Y ahora Teruel.
Deambulando por Tarragona, hace más de un año, ya había entrado en la provincia de Teruel, justo antes de empezar la segunda parte de mi Vuelta al Mundo. Eso ya pasó.
Parece que hace siglos pero no hace ni 6 meses que volví de ese viaje desde Turquía a Sudáfrica y desde Argentina a Ecuador. Añoro esa vida.
Yo vivía muy, muy deprisa y del frenazo que ha supuesto la pandemia casi me salgo de mi mismo. Ahora hay que aprovechar la libertad que nos queda porque nuevos brotes se van generalizando y cada vez se ve más probable tener que volver a las restricciones de movimiento para frenar el bicho. Si me siguen atando las alas al final me van a matar o me voy a volver loco así que, por salud física y mental, en vuelo rasante, pero he de volar.
Un tirón de coche y, eso… ahora Teruel.
De Teruel se conocen pocas cosas. Aquel lema reivindicativo de finales del siglo pasado, «Teruel existe», tuvo su éxito pero no el suficiente porque ésta continúa siendo una región aislada y poco protagonista. Muchos, si les dices qué le sugiere la palabra Teruel solo llegarán a decir: «Los amantes de Teruel.». Eso no es mucho. Y, encima, añadirán: «tonto ella y tonto él». Es una rima cruel…
Los amantes de Verona, Romeo y Julieta, gracias a Shakespeare, se llevan todos los mimos y, en cambio, de los otros queda la frase «Los amantes de Teruel, tonta ella y tonto el». ¡No te jode! En realidad, Diego e Isabel fueron, parece ser, una rica heredera y un joven pobre que, por ganar la aprobación del suegro, marchó a buscar fortuna a lo que fué La Reconquista. Pero la historia cuenta toda una serie de infortunios, malentendidos, casualidades y besos infantiles que causan la muerte a ambos y, supongo, de ahí les llega lo de «tontos». En fin, no son más que historias pero me fastidia que los de Verona sean el colmo del amor y los de Teruel sean el colmo de la tontería. Sí es cierto que el amor produce más estupidez que el peor virus cerebral imaginable. Ríete de los zombis. Pero o todos moros o todos cristianos.
Lo cierto es que los susodichos amantes, verdad o mentira, tienen un mausoleo en la iglesia de San Pedro de Teruel donde yo, evidentemente, no peregrinaré. Yo me quedo en el Maestrazgo.
El Maestrazgo es una comarca histórica que se extiende por Castellón y Teruel. El nombre deriva del término Maestre ya que estos territorios se encontraban bajo la jurisdicción del Gran Maestre de las órdenes militares del Temple, San Juan y Montesa. De los templarios hablaré en otro rato. Tienen su guasa.
Paso rápido por los pueblos ya vistos y citados en en mi anterior viaje por la zona: Lledó, La Fresneda, Fuentespalda, Beceite, Calaceite y paro en La Portellada. Hago un senderito ligero hacia «El Salto», un poco o nada impresionante salto de agua al que descubro, demasiado tarde, que se puede ir en coche y, como consecuencia, es pasto de turisteo. Salgo pitando pero las 2 horitas de paseo me han ido bien a pesar de que el calor pega con saña.
Hoy toca Monroyo y Peñarroya de Tastavins, pueblos mediavales con cuestas infinitas. Con una visita al Mirador de la Muela en Monroyo y una vuelta al peñasco donde se asienta Peñarroya hasta vislumbrar las Peñas del Masmut, con todo el valle de la Pena a la derecha, tengo paseo más que suficiente. Hoy no tengo el cuerpo jotero para trekkear porque ayer sólo se me ocurrió que hidratarme matando la sed con vino y me he levantado herido de muerte. Aquí hacen un vino buenísimo que entra fácil y traicionero, especialmente si vas picando una tabla de quesos y embutidos de la tierra. Pim, Pam, Pim, Pam, Glu, Glu, Gu, Glu. Estamos entre 35 y 36 grados así que la hidratación necesaria me condujo a la perdición. Hidra viene de agua. Para que luego digan que el latin y el griego no sirven para nada.
Hoy sí, hoy toca trekking y bonito. Vuelvo a Peñaroya, o Peña Roja. Dicen que el nombre del pueblo viene de aquellas rocas o peñas del Másmut que, con la luz del sol, a ciertas horas se tiñen visiblemente de rojo.
Voy a hacer el Pico La Tossa, delante de las Peñas. Un sendero de ganado durante un ratito y entro en camino de carros más arreglado hasta la falda de las Peñas. No veo camino para cima pero lo intento. Subo por piedra pequeña de la resbalosa hasta pillar macizo pero me tengo que conformar con un «casi». Los últimos 100 metros a cima son gateo y escalada a pelo, no muy difícil pero un resbalón y estas muerto. Creo que, si siguiera, después ya encontraría mejor terreno pero voy sin guía y no me vale la pena el riesgo. No sé por qué, llámale X, pero no voy a subir. Yo no soy miedoso pero escucho a mi mente. Si no lo veo claro es que es peligroso y, por lo que sea, no estoy preparado para hacerlo. «Además, Nacho, te he dicho que hoy hacemos el Pico La Tossa. Eso está ahí delante. En montaña se te va la olla». Hay que escucharse.
Sigo por un caminillo que se separa de la pista direccion a Villabona. Pierdo el sendero y campo a través guiado por el GPS llegó a La Tosa, 1.150 metros que saben a más. Desde un mirador se ve todo el sistema de los puertos de Beceite y Sierra de Pena Roja. Un espectáculo de una grandiosidad acongojante. Ya llevo 3 horas de caminata y, a medida que vas bajando, el calor se vuelve más sólido y tangible.
Hoy… Litros de agua
Vuelvo a La Fresneda para comer unas costillas de cordero, pobrecito, con alioli del bueno, y ya se ha acabado el día. Y 365 momentitos de esos y ya ha pasado un año. Y 100 de esos resultantes y ya eres polvo. Todos calvos. Como para pensarse que somos importantes…
Hace mucho calor. Teruel no es una tierra fácil para el verano. Me meto en el frigorífico. Y parece ser que en Aragón están creciendo los contagios así que dejaré el resto de la región para otro viaje. Mañana me voy a Castellón sin dejar el Maestrazgo.