Turquia (3). Kahta. El Kurdistan turco. Las cabezas del Monte Nemrut.

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Hace 2.000 años, en el sureste de la actual Turquía entre la Capadocia y Siria, Antioco I rey de Comagene, autoproclamado dios, se hizo construir en la cima del Monte Nemrut, 2.159 mtrs, un túmulo funerario de 50 metros de alto y 150 metros de diametro para descansar eternamente lejos de los hombres y cerca de los dioses.

Lo custodiaban unas estatuas de 8/10 metros de altura que fusionan las deidades de Oriente y Occidente (griegos y persas). El rey quería convertir el monumento en una tumba sagrada cuya cámara mortuoria todavía no ha sido encontrada. Hoy, naturalmente, las cabezas de estas estatuas yacen en el suelo decapitadas por el tiempo o, según otra teoría, por salvajes hordas de herejes.

Son las 7.30 a.m. Sube al autobús un oficial del ejército vestido de civil, pero con una visible pistola al cinto, pidiendo a todos el documento de identidad. Estoy en medio del Kurdistán turco y a menos de 300 kilómetros de Alepo, en Siria. Hay cierta tensión en el ambiente. No me gusta.

Le doy mi pasaporte y, al verlo, me dice que le siga. Parece que empieza la aventura. El miliciano en cuestión tiene pinta de duro. Barba de 7 días, estatura media, cuadradote, pelo negro engominado, ray ban de aviador, tejanos, camisa negra y botas militares. Tipo actor de películas de Bollywood de acción. Cara de mala baba.y muy pocos amigos.

Da los documentos turcos a sus adláteres, estos sí uniformados y armados con metralletas, y empieza a mirar el mio con interés. Me dice: “Kan yi pikglisç…”. No le entiendo y se impacienta. A la tercera adivino que me pregunta si hablo inglés….. Le digo que sí y me interroga: ¿Dónde vas? ¿De dónde vienes? ¿Qué haces aquí? ¿Cuando te vas? … Todo con una mirada inquisitiva, recelosa y con un turquinglish difícil de seguir.

Se va, con mi pasaporte, y se pone a tomar el té con otros compañeros. Rien. A los 15 o 20 minutos vuelve. Todo el autobús esperando. Total, nada, me hace perder media hora, me da permiso para volver a subir al bus y seguimos la marcha.

Cuando te pasa algo así en viaje, especialmente con policía o militares, lo primero que tienes que hacer es tener calma y cargarte de paciencia. Pero paciencia de la buena, de la de “La paciencia es la madre de la ciencia». No la paciencia de “Santa paciencia, que bondadoso que soy porque habría para darles dos hostias. Pandilla de lentos y torpes, añado”. Si huelen tu miedo o tus nervios se divertirán contigo. Ellos tienen todo el día por delante. Y la noche.

Llego a Kahta a las 9 a.m. Estoy a 50 km del Monte Nemrut y hace un calor de justicia. Al mediodía pasamos ampliamente de los 35 grados. No hay hasta el Nemrut transporte público pero, en el hotel, un matrimonio de turcos de mediana edad se ofrecen a llevarme a la falda del monte. Vamos bien.

La ruta transcurre por un valle bastante seco a pesar de estar regado por afluentes del Eúfrates. En el camino paramos en un par de lugares con ruinas milenarias y, a eso de las 17 horas, llegamos al párking de donde se sale para visitar el túmulo. De allí, yo empiezo a caminar y ellos se cogen un bus que les ha de llevar 2 km mas allá donde empiezan unas escaleras que acaban en la cima. A mi la excursión me lleva 1 horita. El paseo no es bonito y en la cima hay demasiada gente. Ni un extranjero por aquí, pero el turismo interior rebosa. Las ruinas sí son inquietantes, cabezas de piedra que hablan de historia perdida en la memoria de los tiempos.También la puesta de sol compensa pero, qué quieres que te diga, tampoco lo voy a recomendar especialmente.

Empieza a hacer frio de verdad. En un par de horas la temperatura baja a plomo, el viento es demoledor y yo estoy agotado. En el bus no he dormido mas de 5 horas y a ratitos. Mañana sera otro día. Pabajo.

Hoy es domingo. El calor es como una losa y me sudan hasta las uñas. No es nada agradable. Me pesan las piernas. Creo que hoy lo dedicaré al descanso y organización de próximas etapas. Y me daré una vuelta por el pueblo que, por cierto, es feo de premio.

Si se viaja, no sòlo se ve lo bonito, se ve y se vive todo. Hay que conocer donde estás. Las paradas de ropa, las frutas, verduras y especias del país, el tabaco que fuman, sus costumbres en el café… y descansar. No te quitan el carnet de viajero por descansar. También la pausa forma parte del viaje y màs con estas calores infernales. Incluso es obligatoria esa pausa si no quieres caer enfermo de agotamiento. No siempre ha de haber acción y jaleo o no llegas lejos.

Soy el único extranjero en la ciudad. Todo el mundo me mira como si fuera un bicho raro. Con lo normalito que soy yo… 

Aquí hay una mujer siria que se cuida de la limpieza del hostal. Está todo el día limpiando, cocinando lavando… El propietario, el recepcionista y el resto del personal turco sòlo dejan de rascarse los huevos para darle ordenes. Bajo a fumarme un cigarrillo y la encuentro sentada a la sombra. Al verme, se levanta corriendo con cara de avergonzada. Le pido con señas que se quede, que por mi no se vaya, pero ella desaparece en la cocina. Me impacta la situación. Sin palabras.

Hoy ceno una brocheta de pechuga de pollo macerado a la turca. Lo sirven con un fondo de arroz, ensalada de cebolla dulce, tomate a la plancha y unos pimientos verdes con pinta picantona. Todo buenísimo pero, cuando pruebo el pimiento… No es picante, es feroz.

Media hora después, ya en el hotel, todavía estoy llorando desconsoladamente. Estos utilizarían el màs salvaje de una ración de pimientos del Padròn para lavarle los dientes al bebé. Horrible.

A 5 o 6 Km de Kahta está el lago Atatürk barajı. Allá voy. Hoy estamos a 38º y 15% de humedad. Ida y vuelta 3,5 horas. Duro. Paisaje desértico hasta el enorme lago. De vuelta, unos tertulianos sentados en un café me llaman, me invitan a un té y hablamos. Nada importante pero, para mi, enriquecedor. Nunca ven forasteros y me piden que les hable de mi tierra. Yo encantado y ellos también. En 15 minutos me encuentro rodeado por más de 30 kurdos escuchándome embelesados como si les estuviera explicando un cuento. La mayoría no entienden ni una palabra y, uno de ellos, va traduciendo. Me parece que se inventa la mitad. Mujer ni una, claro. U oscuro, como prefieras.

Aquí no hay nada más que hacer. Ahueco el ala.

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