«Cuando emprendas tu viaje a Ítaca pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias. No temas a los lestrigones ni a los cíclopes ni al colérico Poseidón, seres tales jamás hallaras en tu camino, si tú pensar es elevado (…), si no los llevas dentro de tu alma (…)»
Ítaca. Constantino Kavafis.
Además de la patria de Odiseo, el viajero más célebre de la literatura, Ítaca es también el restaurante de mi amigo Xavi Pi en Phu Quoc, y allí me voy a verle y recuperar peso antes de volver a casa. Eso es el viaje a Ítaca: la vuelta a casa. Y ya ha empezado.
Dos aeropuertos y dos aviones más. En este viaje relámpago no tengo tiempo de autobuses o trenes, y las distancias son largas. Yo encantado. En los aviones ( y en todo lo que se menea) me duermo a la que empieza el movimiento, salvo que me toque un niño llorón al lado, claro. Y de los aeropuertos me gusta todo, hasta las salas de fumadores, peceras de humo llenas de drogatas de todos los tamaños y colores en un silencio solemne de rito religioso. Sí, me encanta pasear por los aeropuertos, ver restaurantes y tiendas, observar a la gente, escribir, leer… Ya se que a la gente se le hacen aburridas las escalas. A mí no. Estoy en mi salsa.
Consejo de viajero. En viajes con varias conexiones, si tienes que escoger entre 2 opciones, escalas de 2 horas o de 5 horas, escoje siempre está última. Una escala de 2 horas es un margen muy pequeño. Cualquier retraso y tú viaje se cae como un castillo de naipes.
La calidad de la cocina vietnamita es apabullante. Abruma tener que escojer entre los cientos de variedades de rollitos, pinchitos, sopas, arroces, fideos, carnes y pescados fritos o a la barbacoa, bocadillos, salsas, verduras… Los phò de Hué, las degustaciones de rollitos en restaurantes de Hoi An como el Bale Wells o el Miss Ly, los pinchos del food market de Pham Ngu Lao en Ho Chi Minh…Todo buenísimo. Y muy barato.
Bajando del avión Xavi me està esperando. Un paseo en moto por el pueblo para ubicarme, una cervecita con la puesta del sol, una ducha y cenamos los dos en Ítaca. Es un restaurante con aire de chiringuito guapo de color blanco tipo isla griega, con mesas en el jardin, farolillos tipo pajareras colgadas de un árbol central y un chill out para tomar copas. Y todo, presidido por un Dalí con ojos desorbitados pintado a trazos en un mural. Cocina y personal, de casa.
Recién aterrizado, Ítaca me somete a un cenòn de agárrate. Un derechazo de tortilla de patatas, jamòn y pan con tomate. Una serie de golpes higado-bazo de anchoas, almejas al ajillo y fritada de gambas y calamares a la gallega y un gancho de izquierda de mini amburguesa de cordero. Directo a los morros, una botella de tinto Marqués de Riscal y un par de chupitos con un coulant de chocolate. Acabo en la lona, tiro la toalla y pido tiempo. Mañana será otro día y vemos si puedo con el resto de la carta. Todo tremendo.
No estoy acostumbrado al alcohol y me he agenciado un resacòn de grado 7 en la escala de Richter pero Xavi no me da cuartel y, a la mañana siguiente, un Ibuprofeno y me lleva en moto a ver la isla.
Phu Quoc todavia tiene algo de virgen y salvaje pero ya està en medio de un tórrido romance con el turismo y el cemento. Ya se están haciendo animaladas en plan hoteles de 600 habitaciones y hasta una ciudad de vacaciones, que dicen llegará a una capacidad de 6.000 personas, con parque de atracciones enorme, campo de golf, parque acuático e incluso zoologico. Una locura. En menos de 5 años de la isla virgen y salvaje no quedará ni el recuerdo. Flipante la playa de las estrellas. Un par de bañitos en un agua a 25° y, de vuelta, un pescadito a la barbacoa y una cerveza. Un no parar de sufrimiento.
Rematando la faena, unas horas de paseo, ducha y otra vez a cenar a Ítaca. Nada, ligerito: un aperitivo de steak tartar y ceviche y un filete con verduritas. Y vinito, claro. He comido más en 2 días que en los últimos 2 meses. Me hacía falta.
Ya estoy preparado para volver. Phu Quoc-Ho Chi Minh-Kuala Lumpur-Yakarta-Dubai-Barcelona-Begur. Entre pitos y flautas mas de 60 horas por aeropuertos de 5 paises. Ni ver una cama en 3 dias.
En verdad, más que volver, entro en boxes. Arreglo unos asuntillos, veo a mi gente, cambio ruedas, afino motor y, en abril, viene más. Espero que mucho más. Un amigo comparte una frase que me gusta: «En caso de emergencia, salga de viaje…y nunca regrese.»