«El Kilimanjaro es una montaña cubierta de nieve de 5.896 metros de altura, y dicen que es la más alta de África. Su nombre es, en masai, Ngàje Ngài, La casa de Dios. Cerca de la cima se encuentra el esqueleto seco y helado de un leopardo, y nadie ha podido explicarse nunca qué estaba buscando el leopardo por aquellas alturas».
Ernest Hemingway. Las Nieves del Kilimanjaro.
El Kilimanjaro, ha inspirado relatos y películas como Cinco semanas en globo” (J. Verne), “Las minas del rey Salomón” (H. Rider Haggard) o, la citada, “Las nieves del Kilimanjaro” (E. Hemingway). Quizás es la montaña más mítica del Mundo aunque, en los últimos 25 años, el Everest, más por altura y dificultad que por solera y misticismo, le está plantando dura batalla.
Nada más aterrizar en el Kilimanjaro International Airport y llegar a la ciudad de Moshi tengo el primer contacto visual con el gigante africano. Es enorme, pero estoy confiado en subirlo. Hace mes y medio que estoy pateando el África alta, perfectamente aclimatado, positivo, en buena forma y relativamente sano a pesar de que no doy tiempo a curarme el constipado con el que convivo hace un mes.
Voy a buscar un lugar para entrenar unos días y, a la vez, recuperar las fuerzas que me dejé en el Kenia y, si todo va bien, después intentaré hacer esa cima, un sueño que no me perdonaría si no trato de convertir en realidad ahora que está tan cerca. Todavía tengo muy fresco el recuerdo de lo sufrido en Punta Lenana y dicen que la última jornada del Kili es mucho peor, pero me siento bien y eso, en la montaña, asegura medio éxito.
Ahora toca fijar qué día subo y qué hago mientras tanto. Estoy en Tanzania y Tanzania no es sólo el Kilimanjaro.
Día frenético. Tengo un montón de cosas que hacer. Ayer noche decidí que me voy 3 o 4 días a conocer las montañas Usambara, en Leshoto. Tienen una pinta magnífica. Creo que es un lugar ideal para recuperar peso, intentar quitarme el puñetero catarro que el Monte Kenia ha alimentado con pasión de madre y entrenar ligero sin perder aclimatación para intentar el Kilimanjaro la semana que viene.
Moshi es una ciudad colorista y colorida. Aquí sí van los masai vestidos tradicionalmente, aunque con curiosas modernidades, y las mujeres son, envueltas en chales, pareos, faldas y fulares, una explosión caleidoscópica de color. Tengo que comprar algo de ropa para el Kili. Dicen que en cima puedo esperar 15º bajo cero.
En la calle conozco a Samuel, otro Samuel. Es un porteador, me cae bien y quiere acompañarme a una tienda que dice venden ropa técnica. En África no hay industria textil y toda la ropa de escalada la importan y la alquilan a trekkers. Me lleva a la tienda de Honest, un chaval la mar de majo que, después de negociar 2 horas, pole, pole, akuna matata, me vende una chaqueta con forro, un polar ligero de segunda capa, un gorro y unos guantes de lana. Todo 60 euros. Está casi nuevo.
Honest me presenta a su hermana que tiene una agencia de trekking y safaris varios. Todavía no tengo reserva con nadie para el Kili. Hablamos. Parece buena gente. Precio ajustado. Veremos. Todavía no siento que sea el momento. Me muevo por sensaciones y aún no lo tengo claro. Tengo dos ofertas iguales, una de Stella, que así se llama la hermana de Honest y otra de un grupo de 3, que conmigo serían 4. Son 2 americanos y un alemán. Estella todavía no tiene grupo y quizás iría solo con el equipo de expedición. No me apetece lidiar con posibles problemas de ocasionales «compañeros» de escalada . En la montaña estás mejor solo. El ritmo y las decisiones son únicamente tuyas y del guía y eso, «allà arriba» es un tesoro. Si, veremos, pero creo que me decanto por Stella.
Me llevo a un restaurante a Samuel que parece que no haya comido en un mes. Barbacoa de cordero y plátano. No es dinero, él queda contento y yo me voy enterando de cosas y haciendo inmersión en la humanidad de Moshi conociendo amigos suyos que me va presentando, orgulloso de ir por la ciudad con un blanco.
Compro ya el billete de bus para mañana hacia Lushoto. Ya se han hecho las 6 de la tarde y va cayendo la noche. Toca volver al lodge. Mañana a las 7 am salgo hacia las montañas Usambara.
El día me ha dejado hecho polvo. Caminar de aquí para allá, tuc tuc y para otro lado, bullicio, regateos… Tengo que cuidarme para no caer en agotamiento porque lo del Monte Kenia ha sido duro y lo del Kilimanjaro promete una paliza de las que hacen pupa. Hay que manejar bien los tiempos. Alguien dijo que hay un momento para el valor y otro para la prudencia. Este es, claramente, momento de prudencia. No estoy yo muy valiente.
Llego a Lushoto y ya me está esperando David, el propietario del lodge donde pasaré los próximos días. David me lleva a su casa y me preparan una comida tremebunda: Ensalada, fideos, un mejunje tanzano con verduras y pescado y… ¡hasta tortilla de patatas! No me lo acabo todo ni entre la comida y la cena. El Lodge està en medio del bosque, a 2 km del pueblo, y estoy solo con la familia: Judith, la mujer de David, un niño, Imanol, y una bebé, Enriqueta. Son todos un encanto.
Habitación abuhardillada y confortable, un comedor con chimenea… Hablamos con mi nuevo anfitrión sobre trekks y me pongo en sus manos para conocer estas montañas. Sí, creo que he vuelto a acertar el sitio para lo que quiero y necesito. Todo va bien, todo sigue su curso…