¡Que ganas!

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