Vietnam (y 5) Ha Long bay. La otra cara de la moneda.

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Llego en Sleeping Bus a Ha Long city a las 4 de la mañana. El viaje de 10 horas ha sido pesado. El bus iba abarrotado. Son 3 hileras de asientos/literas y, cuando se llenan, los pasillos de colchoneta también se aprovechan para poner gente estirada. Si los del suelo no se mueven en las paradas, para salir has de ir saltando de litera en litera como un Tarzán autobusero.

No he reservado alojamiento, es noche cerrada y llueve.

Mi mochila  y yo esperamos que salga el sol sentados en las escaleras a cubierto de un edificio. Parezco un homeless. Supongo que SOY un homeless. Tengo una infección en una muela que me ha dado la noche y amenaza con seguir guerrera.

A las 5.30 a.m. la noche aclara y me pongo en marcha para buscar un café caliente. Están montando las paradas de un mercado. Por fin un café… Noche de perros, y la mañana se hace larga. Entre el sueño, la puñetera muela y el destemple general, no está siendo mi mejor día.

A eso de las 10 de la mañana, por fin para de llover y sale el sol, me recorro la ciudad y me acerco a la parte turística. Muy turística. Horriblemente turística.

La bahía de Ha Long es un lugar de una belleza natural espectacular,  pero ahí se acaban las buenas noticias. La sobreexplotación lo hace un lugar sin encanto y prescindible. Las decenas de cruceros oficiales que circulan diariamente por sus aguas, todos pintados de blanco y más o menos iguales, descargan en los puntos de obligada visita miles de turistas de todas las nacionalidades como si fueran ganado. En la zona del puerto y paseo, los feos hoteles y faraónicos complejos con atracciones de focas y delfines haciendo monerías son absolutamente insufribles.

A partir de ahora supongo que me voy a encontrar en todos lados con un montón de gente. Es agosto. Habrá que escoger bien donde voy.

El turismo de masas es un fenómeno difícil de analizar. Da de comer a mucha gente, pero es indiscutiblemente nocivo para la naturaleza. Y nada que sea contrario a la naturaleza puede ser bueno para el ser humano. Esa es la primera ley del Derecho Natural.

Yo creo que el turismo masificado sólo beneficia a 4 gatos. Más bien 4 lobos. A los demás les produce solo un espejismo de prosperidad pero, al final, van necesitando más de lo que van ganando. Y, para eso, venga a joder a la naturaleza… Noticias que me vienen en relación a todo esto desde mi casa me tienen caliente.

Cuando veo lugares vírgenes en el mundo como Ha Giang aquí en Vietnam, o La Cordillera en Filipinas,  pienso que algunos quieren hacer crecer sin medida mi casa, mi tierra, y convertirla en una caricatura de sí misma. Usada y abusada durante 2 meses y abandonada el resto del  año. E igual pasa en Ha Long o cualquier lugar turístificado. Y en esos lugares no veo felicidad y satisfacción. Algo va mal. Donde estarán los límites. Quizás ya traspasados.

Y de Ha Long, poco o nada mas hay para explicar. A mí me ha ido bien para descansar un par de días, pero me vuelvo a Hanoi y cierro el circulo. Me quedan un par de dias. Vietnam se acaba.

En Hanoi, lo primero que hago es ir a la calle Hang Dau, la calle de los zapateros, a ver qué se puede hacer con mis botas. Escojo el cirujano zapatil que me parece más competente y le enseñó la damnificada principal de estos días de trote: la bota derecha. Me alarma le mirada sería y preocupada del experto en cuestión mientras examina a la bota en la calle. El diagnóstico es claro: herida abierta en el costado izquierdo con rotura de varias costuras y afectación de las facultades psicomotrices. La reparación me cuesta 2 euros y parece que ha sido un completo éxito. Un genio el manitas. De esos oficios ya casi no hay en Occidente. Si se rompen las botas, se tiran y se compran otras.

Después de eso, colada, aseo a fondo, organización de las lineas generales viajeras del próximo destino, poner el blog al dia, comer y dormir bien… Y, claro, callejear por el avispero de Hanoi sorteando motos, coches y bicis como buenamente puedo, dejandome impregnar de las imágenes que toda ciudad asiática te suelta siempre en los morros.

No me voy de Hanoi sin comer un Bún Chã y unos nems. La mejor comida por menos de 3 euros, cerveza incluida. El Bún Chã son unas hamburguesitas y panceta de cerdo marinadas y a la brasa, fideos de arroz y una mezcla de lechugas y hierbas frescas, y todo eso servido con un bol hasta los topes de salsa agridulce para que vayas poniendo y mezclando los ingredientes como quieras. Y chile fresco. El resultado es como una sopa dulce y picante de carne a la brasa, fideos y verduras. Un manjar.  Y la relación calidad/precio es brutal. Sin duda alguna, lo mejor de Vietnam es su cocina.

Y ya está. Otra vez me voy. Desde que llego a algún lugar ya me estoy yendo. Siempre me estoy yendo…

Toca nuevo cambio de país. Mañana vuelo a Siem Riep, Camboya. Lo primero, los templos de Angkor.

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