Algún lector amigo me ha dicho que algunos post del blog le hacían padecer demasiado. Qué quizás me «pasaba» transmitiendo angustia en situaciones complicadas porque la gente prefiere leer cosas bonitas y alegres, buenas noticias, paz y amor… Pues, aviso para navegantes: los que piensen así, mejor directamente se saltan este artículo. La vida y el Mundo no son de color de rosa, hay de todo: miedos y heroicidades, éxitos y fracasos, diversión y sufrimiento, paz y lucha. Los días que vienen ahora no fueron fáciles.
Mala noche. He dormido fatal, ha hecho frío, no respiro bien y tengo dolor de cabeza. No tengo hambre para desayunar y mis músculos no se despiertan. Veo estrellitas o mosquitos en el aire. No aclimato. Muchos números de la Lotería del Mal Final. Serenidad.
Un litro de café con el desayuno me ayuda a recuperar un poco el tono. El sol me da calor y me desentumece el cuerpo. Estamos entre las Shira Cathedral y el volcan Kivu, con lo que queda de sus glaciares, y me dibujo una sonrisa en la cara que dedico a mi mismo y a la Madre Naturaleza. ¡Empezamos!
Hoy se trata de llegar a Barranco camp, pero primero haremos 800 mtrs de desnivel hacia arriba hasta Lava Tower, a 4.630 mtrs, y bajaremos después otra vez 600 mtrs de desnivel para aclimatar en el Campo base de Barranco a los 4.000. Son 11 km.
Primero subida constante sin pausa pero sin exceso. Dos horas de tirón y los músculos de muslos y gemelos se empiezan a quejar. A partir de ahí empiezo a sufrir. Son 2 horas más y ya es paso a paso, como metiendo un piloto automático a minimisima velocidad gastando la menor energía posible, conquistando colina de piedra a colina de grava en medio de desierto de nada. El sol se ha retirado a sus cuarteles acosado por niebla y frío. Ya no se puede descansar porque si paras te pilla la tremolina.
Un poco antes de Lava Tower nos encontramos con los que hacen la ruta Leshoto y, a partir de ahí, me siento al límite de mis fuerzas. Muy duro. Es obvio que no he recuperado bien. Los últimos metros hasta Lava Tower son, simplemente, angustiantes. No estoy disfrutando.
Paramos veinte minutos en la Torre a comer pero tengo el estómago totalmente cerrado. No me entra nada. Y hace mucho frío. Ahora a recuperar el nivel al que estábamos al empezar a subir. Bajada esforzada por barrancos sorteando piedra y desánimo. Tres horas más de camino. Al llegar a Barranco Camp empieza a llover. El demonio del agua me sigue respetando. Es la única buena noticia del día.
No me salen las cuentas. Si miro números, alcanzar la cima desde los 4.600 mtrs supondrá, la noche de mañana, para empezar, subir todo el desnivel acumulado hoy entre subida y bajada y, después, lo mismo para abajo. Eso supone unas 7 horas ascendiendo y casi 5 horas bajando con alguna parada larga para repostar energía. No me veo con fuerzas de acabar una jornada así porque es casi el doble de lo que hoy me ha costado todas mis energías. No, no lo veo. Empiezo a pensar que hacer cima en Monte Kenia y en el Kilimanjaro en 3 semanas no está dentro de mis posibilidades.
De entrada, como dice Robert, el guía, hay que ir día a día, ver cómo va esta noche y como sienta la jornada de mañana, pero yo diría que no llego. La ilusión no me va a subir a cima y, de lo demás, voy en reserva.
He dormido, a ratos, pero he dormido y, en todo caso, he descansado 12 horas y sale el sol. El sol es lo más importante. A ver cuanto dura hoy. En 8 horas tenemos que ponernos en Barafu Hut, ahí descansar unas horas y, sin más, a medianoche alcanzar Stella Point a 5.700 mtrs al amanecer y, si quedan fuerzas, atacar cima. Hoy será un día sin noche, mi día más largo.
Hacia Barafu Hut, la Pared Barranco es un desafío de más de una hora blincando y estirando los músculos al máximo. El sol sale 10 minutos pero en seguida es anulado por las nieblas espesas que cargan al galope por los barrancos. La batalla de elementos continúa durante todo el día que hoy se reparten con normas de armisticio. Parece que el viento me da tregua y no entra en batalla. Por ahora.
Superada la pared de roca, el sendero sigue con un desnivel mucho más suave y cómodo. Surfeamos la montaña ya siempre por encima de las nubes, relantizando cuando llegan crestas. Una bajada fuerte e inmediata subida vertical nos lleva a Karanga Camp. Hemos subido y bajado durante 4 horas sin parar y estamos a la misma altitud que al empezar. De aquí nos quedan 600 mtrs de desnivel hasta llegar a Barafu, a 4.600 mtrs.
Es, primero, una larga ascensión que acaba en una especie de juego de matrioshkas engañoso. Cuando crees que estás llegando, aparece una tartera, cuando acabas la tartera empieza otra pared rocosa, cuando la sorteas y vislumbras tiendas todavía tienes que subir por una serie de toboganes… No se acaba nunca. Llego como si me hubieran dado un descabello en el bulbo raquideo. Muerto. Ni una gota de gasolina. Cero. Casi 8 horas de palizón montañero.
Parece ser que el porteador que trae la comida ha tenido un accidente y no hemos comido más que unas galletas y un zumo. Para cenar me dan un estofado de patata y verdura y sólo quedan 8 horas de descanso hasta medianoche. Hay ratas.
No hay manera de dormir. Serán los nervios. Doce de la noche. ¿Voy a cima? En marcha… hasta donde llegue.
No puedo explicar qué pasó. Empezamos a subir por unas rocas durante media hora y veo que mis piernas no me llevan por más que me empeñe. Cuanto más suba peor será. No tengo equilibrio, no tengo estabilidad y, si sigo, me romperé una pierna. Todavía queda bajar, son un montón de kilómetros y los quiero hacer de pie. He de tomar una decisión y la tomo. Abandono. Habrán sido 6 días de trekking por el Kilimanjaro pero sin cumbre. Me quedo sin la apetitosa guinda del pastel.
Quizás si hubiera tenido un día más… Por buscar razones creo que hay un fallo de planificación porque no he dejado bastante tiempo entre el Monte Kenia y el Kilimanjaro. Me he pasado de frenada pero es que estaban ahí los dos, tan juntitas… Mis problemas de salud, pérdida de peso y algún detalle como la mala alimentación y los problemas para conciliar el sueño también tienen seguro su parte de “culpa”. Hay, además, muchos imponderables en un trekking o una ascensión, como en todo en la vida. Algunos obvios en presencia y otros tan sutiles que ni reparas en su existencia y ni notas su influencia en tu cuerpo o tu mente. Desde la cantidad de oxígeno de las condiciones climáticas del día hasta el daño moral que te pueda hacer ver sobrevolar un helicóptero de emergencia en determinado momento.
Todo son «quizás». Yo, en mi interior creo que el peor problema ha sido que no he ido a disfrutar de lo que me gusta y sé hacer, si no a conseguir un reto. Malo.
Alguien dijo: “En esta vida, a veces se gana y otras se aprende”.
Punto y aparte, sigo volando. Naturalmente.